viernes, 22 de mayo de 2009

Las horas finales de la autonomía universitaria en Sinaloa

Jorge Medina Viedas

La Primavera es un exclusivo desarrollo urbano en el que viven algunas de las familias más pudientes de Culiacán. El fraccionamiento, ubicado a pocos kilómetros de la ciudad capital del estado de Sinaloa, está protegido y circuido por un muro que se eleva varios metros, y a él se accede sólo previa autorización de los policías que custodian lo que parece una reservación posmoderna y hortera.
El 12 de mayo a las 8.30 de la noche, dos días antes de la elección del rector por el Consejo Universitario de la Universidad Autónoma de Sinaloa, en el Club Náutico de La Primavera, varios de los politizados y acaudalados miembros de la clase dominante de Culiacán, junto con el gobernador Jesús Aguilar Padilla, recibieron el informe terminante e inapelable del rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Héctor Melesio Cuen, en el cual les daba a conocer quién lo sucedería en el cargo.
Cuen Ojeda ofreció esta distinción al secretario de Educación, Florentino Castro López, y a empresarios poderosos como Enrique Coppel Luken, Juan Manuel Ley, Eustaquio de Nicolás de Homex. También a Alejandro Sánchez del Codesin, a Samuel Campos de la Coparmex, a Francisco Madero de Televisoras Grupo Pacífico, a Miguel Loredo de Ejecutivos de Ventas y Vicente Guerrero de la Asociación de Hoteles y Moteles, y a varios más.
El próximo titular de la rectoría de la UAS, les dijo Cuen a todos los convocados, sería Antonio Corrales Burgueño, y no Sylvia Paz Camacho, como les había anunciado meses atrás.
—Pero ella tiene sobrados méritos académicos —le recordaron los empresarios.—Pero yo quiero lealtad por encima de todo —los atajó Cuen.—¿Es una decisión tomada que no sea Sylvia Paz?—Es una decisión tomada.
Así ocurrió. Con anticipación a la decisión formal del Consejo Universitario, de acuerdo con el reporte del periódico sinaloense, Río Doce, un grupo ajeno a la Universidad Autónoma de Sinaloa, conoció y de hecho aprobó el nombramiento del rector para el periodo 2009-2013.
Sin ningún pudor político y sin ninguna consideración moral. Por encima de la ley y al margen de una comunidad de casi 100 mil universitarios.Sin el más mínimo respeto a la autonomía universitaria.
En efecto, horas después de que el rector arrastró a la tumba a la autonomía universitaria, el Consejo Universitario siguiendo mansa y mayoritariamente con sus instrucciones, votó a favor de Corrales. El doctor en Ciencias de la Educación recibió 207 votos. Sylvia Paz, la señalada favorita hasta antes de la reunión de La Primavera, obtuvo 34 votos. Uno apenas Gonzalo Armienta Hernández, y dos abstenciones.
Florencio Posadas, investigador de la UAS, comentarista expulsado de un programa de Radio UAS, por criticar la ilegalidad del procedimiento de elección de rector, ante estos hechos, escribió:
“Ahora se entiende mejor porque (sic) el miércoles 13 de mayo, un día antes de la votación para nombrar rector, sobre el escritorio del Gobernador del Estado, Jesús Aguilar Padilla, ya se encontraba el nombre del nuevo rector Víctor Antonio Corrales Burgueño… En pocas palabras, mucho antes de que se iniciara la Sesión del Honorable Consejo Universitario, se conociera el informe de la Comisión de Postulación, se elaboraran las boletas, se fabricaran las urnas, se nombraran los escrutadores y se votara en secreto y en conciencia, ya se conocía el nombre del ganador y el resultado exacto de la votación, considerando que el 15 por ciento de los consejeros leales a Silvia Paz rechazarían la consigna”.
Ante la evidencia, se hacían efectivas las palabras de un grupo de universitarios que se negaron a participar en el proceso que consideraban viciado de origen por el ambiente de intimidación que existía y porque “la convocatoria emitida carecía de bases para garantizar un proceso amplio, abierto, transparente, equitativo, que permita seleccionar a la persona idónea para conducir los destinos de la UAS”. (Guillermo Ibarra Escobar, Santos López Leyva, Carlos Karam Quiñónez, Ana Lucía Escobar Chávez, Carmen Audelo, Patricia González., Ana Luz Ruelas, Rafael Rentería, todos con maestros de la UAS con posgrado)
Con esta elección de rector, prácticamente concluye la gestión rectoral que regresó a la Universidad Autónoma de Sinaloa a los primeros años sesenta.
"La UAS retrocedió cincuenta años", exclamó hace unos días un trabajador universitario.
Sin embargo, el rector Cuen Ojeda, como lo presumían en España los franquistas a la muerte del dictador, considera que deja en la UAS, “todo atado y bien atado”.
