Excélsior/3 de marzo de 2009
Mientras en Estados Unidos la amenaza de un endurecimiento en la mutua frontera se mezcla con un posicionamiento de potencia financiera y educativa, en México el discurso es el de un gobierno machista, envalentonado, pero sin eficacia. Son dos modelos de desarrollo que tienen miles de kilómetros de cercanía, que muestran abismales brechas en sus estrategias para enfrentar la actual crisis y en sus capacidades a la hora de tomar decisiones.
Dos discursos emergentes que revelan la naturaleza de una ubicuidad global distinta, digamos abismal y cercanamente dispar: mientras que el nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, propone las medidas de coyuntura que asumirá para enfrentar la crisis especulativa y financiera en la que se encuentra su país y mejorar la imagen que tiene frente al mundo, el gobierno federal mexicano gira en torno a un tímido “¡basta!”, al crimen organizado, que ha producido, seguramente, hilaridad entre los capos y los delincuentes mexicanos que andan ahora tras los gobernadores y los generales y se regocijan de la relación que tienen con los políticos y los funcionarios que les prodigan impunidad —dicho por prominentes panistas, entre otras cosas—.
Mientras, todos temblando. Porque el peso ya alcanzó una paridad insospechada (con una caída de cerca de 40% en el lapso de un año), un PIB que va para abajo de cero, un desempleo rampante; medidas que benefician de forma desquiciada a las grandes empresas, nacionales y extranjeras; el empobrecimiento de más y más personas, el recorte de salarios y del trabajo, y un cruel escenario que vivimos y sigue matando a niños, mujeres y jóvenes. Las víctimas mayoritarias de las guerras cada vez más extensas del narco (detenidas, desde luego por preclaros, sonoros y grandilocuentes discursos) son sobre todo adolescentes, mujeres y hombres jóvenes. Tan sólo hay que calcular la edad que tiene la mayoría de los cadáveres que aparecen día con día en las fotos de prensa. Esta realidad cruda que vivimos queda plasmada en la percepción de nuestros medios de comunicación, como parte de una nota minúscula en algún diario de Estados Unidos y en el inflamado miedo general que se vive en el interior del país.
En el discurso de Obama (desde la nación con más adictos a la droga y la más agresiva y represiva del mundo), visto y difundido en cientos de países y seguido de manera virtual en vivo por quien lo quisiera hacer desde cualquier idioma o nación, se hizo referencia a una inversión de casi 800 mil millones de dólares para recuperar el dinamismo perdido, sobre todo con el fin de impactar y sobreponerse a las deficiencias que tienen en energía como un bien renovable y sustentable, en asegurar la salud de las mayorías de la población, de sus ahorros y de sus ingresos, pero sobre todo llama la atención el énfasis que se pone en el tema de la educación, la ciencia y la tecnología.
En ese sentido, Obama está proponiendo modernizar el equipamiento de las escuelas de nivel básico, potenciar la labor de los colegios comunitarios y de las universidades, mejorar los sistemas bibliotecarios y los laboratorios, expandir la cobertura de banda ancha en las computadoras y mejorar sustancialmente las inversiones en investigación.
Dos visiones de una misma realidad. No se trata, sin embargo, de comparar para fomentar nuestro pesimismo interno, sino de asombrarnos por lo que sucede adentro mientras otros utilizan nuestro subdesarrollo en su beneficio.
didrik@servidor.unam.mx
Dos discursos emergentes que revelan la naturaleza de una ubicuidad global distinta, digamos abismal y cercanamente dispar: mientras que el nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, propone las medidas de coyuntura que asumirá para enfrentar la crisis especulativa y financiera en la que se encuentra su país y mejorar la imagen que tiene frente al mundo, el gobierno federal mexicano gira en torno a un tímido “¡basta!”, al crimen organizado, que ha producido, seguramente, hilaridad entre los capos y los delincuentes mexicanos que andan ahora tras los gobernadores y los generales y se regocijan de la relación que tienen con los políticos y los funcionarios que les prodigan impunidad —dicho por prominentes panistas, entre otras cosas—.
Mientras, todos temblando. Porque el peso ya alcanzó una paridad insospechada (con una caída de cerca de 40% en el lapso de un año), un PIB que va para abajo de cero, un desempleo rampante; medidas que benefician de forma desquiciada a las grandes empresas, nacionales y extranjeras; el empobrecimiento de más y más personas, el recorte de salarios y del trabajo, y un cruel escenario que vivimos y sigue matando a niños, mujeres y jóvenes. Las víctimas mayoritarias de las guerras cada vez más extensas del narco (detenidas, desde luego por preclaros, sonoros y grandilocuentes discursos) son sobre todo adolescentes, mujeres y hombres jóvenes. Tan sólo hay que calcular la edad que tiene la mayoría de los cadáveres que aparecen día con día en las fotos de prensa. Esta realidad cruda que vivimos queda plasmada en la percepción de nuestros medios de comunicación, como parte de una nota minúscula en algún diario de Estados Unidos y en el inflamado miedo general que se vive en el interior del país.
En el discurso de Obama (desde la nación con más adictos a la droga y la más agresiva y represiva del mundo), visto y difundido en cientos de países y seguido de manera virtual en vivo por quien lo quisiera hacer desde cualquier idioma o nación, se hizo referencia a una inversión de casi 800 mil millones de dólares para recuperar el dinamismo perdido, sobre todo con el fin de impactar y sobreponerse a las deficiencias que tienen en energía como un bien renovable y sustentable, en asegurar la salud de las mayorías de la población, de sus ahorros y de sus ingresos, pero sobre todo llama la atención el énfasis que se pone en el tema de la educación, la ciencia y la tecnología.
En ese sentido, Obama está proponiendo modernizar el equipamiento de las escuelas de nivel básico, potenciar la labor de los colegios comunitarios y de las universidades, mejorar los sistemas bibliotecarios y los laboratorios, expandir la cobertura de banda ancha en las computadoras y mejorar sustancialmente las inversiones en investigación.
Dos visiones de una misma realidad. No se trata, sin embargo, de comparar para fomentar nuestro pesimismo interno, sino de asombrarnos por lo que sucede adentro mientras otros utilizan nuestro subdesarrollo en su beneficio.
didrik@servidor.unam.mx
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