martes, 14 de octubre de 2008

¿El regreso al pasado?

Alberto Aziz Nassif
El Universal/14 de octubre de 2008

¿De qué se trata la posible recuperación electoral del PRI? Ahora que los golpes de la crisis económica afectan con dureza a nuestro país y el PRI gana importantes posiciones en Guerrero, no podemos dejar de pensar en paisajes del pasado, en un regreso.
Ha sucedido en otras partes del mundo; en algunos países de Europa central los viejos partidos comunistas regresaron al poder después de unos años, o por lo menos regresó una nueva clase política que —con careta democrática— recuperó el poder. Después de las transiciones lo que seguía, teóricamente, era la construcción de un nuevo régimen político, cuya parte central era la transformación institucional para generar nuevas dinámicas de operación. Al mismo tiempo, otro de los rasgos más importantes de las transiciones exitosas fue la edificación de una nueva hegemonía política y cultural como condición para enterrar de forma definitiva al viejo régimen.
En México resulta completamente lejano considerar a nuestra democracia como exitosa. Al contrario, tenemos una transición fallida, con una política poblada de desconfianza y dosis enormes de desencanto. El deterioro de actores políticos, gobernantes y partidos es un dato constitutivo de esta fase de postransición que vivimos como país.
El cuadro de la política y las posibilidades de un regreso del priísmo al poder obedecen a un juego complicado de factores que se ubica en esta postransición degradada.
No se trata de una transformación del viejo partido gobernante en una opción atractiva y renovada, a pesar de que el priísmo se diga que es la nueva socialdemocracia mexicana. Cuando se observan las piezas de esa maquinaria, lo que vemos es un partido muy similar al que había cuando el PRI perdió la Presidencia de la República en el 2000 o cuando la volvió a perder de forma severa en 2006. ¿Por qué gana otra vez y vuelve a tener una intención del voto alta para 2009?
Hay que analizar la responsabilidad de los otros. El panismo gobernante ha dilapidado capital político a manos llenas; ese nuevo partido gobernante está muy lejano de sus ofertas democratizadoras; la mancha que dejó el foxismo, uno de los mayores responsables de la polarización en la que seguimos inmersos desde hace varios años, no se podrá quitar fácilmente.
El régimen calderonista está debilitado por un cuestionamiento a su legitimidad de origen; vive una suerte de segundo salinismo, con un proyecto similar, pero sin la astucia, sin el equipo para sacarlo adelante y, sobre todo, sin el control del aparato que tuvo el priísmo en esos años. El panismo ha dejado de ser una mejor opción de gobierno a la que representaba el PRI. Navega con los peores aliados y las costras más duras del viejo régimen, les ha dado nuevo oxígeno y mucho dinero.
El perredismo y la izquierda no han dejado de caer desde 2006. La división interna, las erráticas estrategias de protesta, su incapacidad para recuperarse de mejor forma de la derrota, los tienen sumidos en una caída libre que tendrá fuertes impactos electorales durante 2009.
¿Qué vemos cuando miramos al PRI? Sin duda, el cinismo de una clase política que, sin reciclarse, simplemente ha esperado el resultado de la polarización entre izquierda y derecha, y le han empezado a caer en las manos los frutos de ese árbol degradado. El PRI no tiene que cambiar, sólo tiene que evitar divisiones y pleitos internos, porque los otros que han gobernado han demostrado con creces que no son mejores que ellos, sino, en muchas ocasiones, peores. Al PRI lo podemos ver a través de la impunidad de Mario Marín en Puebla o de Ulises Ruiz en Oaxaca, pero también a través de Peña Nieto y sus perfil de “modernidad” televisiva en el estado de México. El posible regreso al pasado es, sin duda, como dijo Lorenzo Meyer, un fracaso histórico. ¿Quién extraña al PRI en el poder? ¿Quién hace la diferencia? ¿Dónde están los contrapesos? Mientras tanto, siguen explotando las granadas y la crisis económica acaba de iniciar…

Investigador del CIESAS

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