jueves, 24 de julio de 2008

La Medalla Eduardo Neri a Granados Chapa

Humberto Musacchio
Excélsior on line/24-Jul-2008


Varios grupos de periodistas promueven que el Senado de la República le entregue a Miguel Ángel Granados Chapa la Medalla Eduardo Neri al Mérito Cívico. Pocos mexicanos tan calificados como él para recibir esa distinción que premia el interés por los asuntos nacionales, la solidaridad social y el respeto a las leyes, cualidades que encarna el célebre columnista.

Como es sabido, don Eduardo Neri Reynoso fue un abogado guerrerense de excepción. Era diputado federal en 1913, cuando Victoriano Huerta encabezó el golpe de Estado contra el presidente Francisco I. Madero. Ante la pretensión del Chacal de disolver el Congreso, un grupo de legisladores opuso vigorosa resistencia. En aquellas jornadas brilló Neri Reynoso por su valentía, su convicción de que debía respetarse el marco legal y su amor por México, que le permitía advertir el daño severísimo que implicaba el rompimiento del orden constitucional.

A diferencia de Belisario Domínguez, don Eduardo Neri sobrevivió a aquellos hechos y a la dictadura misma, pues vivió para contar los días terribles del cuartelazo y todavía pudo ser procurador general de la República durante el periodo presidencial de Álvaro Obregón, aparte de una vez diputado y dos más senador.

Viene al caso contarlo porque no hay partido ni particular que tengan el monopolio del patriotismo, pero en los momentos más extremadamente delicados brilla el talento y la valentía de mexicanos que se atreven a disentir, a decir no y a decirlo en voz alta. Granados Chapa es de ésos. Lo demostró cuando finalizaba el sexenio de José López Portillo y la infaltable corte de aduladores le regaló al todavía mandatario un rancho equipado con las instalaciones más modernas y costosas.

En su Plaza Pública, que entonces aparecía en el viejo unomásuno, Miguel Ángel dio a conocer lo anterior y advirtió que no se trataba de un gesto desinteresado, pues los donantes eran colabores cercanos de aquel Presidente o personas de alguna manera beneficiadas por él. El periodista, inteligentemente, decía estar seguro de que López Portillo no aceptaría aquella propiedad, pues hacerlo daría lugar a interpretaciones poco favorables para los donantes y el recipiendario.

Contra los usos y costumbres del sistema político mexicano, López Portillo no guardó silencio, que hubiera sido la fórmula más fácil para remontar el trance, ya fuera porque hubiera decidido quedarse con el rancho o porque su conciencia lo obligara a no aceptar un presente tan comprometedor. Era 1982, el país ya estaba metido en una crisis de la que todavía no salimos y el periodista, para entonces dueño de un enorme prestigio que ha venido acrecentando, había sido tan respetuoso, preciso y contundente que ocurrió algo hasta entonces impensable: el Presidente de la República le respondió.

En una carta que recuerdo, palabras más, palabras menos, contestó JLP que había leído a Granados Chapa y lamentaba tener que renunciar al obsequio aquél, por el que notoriamente suspiraba. Dijo que su negativa a recibir el rancho obedecía a que deseaba evitar malas interpretaciones. Así, aquel episodio concluyó con un triunfo del buen periodismo sin desdoro para la investidura presidencial.

Hoy tal vez no falte quien proceda del mismo modo ante un Presidente favorecido por dádivas y cochupos, pero hacerlo en aquellos años podía significar que el periodista atrevido se quedara sin empleo y sin espacio para publicar o fuera conminado a salir de la Ciudad de México o incluso del país. Pero la columna de Miguel era tan impecable en las formas y tan precisa en lo que señalaba, que a López Portillo no le quedó más que aceptarlo.

Por supuesto no es ésa la única vez en que Granados Chapa ha tenido que dar un paso al frente en nombre de la sociedad. Lo ha hecho siempre que ha sido necesario, pocas veces con tanto y tan resonante éxito, pero siempre con pleno acatamiento de las formas, con una veracidad sin sospecha y un lenguaje correcto y preciso que le dan una contundencia que mucho recuerda, guardadas las diferencias de tiempo, a Francisco Zarco.

Miguel Ángel Granados Chapa es el audaz muchacho que se inició como reportero en el semanario Crucero que a mediados de los 70 publicó Manuel Buendía; el muy joven subdirector de Excélsior en los años en que esta casa fue encabezada por Julio Scherer; el cofundador de Proceso y director de Radio Educación en la mejor época de esa emisora, el que echó a andar en Cine Mundial, hace poco más de 30 años, su hoy indispensable Plaza Pública, la acreditada columna que es ejemplo cotidiano de buen decir, de tino periodístico y de la más alta ética profesional.

Lo anterior sería suficiente para hacerlo merecedor de cualquier distinción, pero agreguemos que fue subdirector en la mejor época de unomásuno y fundador del diario La Jornada, al que durante un decenio prestigió con sus luces; dirigente de la Unión de Periodistas Democráticos, conductor de radio y presencia indispensable en la vida nacional de los últimos 40 años. No es poco.

hum_mus@hotmail.com

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