El Universal/17 de marzo de 2009
Desde hace varios meses se ha dado un extraño intercambio entre México y Estados Unidos en materia de seguridad y crimen organizado. Los vecinos del norte lanzan afirmaciones críticas sobre nuestro país o simples afirmaciones catastróficas, y aquí se desatan discusiones nacionales. La fuente puede ser un funcionario o una revista, pero el efecto interno es completamente desmesurado.
En noviembre pasado, el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos publicó un informe, Joint operating environment, en el que se establece que hay dos estados que podrían sufrir un rápido colapso, México y Paquistán (p. 40). Unas semanas después, la revista Forbes, que hoy ha vuelto a generar una reacción adversa del gobierno mexicano por ubicar a El Chapo Guzmán en su lista anual de millonarios, publicó un texto sobre México como un Estado fallido. ¿Periodismo o provocaciones? Durante enero y febrero se polemizó si nuestro Estado era fallido: se establecieron índices para tratar de medir indicadores; se discutió si había zonas que eran fallidas, entidades de la República, o si se trataba de gobiernos fallidos más que del Estado en su conjunto. No se llegó a ninguna conclusión.
Ahora ha vuelto la polémica porque otro funcionario estadounidense, el director de Inteligencia, Dennis Blair, declaró que: “La influencia corruptora y la creciente violencia de los cárteles de drogas mexicanos impiden la capacidad de gobernar en partes de su territorio y construir instituciones mexicanas efectivas” (Reforma, 11/III/09). Además, el subsecretario de Estado adjunto para asuntos de narcotráfico, David Johnson, afirmó que hay 150 mil personas en el negocio de la droga y otros 300 mil en el cultivo y producción de la mariguana y el opio (La Jornada, 11/III/09).
La respuesta del gobierno fue amplia: el propio Calderón, luego el secretario de Gobernación y la secretaria de Relaciones Exteriores negaron de forma rotunda que exista un solo punto del territorio donde no haya control del gobierno. Además, hicieron los reclamos clásicos de que EU es el mayor mercado de drogas, y que se trata de un problema de los dos países, ante lo cual no hay resultados concretos, ni en el tráfico de armas ni en el combate al lavado de dinero (EL UNIVERSAL, 12/III/09). En esta ruta, Calderón siguió la estrategia y retó a los funcionarios de EU a visitar cualquier zona del país; asimismo, criticó a Forbes y se ubicó en el gastado recurso de afirmar que es “una campaña contra México” (EL UNIVERSAL, 13/III/09).
Esta dinámica de estímulo y respuesta ya se convirtió en una rutina. Es necesario establecer un debate que modifique este resorte entre México y Estados Unidos.
Para nadie es un secreto que toda la fuerza del Estado mexicano no está alcanzando para ganarle la batalla al crimen organizado; quizá porque esa fuerza está plagada de huecos, complicidades y capturas. La estrategia de enfrentamiento, la vía punitiva que ha seguido el gobierno de Calderón, no ha sido la más exitosa y, por supuesto, no es la única. Hay diversas referencias que apuntan hacia otras vías: se tienen que invertir los recursos y las energías en atender otras partes del problema, no todo es enfrentarse con los sicarios y ver cómo crece la cifra de muertos. Urge reconocer que se comenzó una guerra —para legitimarse— sin tener todos los instrumentos y capacidades, porque no todo se resuelve con operativos militares. Pero es necesario debatir los temas, no sólo dar por supuesto que la política de seguridad y las estrategias que se llevan a cabo son las más adecuadas.
Recientemente varios ex presidentes de América Latina (Cardoso, Zedillo y Gaviria) publicaron un informe como parte de la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia y llegaron a conclusiones que es necesario debatir en México (ver www.drogasydemocracia.org).
Se parte del hecho de que la “guerra” contra las drogas con el actual enfoque punitivo está perdida; por ello se tiene que buscar un nuevo paradigma que tendría los siguientes ingredientes: es necesaria una discusión amplia e informada; se tiene que tratar el consumo de drogas como un problema de salud pública (transformar a los adictos de compradores delincuentes en pacientes); campañas innovadoras de información, orientadas sobre todo a jóvenes; focalizar las estrategias represivas y enfocar la seguridad pública a un sistema de inteligencia; reorientar las estrategias de represión al cultivo de drogas ilícitas.