Hinchado de ego y prepotenciaPero como el dictador, con una estela de abusos, arbitrariedades y corrupción y resentimientos persiguiéndolo. Y esto sólo lo acumula quien se ha hecho de un poder inmenso y lo ha ejercido a su antojo. Un poder que sólo se logra cuando las instituciones son débiles y cuando se han agotado determinadas normas y modelos de convivencia. En la Universidad Autónoma de Sinaloa, el ex rector Gómer Monárrez, con su gestión corrupta y personalista, acabó de socavar la debilitada estructura institucional y dejó a la Universidad sin fuerza moral.
No se necesitan demasiadas explicaciones para entender que sobre ese cuerpo menguado y una comunidad universitaria despolitizada, comodina y extraviada, confundida en su esquema de valores, era muy posible que se fraguaran las condiciones propicias para que emergiera alguien dispuesto a ofrecer los remedios para curar los males que significaban, en especial, los procesos internos de elección de las autoridades, y por donde se minaba la vida académica de la casa de estudios, y de paso su prestigio social.
Con esa coartada de por medio, muchos creyeron en la causa de Cuen como rector. Tampoco es difícil entenderlo: las campañas para elegir a rector eran vergonzosas. Él mismo llegó a la rectoría con el voto universal, en medio del dispendio y la corrupción.
Pero la coartada por una nueva ley que modificara esta anomalía, sirvió para que se configurara la antidemocracia y un nuevo corporativismo orgánico, capaz de darle toda la fuerza al grupo dominante en la rectoría.
La nueva ley que aprobó el congreso a petición de Cuen, fue una clara supresión de la vida democrática de la institución. No sólo eso: se aprobó sobre la base de que todo el pasado democrático y de lucha de la UAS, era condenable, aborrecible y por lo cual debía de ser irrepetible. Un quid pro quo, que los grupos del poder económico y político aceptaron gustosos.
La misma coartada con distinta estrategia utilizó para liquidar a los sindicatos. Sobre sus fragilidades y sus defectos, lanzó otra ofensiva que nadie podía cuestionar, pero a lo cuestionable, sumó su decisión de acabar con el sentido mismo del sindicalismo. De manera arbitraria, entre protestas de los trabajadores, canceló prerrogativas que, ciertamente excesivas, pudiendo ser objeto de negociación, lo hizo con su modo y estilo autoritario. La Subsecretaría de Educación Superior aplaudió sus “reformas estructurales”, cuyo incumplimiento van a lamentar en pocos años, no los actuales funcionarios, sino los que lo sucedan.
Los sindicatos, gracias al rector, quedaron liquidados. Ahora son organizaciones blancas al servicio de la parte patronal.
Sus “victorias” lo engolosinaron. A las autoridades estatales y federales las engañó y las sometió a su juego. Fue conocido que se dio el lujo de no contestarle una llamada telefónica al propio gobernador Aguilar, quien lo procuraba con urgencia para evitar un mal entendido político, relacionado con asuntos presupuestales de la UAS.
En una columna, el periodista Ismael Bojórquez dibujó resumidamente las pulsiones mentales de Cuen en la rectoría de la UAS: “Hinchado de ego convirtió el rectorado en una tiranía sorda, excluyente. No había crítica al rector que no tuviera una respuesta abierta o soterrada, franca o encubierta. De tal forma que logró el objetivo de acallar a sus enemigos dentro de la UAS a través del terror. A la expulsión de Aarón Quintero y Heriberto Arias, siguieron las campañas contra Carlos Karam, Teresa Guerra, Ana Luz Ruelas, Santos López Leyva. Y a través de testaferros, decenas de figuras en las escuelas y órganos universitarios que se atrevían a criticar al rector recibían como respuesta el aislamiento y la represión laboral. Los propios hombres y mujeres que habían servido o sirven todavía a Melesio Cuen, fueron objeto de reprimendas y advertencias: “Que no se les olvide, aquí mando yo, nadie más”.
Reprime, calumnia y gimeEn efecto, el ya casi ex rector, desde su arribo a la rectoría se propuso expulsar o desautorizar a todos sus adversarios o a quienes le significaran algún problema al logro de sus propósitos. A unos les arrebataba el sustento económico; a otros los acorralaba, los atacaba sin piedad, apoyado en un cuerpo administrativo con funciones de Ministerio Público; así fue como corrió a Aaron Quintero Pérez, uno de los líderes históricos del sindicalismo; su ofensiva aquí fue letal: lo despidió con la más absoluta impunidad y sin el más mínimo respeto a la legislación laboral: lo hizo a un lado y lo dejó sin trabajo. El golpe contra el otrora intocado líder del Sindicato de Académicos, fue pedagógico. Estableció el terror. ‘Si corrió a Aaron, lo puede hacer con todos’.
