Milenio/3 de marzo de 2009
En México tenemos una ciencia que no ha sabido responder a las necesidades de una nación paupérrima que la financia año con año. Y es que en vez de contar un sistema científico que contribuya al desarrollo de la nación se ha construido un oneroso y burocratizado establishment científico que no rinde cuentas, no tiene comités de ética que regulen o vigilen la conducta de las instituciones científicas y de quienes las dirigen, y se autoevalúa con enorme complacencia.
Para medir la productividad no se toman en cuenta las patentes o inventos, tampoco los trabajos con organizaciones sociales o con empresas, actividades de alto impacto social, cultural y económico.
El principal indicador con el que se evalúa el trabajo científico y se aumenta el salario a través del Sistema Nacional de Investigadores es el número de artículos publicados en revistas científicas especializadas, pero ni siquiera se evalúa la calidad del trabajo científico o el nuevo conocimiento reportado en cada artículo, sino simplemente la cantidad de ellos.
Hay de revistas a revistas. No es lo mismo publicar en Nature, Science, PNAS, Cell, The Lancet u otras de “alto impacto” en cada campo de la investigación que en las revistas “patito”.
Publicar en las primeras es mucho más difícil pues sus comités revisores son más rigurosos y exigentes, por ello cada año sólo se publican 5 a 6 artículos de mexicanos en revistas como Nature o Science o de 50 a 60 artículos en las revistas de mayor impacto en cada disciplina. Mientras que en las otras hay centenas.
El sentido común indicaría que los trabajos publicados en este tipo de revistas se evaluarían mejor y sus autores recibirían más “tortibonos”, pero no es así, para los comités de evaluación (formados por investigadores) da lo mismo.
Una muestra interesante fue obtenida por Federico Páez, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, al analizar mil 606 artículos en ciencias ambientales publicados por mexicanos en la editorial Scopus, entre 1996 y 2008, encontró que sólo 267 se publicaron en las revistas de alto impacto mientras que 515 fueron publicados en las revistas de menor o nulo impacto y el resto en las de medio pelo.
Lo ideal sería contar con un nuevo sistema de evaluación del trabajo científico pues el actual es anacrónico y de baja calidad, orientado más a alimentar la burocracia científica y a la justificación de gastos que a contribuir al conocimiento o al desarrollo de nuestra nación.
Para medir la productividad no se toman en cuenta las patentes o inventos, tampoco los trabajos con organizaciones sociales o con empresas, actividades de alto impacto social, cultural y económico.
El principal indicador con el que se evalúa el trabajo científico y se aumenta el salario a través del Sistema Nacional de Investigadores es el número de artículos publicados en revistas científicas especializadas, pero ni siquiera se evalúa la calidad del trabajo científico o el nuevo conocimiento reportado en cada artículo, sino simplemente la cantidad de ellos.
Hay de revistas a revistas. No es lo mismo publicar en Nature, Science, PNAS, Cell, The Lancet u otras de “alto impacto” en cada campo de la investigación que en las revistas “patito”.
Publicar en las primeras es mucho más difícil pues sus comités revisores son más rigurosos y exigentes, por ello cada año sólo se publican 5 a 6 artículos de mexicanos en revistas como Nature o Science o de 50 a 60 artículos en las revistas de mayor impacto en cada disciplina. Mientras que en las otras hay centenas.
El sentido común indicaría que los trabajos publicados en este tipo de revistas se evaluarían mejor y sus autores recibirían más “tortibonos”, pero no es así, para los comités de evaluación (formados por investigadores) da lo mismo.
Una muestra interesante fue obtenida por Federico Páez, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, al analizar mil 606 artículos en ciencias ambientales publicados por mexicanos en la editorial Scopus, entre 1996 y 2008, encontró que sólo 267 se publicaron en las revistas de alto impacto mientras que 515 fueron publicados en las revistas de menor o nulo impacto y el resto en las de medio pelo.
Lo ideal sería contar con un nuevo sistema de evaluación del trabajo científico pues el actual es anacrónico y de baja calidad, orientado más a alimentar la burocracia científica y a la justificación de gastos que a contribuir al conocimiento o al desarrollo de nuestra nación.
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