Quedarnos como estamos, con una estrategia fallida y un socio poderoso que no nos hace caso, no es solución. Urge revisar las estrategias que no están dando resultado, mirar hacia otras formas de enfrentar el problema, como lo han hecho en Europa. Es necesario replantear el problema y abrir el debate…
Investigador del CIESAS
En noviembre pasado, el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos publicó un informe, Joint operating environment, en el que se establece que hay dos estados que podrían sufrir un rápido colapso, México y Paquistán (p. 40). Unas semanas después, la revista Forbes, que hoy ha vuelto a generar una reacción adversa del gobierno mexicano por ubicar a El Chapo Guzmán en su lista anual de millonarios, publicó un texto sobre México como un Estado fallido. ¿Periodismo o provocaciones? Durante enero y febrero se polemizó si nuestro Estado era fallido: se establecieron índices para tratar de medir indicadores; se discutió si había zonas que eran fallidas, entidades de la República, o si se trataba de gobiernos fallidos más que del Estado en su conjunto. No se llegó a ninguna conclusión.
Ahora ha vuelto la polémica porque otro funcionario estadounidense, el director de Inteligencia, Dennis Blair, declaró que: “La influencia corruptora y la creciente violencia de los cárteles de drogas mexicanos impiden la capacidad de gobernar en partes de su territorio y construir instituciones mexicanas efectivas” (Reforma, 11/III/09). Además, el subsecretario de Estado adjunto para asuntos de narcotráfico, David Johnson, afirmó que hay 150 mil personas en el negocio de la droga y otros 300 mil en el cultivo y producción de la mariguana y el opio (La Jornada, 11/III/09).
La respuesta del gobierno fue amplia: el propio Calderón, luego el secretario de Gobernación y la secretaria de Relaciones Exteriores negaron de forma rotunda que exista un solo punto del territorio donde no haya control del gobierno. Además, hicieron los reclamos clásicos de que EU es el mayor mercado de drogas, y que se trata de un problema de los dos países, ante lo cual no hay resultados concretos, ni en el tráfico de armas ni en el combate al lavado de dinero (EL UNIVERSAL, 12/III/09). En esta ruta, Calderón siguió la estrategia y retó a los funcionarios de EU a visitar cualquier zona del país; asimismo, criticó a Forbes y se ubicó en el gastado recurso de afirmar que es “una campaña contra México” (EL UNIVERSAL, 13/III/09).
Esta dinámica de estímulo y respuesta ya se convirtió en una rutina. Es necesario establecer un debate que modifique este resorte entre México y Estados Unidos.
Para nadie es un secreto que toda la fuerza del Estado mexicano no está alcanzando para ganarle la batalla al crimen organizado; quizá porque esa fuerza está plagada de huecos, complicidades y capturas. La estrategia de enfrentamiento, la vía punitiva que ha seguido el gobierno de Calderón, no ha sido la más exitosa y, por supuesto, no es la única. Hay diversas referencias que apuntan hacia otras vías: se tienen que invertir los recursos y las energías en atender otras partes del problema, no todo es enfrentarse con los sicarios y ver cómo crece la cifra de muertos. Urge reconocer que se comenzó una guerra —para legitimarse— sin tener todos los instrumentos y capacidades, porque no todo se resuelve con operativos militares. Pero es necesario debatir los temas, no sólo dar por supuesto que la política de seguridad y las estrategias que se llevan a cabo son las más adecuadas.
Recientemente varios ex presidentes de América Latina (Cardoso, Zedillo y Gaviria) publicaron un informe como parte de la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia y llegaron a conclusiones que es necesario debatir en México (ver www.drogasydemocracia.org).
Se parte del hecho de que la “guerra” contra las drogas con el actual enfoque punitivo está perdida; por ello se tiene que buscar un nuevo paradigma que tendría los siguientes ingredientes: es necesaria una discusión amplia e informada; se tiene que tratar el consumo de drogas como un problema de salud pública (transformar a los adictos de compradores delincuentes en pacientes); campañas innovadoras de información, orientadas sobre todo a jóvenes; focalizar las estrategias represivas y enfocar la seguridad pública a un sistema de inteligencia; reorientar las estrategias de represión al cultivo de drogas ilícitas.
Quedarnos como estamos, con una estrategia fallida y un socio poderoso que no nos hace caso, no es solución. Urge revisar las estrategias que no están dando resultado, mirar hacia otras formas de enfrentar el problema, como lo han hecho en Europa. Es necesario replantear el problema y abrir el debate…
Investigador del CIESAS
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