Y así dirigió la Universidad Autónoma de Sinaloa. Ejemplo de institución democrática, espacio de libertad y de crítica, la máxima casa de cultura del estado fue perdiendo identidad. Parecía un contrasentido que un rector de ella fuera un represor. Lo fue: vestido de samaritano de la academia y bajo la consigna ñoña de “somos grandes somos UAS”, iba haciendo a un lado a sus adversarios, aislándolos, segregándolos, hasta acotar la libertad de la comunidad a los límites de sus deseos y sus intereses.
Por disentir, por defenderse, llevó al ministerio público a tres prestigiados investigadores, Rodrigo López Zavala, Guillermo Ibarra Escobar, José Guadalupe Yáñez y Santos López Leyva.
En el Consejo Universitario, oficiaba como un pastor; tomaba más de una hora para ofrecer un “informe institucional”. En el contexto de la sucesión, envuelto en el frenesí del poder y de su pérdida que veía cercana, el 2 de abril, una crítica de la doctora Ana Luz Ruelas a su proceder, le agotó su paciencia. Acordó que el Consejo Universitario investigara y procediera contra quien hiciera críticas contra la UAS, bajo la amenaza de ser expulsados de la universidad quien resultara culpable. Aplicó lo que los universitarios llamaron una ley mordaza. El caso de la doctora Ana Luz Ruelas es emblemático, no por la actitud intolerante de Cuen, sino por la dignidad que ella ha demostrado, y que es el mejor signo de que estos valores aún perduran en la conciencia de muchos universitarios.
Intervinieron en defensa de la doctora Ruelas, organizaciones nacionales e internacionales. Al rector no le importaron las denuncias. Siguió adelante y amenazando.
Otros universitarios fueron víctimas de su actitud persecutoria. Los acosaba hasta cerrarles las expectativas. Buscaba minarlos moralmente. A periodistas aliados que trabajaban para él en Radio UAS, los defenestró de la noche a la mañana. Y a los críticos de algunos medios, si no conseguía su sumisión por la vía del dinero, los llenaba de adjetivos y acusaciones; en su propósito de desprestigiarlos y desautorizarlos, expelía un lenguaje vil e infamante.
Se lo dijo en la reunión del Consejo Universitario en que se eligió a rector el investigador Rodrigo López Zavala: “No (hay que) confundir la crítica con la denostación”. Y fue directo: "El rectorado se va con una deuda: la persecución y el hostigamiento a quien pensaba distinto" (Río Doce, 18 de mayo).
Cuatro años de farsaFueron cuatro años en los que los logros fueron obnubilados por la farsa y la represión. Los aspirantes a la rectoría, Sylvia Paz y Gonzalo Armienta Hernández (que para nada pueden considerarse enemigos de Cuen), revelaron en sus propuestas de programas de gobierno carencias y debilidades de la UAS. Indicaron las deficiencias en todos los órdenes: se refirieron al abandono a los estudiantes y a un profesorado que gana menos que otros académicos de otras instituciones; ante la Comisión de Postulación denunciaron que hay un bajo porcentaje de titulación en los programas de licenciatura comparados con la eficiencia terminal, que es de 67 por ciento; sólo 13 por ciento de la matrícula de posgrado es atendido en programas reconocidos por su calidad.
Sylvia Paz fue a más: habló de la inadecuada integración en el trabajo de los cuerpos académicos, de la desarticulación de las funciones sustantivas de la institución, del número insuficiente de profesores de tiempo completo y la concentración de programas educativos diversos en el centro del estado. Y para que no hubiera dudas, Paz Camacho, demostró que el número de miembros del Sistema Nacional de Investigadores es bajo y que la infraestructura de carácter transversal en las unidades académicas, es notoriamente insuficiente.
O sea, a la UAS le falta un largo trecho por caminar para ser una universidad de calidad y eso no debe avergonzar a nadie. La calidad es una búsqueda permanente que libran todas las universidades de México.
Pero por cuatro años, Cuen se empeño en imponer una falsa visión de la realidad universitaria. Quiso hacer creer que él inventó la universidad, que todo se hizo a partir de él.
Además, se convirtió en el rector del miedo. Le mataron a su abogado al principio de su gestión y ni se inmutó. Eso ya hablaba de una mentalidad fría e implacable de origen, que anticipaba el carácter y el empuje hacia sus objetivos, y el evidente deseo de lograrlos sin pensar en los medios materiales o morales.
Sin duda que Cuen logró mucho más de lo que pensó al principio de su rectorado. Lo hizo con audacia y agresividad en un lugar de débiles. Socavó la libertad de expresión y de crítica, negando la esencia de la universidad.
Pero haber enterrado la autonomía universitaria de la UAS y entregar la constancia de su defunción al grupo de La Primavera, establece un parteaguas en la historia, no de la Universidad Autónoma de Sinaloa, sino de un estado que de esa manera corre el riesgo de ver caer abatidos los fundamentos jurídicos y morales de su vida institucional. Y en todo caso, será la propia comunidad universitaria la que juzgue y la que se haga cargo de revivir la dignidad, la democracia y la autonomía universitaria.


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