Excélsior/17 de marzo de 2009
Desde las izquierdas el respeto a los derechos humanos, a la práctica y al ejercicio pleno de una ciudadanía democrática, es irrenunciable. Manipular elecciones, provocar el acarreo, comprar votos con despensas que lucran con la pobreza, no hace nada bien a la expresión política que aglutina a la mayoría de las izquierdas en el país, que es el PRD.
La definición de una corriente de este partido que busca desesperada alianzas con la derecha del gobierno federal y del panismo hegemónico, se ha traducido en su descrédito y en prácticas que están viciando de manera absoluta el quehacer de este instituto político. Para los representantes de esta corriente política que se autodenomina “nueva” pero que reproduce un pasado muy tradicional de lo que fue y sigue siendo el corporativismo y el fraude electoral del priismo, la máxima consigna del momento es “utilizar todas las formas de lucha para mantener la curul o el puesto electoral”, hasta la ignominia. Todo parece ser válido, menos llevar a cabo una jornada de educación ciudadana, de aprendizajes colectivos, para demostrar que se tienen principios y convicciones democráticos o que pueden hacerse efectivos los acuerdos políticos internos sin engaños.
Las jornadas electorales son fundamentales para realizar estos ejercicios de construcción de ciudadanía, porque hacen posible que los jóvenes, niños y adultos ejerzan y observen una participación activa en la vida política del país, desde sus derechos y responsabilidades. Educar para el ejercicio de una ciudadanía responsable, parafraseando a Jacques Delors, es proporcionar una brújula para navegar en tiempos como los que vivimos, enredados como están.
Cuando la educación cívica no se fomenta ni se promueve en los hechos ni desde los derechos, van conculcándose las posibilidades de desarrollar valores a favor de la libertad personal, la solidaridad, la tolerancia, la igualdad, el respeto y la justicia. Y todo se trastoca y se impone la exclusión ideológica, prevalece el sectarismo, el dogmatismo en el mejor de los casos, pero sobre todo la manipulación.
En la jornada electoral abierta que se llevó a cabo este domingo, el PRD volvió a dar muestras de su desgaste, de la poca importancia que le merece llevar a cabo ejercicios democratizadores. Contrasta, con todo, la entusiasta participación de muchos ciudadanos que acudieron a darle vida, desde esta sociedad civil maltratada, a la civilidad. También con la demostración de que sin trampas se puede ganar por las simpatías que se despiertan, por las ideas que se expresan, por el apoyo que se logra.
Falta mucho camino por recorrer y los candidatos que han ganado esta primera etapa tendrán que sortear la indiferencia o el ataque, la mentira, el oprobio. Habrá que buscar, otra vez, algunos mínimos acuerdos para poder remontar tantas fracturas. Educando para una ciudadanía participativa, responsable, pero es fundamental que tenga certidumbre ante sus manifestaciones y derechos. De la rapidez con la que se logre hacer conciencia de esta responsabilidad, dependerá la cohesión con la que se llegue a las próximas elecciones, pero también de si el PRD deba seguir existiendo o si lo mejor es que desaparezca para volver a empezar a construir un nuevo partido, uno que pueda enfrentar la crisis actual a favor de un proyecto que casi dé salvación nacional. Tremenda responsabilidad y con tan escasas perspectivas…
didrik@servidor.unam.mx
La definición de una corriente de este partido que busca desesperada alianzas con la derecha del gobierno federal y del panismo hegemónico, se ha traducido en su descrédito y en prácticas que están viciando de manera absoluta el quehacer de este instituto político. Para los representantes de esta corriente política que se autodenomina “nueva” pero que reproduce un pasado muy tradicional de lo que fue y sigue siendo el corporativismo y el fraude electoral del priismo, la máxima consigna del momento es “utilizar todas las formas de lucha para mantener la curul o el puesto electoral”, hasta la ignominia. Todo parece ser válido, menos llevar a cabo una jornada de educación ciudadana, de aprendizajes colectivos, para demostrar que se tienen principios y convicciones democráticos o que pueden hacerse efectivos los acuerdos políticos internos sin engaños.
Las jornadas electorales son fundamentales para realizar estos ejercicios de construcción de ciudadanía, porque hacen posible que los jóvenes, niños y adultos ejerzan y observen una participación activa en la vida política del país, desde sus derechos y responsabilidades. Educar para el ejercicio de una ciudadanía responsable, parafraseando a Jacques Delors, es proporcionar una brújula para navegar en tiempos como los que vivimos, enredados como están.
Cuando la educación cívica no se fomenta ni se promueve en los hechos ni desde los derechos, van conculcándose las posibilidades de desarrollar valores a favor de la libertad personal, la solidaridad, la tolerancia, la igualdad, el respeto y la justicia. Y todo se trastoca y se impone la exclusión ideológica, prevalece el sectarismo, el dogmatismo en el mejor de los casos, pero sobre todo la manipulación.
En la jornada electoral abierta que se llevó a cabo este domingo, el PRD volvió a dar muestras de su desgaste, de la poca importancia que le merece llevar a cabo ejercicios democratizadores. Contrasta, con todo, la entusiasta participación de muchos ciudadanos que acudieron a darle vida, desde esta sociedad civil maltratada, a la civilidad. También con la demostración de que sin trampas se puede ganar por las simpatías que se despiertan, por las ideas que se expresan, por el apoyo que se logra.
Falta mucho camino por recorrer y los candidatos que han ganado esta primera etapa tendrán que sortear la indiferencia o el ataque, la mentira, el oprobio. Habrá que buscar, otra vez, algunos mínimos acuerdos para poder remontar tantas fracturas. Educando para una ciudadanía participativa, responsable, pero es fundamental que tenga certidumbre ante sus manifestaciones y derechos. De la rapidez con la que se logre hacer conciencia de esta responsabilidad, dependerá la cohesión con la que se llegue a las próximas elecciones, pero también de si el PRD deba seguir existiendo o si lo mejor es que desaparezca para volver a empezar a construir un nuevo partido, uno que pueda enfrentar la crisis actual a favor de un proyecto que casi dé salvación nacional. Tremenda responsabilidad y con tan escasas perspectivas…
didrik@servidor.unam.mx
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