Milenio/15 de marzo de 2009
Investigadores ingleses se preguntan el motivo por el que la participación ciudadana disminuye de manera alarmante en Gran Bretaña. La notable disminución en los porcentajes de votantes y la aguda pérdida de confianza en el sistema político, responden, se debe a desencanto con los políticos, más que a simple incremento de la apatía política o declinación de las virtudes cívicas. El estudio se presentó al Economic and Social Research Council’s Festival of Social Science, (6 a 15 de marzo).
“La política se ha ‘despolitizado’ porque decisiones clave han sido subcontratadas a cuerpos independientes, inmunes al escrutinio”, sostienen Colin Hay de la Sheffield University y Gerry Stoker de la Southampton University.
Un comentario común… e ingenuo: la política es una porquería. Lo cierto es que la política somos nosotros. Los políticos mexicanos que tan aborrecibles nos parecen son, en primer término, mexicanos. Comparten con toda la población los mismos desprecios y prepotencias. Un diputado furioso contra el agente de tránsito que se atreve a marcarle falta no es sino un mexicano cualquiera… con fuero y credencial.
Si un político mexicano hace campaña para otros partidos que no son el suyo y sus compinches no le aplican los reglamentos internos, si aparece en campañas por medios electrónicos cuando todos los ciudadanos tenemos eso prohibido por ley y nadie lo para, si como autoridad del DF afirmaba que los amparos de ciudadanos contra actos de la autoridad le hacían “lo que el viento a Juárez” y se lo festejaban, si repite día a día la misma mentira mil veces desmentida y sube en las encuestas…
El recién inaugurado Macrobús de Guadalajara chocó, a las pocas horas de inaugurado, contra una camioneta que se pasó el alto e invadió el carril exclusivo… Pues sí, ¿no estamos los mexicanos contra toda exclusividad desde la gloriosa Revolución? ¿No hace cuanto le viene en gana, todos los días y a todas horas, el más mencionado, conocido, temido y venerado de los políticos mexicanos? Recorrió todo el país y nadie supo con que dinero; le acusaron de narco a Antonio Mejía López, jefe de sus gacelas y posterior elemento de seguridad en campaña; le habían pillado al secretario particular con bolsillos y maletín llenos de dólares, al tesorero jugando en Las Vegas cada tres semanas y llegando a trabajar, cuando no estaba en un casino de lujo, en un auto que su sueldo íntegro no habría podido pagar en años. Y sigue su marcha. ¿No se comprueba así que es viento del pueblo, así sea el más pestilente viento?
Qué es, sino la más nauseabunda demostración de que, como dicen los investigadores ingleses, hemos “subcontratado decisiones clave para independizarlas del escrutinio”, de la indagación ciudadana, de la loada transparencia. Nadie sabe cómo lo hace, pero lo hace y nadie se atreve a pedirle cuentas en la feria de los serviles.
Ah, pero no diga un gringo que hemos perdido control de territorios tomados por el narcotráfico, o un diario francés que hemos creado un sistema de justicia corrupto hasta la médula porque “¡mas si osare un extraño enemigo…!”, nuestro sonoro rugir estremece en sus centros la Tierra.
Números del creciente desafecto británico por la política: en las elecciones de 2001 y 2005, el porcentaje de votantes rondó el 60 por ciento, la cifra más baja desde la Segunda Guerra Mundial. Pero que, en México, no sería mala. Lo peor es el caso de los jóvenes: entre los de 18 a 24 años el porcentaje se reduce al 37 por ciento.
Los votantes se alejan porque los políticos descargan decisiones hacia entidades no elegidas en aspectos clave como vivienda, salud, uso del suelo o tasas de interés. “Con eso dicen que tienen poca fe en sí mismos”, señala el estudio.
En eso difieren por completo de los políticos mexicanos: éstos son expertos en todo: saben que al país no le convienen capitales para construir refinerías que den trabajo a mexicanos y paguen impuestos a México; saben que los maestros tienen derecho a vender, heredar o rentar su plaza; que el sindicato petrolero no debe ser irritado con el pétalo de una auditoría; que nada hay mejor que un país sin trenes para que así los políticos se apropien flotillas de camiones.
Nos volvemos a parecer en otro aspecto: “La competencia electoral se ha reducido cada vez más al nivel de una hermosa contienda entre candidatos cuyo mayor distintivo se basa cada vez menos en diferencias acerca de convicciones políticas y en una plataforma política sustantiva”, dice Hay. Óigalos en radio: todos van a abatir la pobreza, pero a la hora de legislar hacen todo para que sigamos igual, al fin y ellos se suben sus salarios cuando quieren.
