El pasado 8 de marzo se celebró el Día Internacional de la Mujer y fue ocasión para que se pronunciaran discursos apologéticos al respecto. La UNESCO y la fundación L’Oréal, como lo han hecho desde el comienzo de esta década y en este año para fomentar las investigaciones sobre ciencias de la vida, también dieron a conocer los nombres de las 15 jóvenes investigadoras que recibirán una beca por dos años para apoyar su trabajo de doctorado o posdoctorado. (Entre las 15 están tres latinoamericanas: Argentina, México y Perú; la de México, Berta González, investiga en una institución de Montreal, Canadá, sobre el desarrollo del habla y procesamiento de la voz en neonatos y prematuros.)
Los apoyos para mujeres en el ámbito de la educación superior, y no solamente para ellas, son de suma importancia para equilibrar oportunidades, alentar vocaciones y posibilitar su culminación exitosa. Sin embargo, habrá que reconocer que quienes han llegado a las aulas universitarias, sean hombres o mujeres, en buena medida han salvado los mayores escollos de naturaleza económica o cultural en su trayectoria de ascenso escolar. No ocurre lo mismo con quienes apenas están por entrar o se encuentran en las bases del sistema educativo. Ahí el problema de género es muy significativo.
Recuérdese que el tercer propósito de los llamados Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) se relaciona con la igualdad entre los géneros. Son ocho los ODM y se tradujeron en un acuerdo que firmaron casi 200 países en el año 2000, México entre ellos, y que debieran alcanzarse en el año 2015. El tercer objetivo es, precisamente, “promover la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de la mujer”. Un propósito que tiene dos metas comprometidas: a) eliminar la disparidad de género en la educación primaria y secundaria, “preferentemente para 2005”, y b) en todos los niveles educativos a más tardar para el año 2015. A su vez, estas metas, junto con la de asegurar que todos los niños y niñas logren un ciclo completo de enseñanza primaria, constituyen la parte central del programa Educación Para Todos (EPT).
Estos objetivos reconocen las enormes diferencias en el acceso y permanencia escolar de acuerdo al género; tanto mayor entre hombres y mujeres cuanto más pobre es el país de referencia. El reporte de seguimiento de EPT de 2009 señala: “en 2006, de los 176 países sobre los que se dispone de datos sólo 59 habían logrado alcanzar la paridad en la enseñanza primaria y secundaria. Aunque esto significa que son 20 países más los que han venido a añadirse a los que ya la habían alcanzado en 1999, el hecho de que más de la mitad de las naciones sigan sin conseguirla constituye un serio motivo de preocupación”. (UNESCO, Informe de seguimiento de la EPT. Resumen, 2009).
El problema se localiza principalmente en la educación secundaria, dado la atención y el impulso previo que se la ha dado a la enseñanza primaria. El mismo reporte de UNESCO señala que del total de la población en edad de cursar estudios en los centros de enseñanza secundaria, solamente estaba en las aulas 58 por ciento del total, lo que muestra el limitado acceso para la mayoría de los jóvenes en el mundo. Más pronunciada la limitación en el África subsahariana: 75 por ciento de los jóvenes con la edad para cursar la secundaria no están matriculados.
Según un simposio del Banco Mundial realizado en 2007 y cuyas participaciones apenas acaban de ser publicadas en un reporte reciente (Girls’ Education in the 21st Century. Gender Equality, Empowerment and Economic Growth, disponible en el sitio web del organismo), en todo el mundo ha sido notable el progreso para completar un ciclo de enseñanza primaria para niños y niñas. Por ejemplo, entre 1991 y 2006, en América Latina la tasa de ciclo completo en primaria pasó de 82 a 99 por ciento, en África del Norte y el Medio Este pasó de 77 a 91 por ciento; en Asia meridional, de 62 a 80 por ciento, y en el África subsahariana, de 51 a 60 por ciento. En promedio, en los países de bajos ingresos pasó de 57 a 73 por ciento.
Sin embargo, el progreso no se ha reflejado de la misma forma en la educación secundaria, especialmente en los países que viven en conflictos armados permanentes o en aquellos cuyos Estados son sumamente frágiles y vulnerables.
El reporte del Banco Mundial sugiere cinco líneas estratégicas para alcanzar la igualdad de género en el ámbito educativo: mejorar la calidad de la educación y sus logros de aprendizaje en todos los niveles; enfocarse a los grupos vulnerables, excluidos y en desventaja, principalmente a las niñas; invertir en educación posprimaria para las niñas, particularmente en el nivel de secundaria; investigar y analizar más sobre la relación entre género, reducción de la pobreza y crecimiento económico, y fortalecer la asociación con diferentes sectores para implementar programas sobre igualdad de género en educación.
