lunes, 21 de julio de 2008

Conocimiento: de Humboldt a Google

Pascal Beltrán del Río
13-Jul-2008/Periódico EXCELSIOR

Dos lecturas cayeron en mis manos la semana pasada: La medición del mundo, extraordinaria novela de Daniel Kehlmann sobre las vidas paralelas de Alexander von Humboldt y Carl Friedrich Gauss, y el puntilloso ensayo de Nicholas Carr sobre los efectos de internet en la formación del conocimiento, is Google making us stupid?, publicado en la edición de julio-agosto de la revista The Atlantic Monthly.

Di con la primera gracias a la recomendación e insistencia de mi amigo Georg Boomgaarden, funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania, país donde la novela de Kehlmann se convirtió el año pasado en una verdadera sensación editorial. Traducido posteriormente a varios idiomas, el libro es ya la segunda obra escrita en alemán más vendida, después de El perfume, de Patrick Süskind.

Más allá de alguna referencia periodística de su novela anterior, Yo y Kaminski (2003), no tenía mucha idea del gran talento narrativo de Kehlmann, quien tiene sólo 33 años de edad y es, igual que Süskind, originario de Baviera.

-¿Qué de nuevo puede escribirse sobre Humboldt?, dije con incredulidad a Boomgaarden.

-Léela y verás, me retó.

La compré en inglés, ignorante de que editorial Diana la trajo a México hace varios meses, cosa que supe apenas hace unos días.

Paradójicamente, La medición del mundo casi no ha llamado la atención aquí, en buena medida porque la editorial ha hecho poco por promover la obra. Y eso que uno de sus capítulos está dedicado a la visita que el barón de Humboldt hizo a La Nueva España, entre marzo de 1803 y marzo de 1804; entró por Acapulco y salió por Veracruz.

Prueba de que Diana no le tuvo fe a un libro que ya es un bestseller mundial es que la editorial colocó muy pocos ejemplares en librerías. También es desafortunada su elección de portada —aburrida, digna de un libro de texto—, cuando las ediciones en otros idiomas están ilustradas por el soberbio retrato de Humboldt, pintado por Weitsch, que se exhibe en el Staatliche Museen de la capital alemana.

Sin embargo, si tiene oportunidad de hacerse de un ejemplar de esta novela histórica (en ambos sentidos), no la deje pasar.

El hallazgo ha redefinido para mí la expresión leer en una sentada, maleada como todos los lugares comunes. La historia de Humbolt y Gauss, dos gigantes del intelecto alemán dispuestos a medirlo todo, prueba que las líneas paralelas sí llegan a encontrarse, porque el espacio está “doblado y torcido y es sumamente extraño”.

Pronto se van a cumplir 150 años de la muerte de Humboldt, ocurrida en Berlín (el aniversario será el 6 de mayo de 2009, para ser exactos). La vida del explorador prusiano, retratada con fina ironía por Kehlmann, es testimonio de que hubo un tiempo en que el conocimiento se adquiría planta por planta y roca por roca, incluso al utilizar el propio cuerpo como doloroso tubo de ensayo, de un modo muy distinto a la sabiduría instantánea que se procura hoy en día por medio de internet.

No se entienda el comentario anterior como una crítica a la llamada supercarretera de la información. Soy el primero en reconocer las enormes ventajas que ha traído para oficios como el mío. Una investigación documental que anteriormente se llevaba semanas, puede hacerse ahora en pocos minutos. Buscadores como Google ayudan a sacar la vuelta a los muros de silencio de quienes buscan ocultar la información.

Sin embargo, la comodidad de encontrar en segundos el dato que tomó a otros meses o años de investigación nos ha costado la habilidad de leer y concentrarnos.

“Mientras más usamos la web, más nos cuesta trabajo mantenernos enfocados en la lectura de un texto largo”, sostiene Nicholas Carr, el polémico estudioso de las tecnologías de la información.

El promo de su ensayo, en la portada de The Atlantic Monthly, llamó mi atención durante una espera en la estación de trenes de Chicago.

“La red está corroyendo mi capacidad de concentración y contemplación”, admite el ex director de la Harvard Business Review. “Mi mente ahora espera absorber información de la manera en que la red la distribuye: en un rápido flujo de partículas”.

Carr afirma que internet está moldeando nuestras mentes y cambiando la manera en que adquirimos el conocimiento. La red “distribuye nuestra atención al tiempo reduce nuestra concentración”, describe. “A pesar de todo lo que se ha escrito sobre ella, ha habido poca consideración sobre cómo nos está reprogramando”.

Crítico de la seriedad de sitios enormemente consultados por quienes buscan atajos en su trabajo de investigación, como Wikipedia, Carr dice que “la ética intelectual de la red se mantiene muy oscura”.

Y opina que detrás del propósito explícito de los fundadores de Google de reemplazar el trabajo de la mente humana con máquinas procesadoras de datos a alta velocidad está el interés comercial.

“Mientras más rápido navegamos por la red, mayores oportunidades damos a Google y otras compañías para recabar información sobre nosotros y hacernos llegar su publicidad… Está en su interés económico conducirnos a la distracción.”

Bien dice Carr que no se trata de criticar procesos humanos, que, como la adopción de la escritura y la imprenta, han modificado la forma de ser del hombre pero le han traído innegables beneficios.

Se trata de no perder la capacidad de pensamiento y crítica, la de crear nuestro propio mundo de ideas y volver la vista para admirar el camino por el que hemos llegado a donde nos encontramos.

Como dice el Humboldt, de Kehlmann, a su compañero de aventuras, Aimé de Bonpland: “Sin establecer continuamente la propia posición, ¿cómo puede uno aspirar a avanzar?”.

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