“Si hemos de reanimar y revitalizar la política, necesitamos recrear el espacio para la toma de decisiones pública y visible. En breve, necesitamos recrear el espacio para la política.”
Why we hate politics.
Contacto: Colin Hay, Universidad de Sheffield, c.hay@sheffield.ac.uk
“La política se ha ‘despolitizado’ porque decisiones clave han sido subcontratadas a cuerpos independientes, inmunes al escrutinio”, sostienen Colin Hay de la Sheffield University y Gerry Stoker de la Southampton University.
Un comentario común… e ingenuo: la política es una porquería. Lo cierto es que la política somos nosotros. Los políticos mexicanos que tan aborrecibles nos parecen son, en primer término, mexicanos. Comparten con toda la población los mismos desprecios y prepotencias. Un diputado furioso contra el agente de tránsito que se atreve a marcarle falta no es sino un mexicano cualquiera… con fuero y credencial.
Si un político mexicano hace campaña para otros partidos que no son el suyo y sus compinches no le aplican los reglamentos internos, si aparece en campañas por medios electrónicos cuando todos los ciudadanos tenemos eso prohibido por ley y nadie lo para, si como autoridad del DF afirmaba que los amparos de ciudadanos contra actos de la autoridad le hacían “lo que el viento a Juárez” y se lo festejaban, si repite día a día la misma mentira mil veces desmentida y sube en las encuestas…
El recién inaugurado Macrobús de Guadalajara chocó, a las pocas horas de inaugurado, contra una camioneta que se pasó el alto e invadió el carril exclusivo… Pues sí, ¿no estamos los mexicanos contra toda exclusividad desde la gloriosa Revolución? ¿No hace cuanto le viene en gana, todos los días y a todas horas, el más mencionado, conocido, temido y venerado de los políticos mexicanos? Recorrió todo el país y nadie supo con que dinero; le acusaron de narco a Antonio Mejía López, jefe de sus gacelas y posterior elemento de seguridad en campaña; le habían pillado al secretario particular con bolsillos y maletín llenos de dólares, al tesorero jugando en Las Vegas cada tres semanas y llegando a trabajar, cuando no estaba en un casino de lujo, en un auto que su sueldo íntegro no habría podido pagar en años. Y sigue su marcha. ¿No se comprueba así que es viento del pueblo, así sea el más pestilente viento?
Qué es, sino la más nauseabunda demostración de que, como dicen los investigadores ingleses, hemos “subcontratado decisiones clave para independizarlas del escrutinio”, de la indagación ciudadana, de la loada transparencia. Nadie sabe cómo lo hace, pero lo hace y nadie se atreve a pedirle cuentas en la feria de los serviles.
Ah, pero no diga un gringo que hemos perdido control de territorios tomados por el narcotráfico, o un diario francés que hemos creado un sistema de justicia corrupto hasta la médula porque “¡mas si osare un extraño enemigo…!”, nuestro sonoro rugir estremece en sus centros la Tierra.
Números del creciente desafecto británico por la política: en las elecciones de 2001 y 2005, el porcentaje de votantes rondó el 60 por ciento, la cifra más baja desde la Segunda Guerra Mundial. Pero que, en México, no sería mala. Lo peor es el caso de los jóvenes: entre los de 18 a 24 años el porcentaje se reduce al 37 por ciento.
Los votantes se alejan porque los políticos descargan decisiones hacia entidades no elegidas en aspectos clave como vivienda, salud, uso del suelo o tasas de interés. “Con eso dicen que tienen poca fe en sí mismos”, señala el estudio.
En eso difieren por completo de los políticos mexicanos: éstos son expertos en todo: saben que al país no le convienen capitales para construir refinerías que den trabajo a mexicanos y paguen impuestos a México; saben que los maestros tienen derecho a vender, heredar o rentar su plaza; que el sindicato petrolero no debe ser irritado con el pétalo de una auditoría; que nada hay mejor que un país sin trenes para que así los políticos se apropien flotillas de camiones.
Nos volvemos a parecer en otro aspecto: “La competencia electoral se ha reducido cada vez más al nivel de una hermosa contienda entre candidatos cuyo mayor distintivo se basa cada vez menos en diferencias acerca de convicciones políticas y en una plataforma política sustantiva”, dice Hay. Óigalos en radio: todos van a abatir la pobreza, pero a la hora de legislar hacen todo para que sigamos igual, al fin y ellos se suben sus salarios cuando quieren.
“Si hemos de reanimar y revitalizar la política, necesitamos recrear el espacio para la toma de decisiones pública y visible. En breve, necesitamos recrear el espacio para la política.”
Why we hate politics.
Contacto: Colin Hay, Universidad de Sheffield, c.hay@sheffield.ac.uk
Mi página web:http://www.luisgonzalezdealba.com/
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