* UNAM-IISUE/SES.
Los apoyos para mujeres en el ámbito de la educación superior, y no solamente para ellas, son de suma importancia para equilibrar oportunidades, alentar vocaciones y posibilitar su culminación exitosa. Sin embargo, habrá que reconocer que quienes han llegado a las aulas universitarias, sean hombres o mujeres, en buena medida han salvado los mayores escollos de naturaleza económica o cultural en su trayectoria de ascenso escolar. No ocurre lo mismo con quienes apenas están por entrar o se encuentran en las bases del sistema educativo. Ahí el problema de género es muy significativo.
Recuérdese que el tercer propósito de los llamados Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) se relaciona con la igualdad entre los géneros. Son ocho los ODM y se tradujeron en un acuerdo que firmaron casi 200 países en el año 2000, México entre ellos, y que debieran alcanzarse en el año 2015. El tercer objetivo es, precisamente, “promover la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de la mujer”. Un propósito que tiene dos metas comprometidas: a) eliminar la disparidad de género en la educación primaria y secundaria, “preferentemente para 2005”, y b) en todos los niveles educativos a más tardar para el año 2015. A su vez, estas metas, junto con la de asegurar que todos los niños y niñas logren un ciclo completo de enseñanza primaria, constituyen la parte central del programa Educación Para Todos (EPT).
Estos objetivos reconocen las enormes diferencias en el acceso y permanencia escolar de acuerdo al género; tanto mayor entre hombres y mujeres cuanto más pobre es el país de referencia. El reporte de seguimiento de EPT de 2009 señala: “en 2006, de los 176 países sobre los que se dispone de datos sólo 59 habían logrado alcanzar la paridad en la enseñanza primaria y secundaria. Aunque esto significa que son 20 países más los que han venido a añadirse a los que ya la habían alcanzado en 1999, el hecho de que más de la mitad de las naciones sigan sin conseguirla constituye un serio motivo de preocupación”. (UNESCO, Informe de seguimiento de la EPT. Resumen, 2009).
El problema se localiza principalmente en la educación secundaria, dado la atención y el impulso previo que se la ha dado a la enseñanza primaria. El mismo reporte de UNESCO señala que del total de la población en edad de cursar estudios en los centros de enseñanza secundaria, solamente estaba en las aulas 58 por ciento del total, lo que muestra el limitado acceso para la mayoría de los jóvenes en el mundo. Más pronunciada la limitación en el África subsahariana: 75 por ciento de los jóvenes con la edad para cursar la secundaria no están matriculados.
Según un simposio del Banco Mundial realizado en 2007 y cuyas participaciones apenas acaban de ser publicadas en un reporte reciente (Girls’ Education in the 21st Century. Gender Equality, Empowerment and Economic Growth, disponible en el sitio web del organismo), en todo el mundo ha sido notable el progreso para completar un ciclo de enseñanza primaria para niños y niñas. Por ejemplo, entre 1991 y 2006, en América Latina la tasa de ciclo completo en primaria pasó de 82 a 99 por ciento, en África del Norte y el Medio Este pasó de 77 a 91 por ciento; en Asia meridional, de 62 a 80 por ciento, y en el África subsahariana, de 51 a 60 por ciento. En promedio, en los países de bajos ingresos pasó de 57 a 73 por ciento.
Sin embargo, el progreso no se ha reflejado de la misma forma en la educación secundaria, especialmente en los países que viven en conflictos armados permanentes o en aquellos cuyos Estados son sumamente frágiles y vulnerables.
El reporte del Banco Mundial sugiere cinco líneas estratégicas para alcanzar la igualdad de género en el ámbito educativo: mejorar la calidad de la educación y sus logros de aprendizaje en todos los niveles; enfocarse a los grupos vulnerables, excluidos y en desventaja, principalmente a las niñas; invertir en educación posprimaria para las niñas, particularmente en el nivel de secundaria; investigar y analizar más sobre la relación entre género, reducción de la pobreza y crecimiento económico, y fortalecer la asociación con diferentes sectores para implementar programas sobre igualdad de género en educación.
* UNAM-IISUE/SES.
Tomado de: http://www.campusmilenio.com.mx/
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