Milenio/9 de marzo de 2009
La universidad pública mexicana, en el año de Darwin, es una especie en extinción. Muere como las buenas madres alacranas: devorada por sus hijos. Desde hace 43 años, cada generación de estudiantes exige más facilidades y menos rigor: pase automático, cero cuotas, exámenes por medio de trabajos que permitan echar rollo, extraordinarios sin límite, puntos extra para quien no desayunó, puntos para el que vive lejos, puntos para el que no tuvo infancia con libros en el hogar. Y finalmente abortan un feto que exige plaza asegurada vitalicia, escalafón en el sindicato de médicos o de ingenieros, jubilación pronta y entierro gratuito con honores.
Así tenemos un país donde se producen grillos en cantidades industriales y raros científicos. Ni el rigor de la universidad gratuita en la URSS o en Cuba, ni la selección de la universidad alemana, inglesa, francesa, estadunidense, cara y privada, pero también severa, y donde no basta con pagar altas cuotas para asegurarse un asiento que calentar el siguiente año lectivo. Tenemos lo mejor: la gratuidad soviética sin sus exigencias.
Así es como hemos creado ya dos generaciones de políticos estúpidos. ¿Por qué son iguales en el PRD, PAN, PRI, PT, Verde y los que vengan? Porque formamos a sus integrantes en la misma blandenguería lloriquienta en la que toda exigencia es excesiva y toda trabajo injusto. “¿Tres capítulos de un libro para el examen? ¡¿Te crees el único maestro?!” Y además el libro era caro o estaba en inglés y debían hacer sesiones de traducción. “No pido que lo traduzcan, pido que lo lean… Es muy distinto. Vergüenza debe darme pedir tres capítulos y no tres libros”. Renuncié.
Que la Universidad de Guadalajara pone cuotas voluntarias… la bruja inmunda del Sindicato se encarga de tachar donde la alumna escribió “$500” y pone $50. De nada sirve aclarar que no fue un error. La arpía considera que esa burguesita está poniendo mal ejemplo con su aportación a la UdeG y ni siquiera se roba el cambio, no, no: hasta se lo regresa.
Que la UNAM pide cooperación, a quien pueda darla, para un programa de becas destinado a estudiantes a quienes no basta la gratuidad y necesitan sostenimiento… los gritos incendiarios no se hacen esperar: ¡A la lucha, compañeros! Y ponen cadenas en sus escuelas.
A principios del siglo XX no había universidad en Estados Unidos que pudiera competir con las alemanas, inglesas y francesas. Las matemáticas permanecieron 300 años escribiéndose en alemán, francés y ruso. Pero tres o cuatro rectores inteligentes, un Rockefeller ahorrándose impuestos al invertir en una universidad para Chicago, una buena cacería de talentos en el mundo… y las matemáticas de la segunda mitad del siglo XX, la física y todas las fronteras de la ciencia, se trasladaron a Estados Unidos. Cuando el teorema final de Poincaré, publicado por el genial francés a medio estructurar porque lo acechaba la muerte, fue probado por un gringo antes de 1930, y no por Hilbert ni otro brillante alemán, el mundo no lo podía creer. ¿De dónde había salido ese fulano?
Del trabajo duro, de la exigencia, de los miles de rechazados por inútiles y los pocos seleccionados por capacidad y tesón, de, en suma, la falta de autocomplacencia, la ausencia de lamentos, las noches en desvelo, los nervios por exámenes sin caridad. Y así se hicieron los japoneses y se están haciendo los chinos, que ya dan la pelea en la primera línea de las matemáticas como en todo.
Por eso odiamos a los gringos: porque los hemos visto crecer de sus 13 mugrientas colonias a potencia única, mientras el gigante del sur, México, se achicaba en territorio, cuerpo y alma. Y salimos con una batea de babas: Por mi raza hablará el espíritu: una estupidez racista que no se ve por dónde hable ni de qué.
Hundidas por los nazis, las matemáticas alemanas que habían dado glorias como Gauss, Riemann, Klein y Hilbert, se trasladaron a Princeton, no a la guanga UNAM ni al mediocre Poli ni a las apestosas de los estados, reinos de la grilla pero, sobre todo, de la autocompasión y el apapacho.
Pues sí, por eso tenemos la “clase” política infantiloide que se divierte en meter zancadilla al contrario, así proponga lo mismo que el zancadillero estuvo proponiendo un año antes. Vean si no al PRI rechazando propuestas del PAN… que fueron del PRI y las rechazó entonces el PAN sin argumentos. Por joder. Y quieren estos estúpidos que votemos por ellos.
http://www.luisgonzalezdealba.com/
Así tenemos un país donde se producen grillos en cantidades industriales y raros científicos. Ni el rigor de la universidad gratuita en la URSS o en Cuba, ni la selección de la universidad alemana, inglesa, francesa, estadunidense, cara y privada, pero también severa, y donde no basta con pagar altas cuotas para asegurarse un asiento que calentar el siguiente año lectivo. Tenemos lo mejor: la gratuidad soviética sin sus exigencias.
Así es como hemos creado ya dos generaciones de políticos estúpidos. ¿Por qué son iguales en el PRD, PAN, PRI, PT, Verde y los que vengan? Porque formamos a sus integrantes en la misma blandenguería lloriquienta en la que toda exigencia es excesiva y toda trabajo injusto. “¿Tres capítulos de un libro para el examen? ¡¿Te crees el único maestro?!” Y además el libro era caro o estaba en inglés y debían hacer sesiones de traducción. “No pido que lo traduzcan, pido que lo lean… Es muy distinto. Vergüenza debe darme pedir tres capítulos y no tres libros”. Renuncié.
Que la Universidad de Guadalajara pone cuotas voluntarias… la bruja inmunda del Sindicato se encarga de tachar donde la alumna escribió “$500” y pone $50. De nada sirve aclarar que no fue un error. La arpía considera que esa burguesita está poniendo mal ejemplo con su aportación a la UdeG y ni siquiera se roba el cambio, no, no: hasta se lo regresa.
Que la UNAM pide cooperación, a quien pueda darla, para un programa de becas destinado a estudiantes a quienes no basta la gratuidad y necesitan sostenimiento… los gritos incendiarios no se hacen esperar: ¡A la lucha, compañeros! Y ponen cadenas en sus escuelas.
A principios del siglo XX no había universidad en Estados Unidos que pudiera competir con las alemanas, inglesas y francesas. Las matemáticas permanecieron 300 años escribiéndose en alemán, francés y ruso. Pero tres o cuatro rectores inteligentes, un Rockefeller ahorrándose impuestos al invertir en una universidad para Chicago, una buena cacería de talentos en el mundo… y las matemáticas de la segunda mitad del siglo XX, la física y todas las fronteras de la ciencia, se trasladaron a Estados Unidos. Cuando el teorema final de Poincaré, publicado por el genial francés a medio estructurar porque lo acechaba la muerte, fue probado por un gringo antes de 1930, y no por Hilbert ni otro brillante alemán, el mundo no lo podía creer. ¿De dónde había salido ese fulano?
Del trabajo duro, de la exigencia, de los miles de rechazados por inútiles y los pocos seleccionados por capacidad y tesón, de, en suma, la falta de autocomplacencia, la ausencia de lamentos, las noches en desvelo, los nervios por exámenes sin caridad. Y así se hicieron los japoneses y se están haciendo los chinos, que ya dan la pelea en la primera línea de las matemáticas como en todo.
Por eso odiamos a los gringos: porque los hemos visto crecer de sus 13 mugrientas colonias a potencia única, mientras el gigante del sur, México, se achicaba en territorio, cuerpo y alma. Y salimos con una batea de babas: Por mi raza hablará el espíritu: una estupidez racista que no se ve por dónde hable ni de qué.
Hundidas por los nazis, las matemáticas alemanas que habían dado glorias como Gauss, Riemann, Klein y Hilbert, se trasladaron a Princeton, no a la guanga UNAM ni al mediocre Poli ni a las apestosas de los estados, reinos de la grilla pero, sobre todo, de la autocompasión y el apapacho.
Pues sí, por eso tenemos la “clase” política infantiloide que se divierte en meter zancadilla al contrario, así proponga lo mismo que el zancadillero estuvo proponiendo un año antes. Vean si no al PRI rechazando propuestas del PAN… que fueron del PRI y las rechazó entonces el PAN sin argumentos. Por joder. Y quieren estos estúpidos que votemos por ellos.
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