martes, 18 de mayo de 2010

Desaparecido

Héctor Aguilar Camín
Milenio/18 de mayo de 2010

A las 2 de la tarde del domingo en que empecé a escribir este artículo no había ningún indicio del paradero de Diego Fernández de Cevallos o de las razones de su desaparición. A las 9 de la mañana del lunes en que reanudo el intento de escribirlo, tampoco.

Sólo se sabe que fue secuestrado de su rancho sin vigilancia, que el rastro de sangre era suyo, que nadie había pedido hasta ahora un rescate por secuestro o reivindicado el hecho.

Lo más inteligente que escuché al respecto fue de un amigo de Diego que me dijo al teléfono: “Lo único que pido es que lo dejen hablar. Si lo dejan hablar, él arreglará su secuestro”.

Lo demás fue un terrible espectáculo de lo que Gil Gamés, cronista impar del diario La Razón y la revista Nexos, calificó como “periodismo presunto”. Su itinerario de lector en busca de noticias no tiene desperdicio. Dice así:

La mañana del domingo, Gamés buscó información sobre el secuestro de Diego Fernández de Cevallos, pero encontró muy poco, más bien nada. En cambio halló ficciones notables bajo palabras como presunto, trascendido, supuesto, dicen fuentes oficiales.

El periodismo de ficción logró en La Jornada un capítulo superior del género. Según la corresponsal Mariana Chávez, ‘el presunto secuestro’ de Fernández de Cevallos ‘acrecienta las dudas sobre la seguridad en Querétaro’. ‘Fuentes consultadas’, escribe la corresponsal, ‘afirman que existe un presunto pacto entre narcotraficantes para no protagonizar enfrentamientos porque allí radican sus hijos y familiares’.

“Gil siguió leyendo la nota de la presunta corresponsal y llegó a este valle prosístico: ‘La zona serrana del estado de Querétaro es ruta de paso de Los Zetas, donde tampoco han ocurrido enfrentamientos entre presuntos narcotraficantes o entre éstos y la policía, agregan las fuentes’. Bien leído, a este género periodístico se le podría llamar periodismo presunto.

“El presunto Gamés no sacó en claro nada que no fuera la noticia de la desaparición de Fernández de Cevallos, pero leyó retratos asombrosos del panista en los cuales se le adjudicaron toda clase de propiedades, cuentas descomunales a su favor, alianzas políticas sin escrúpulos y empleos extraños en lo que se le describe como apoderado de hospitales, dueño de funerarias, constructor de carreteras del amor y, en fin, una trayectoria de litigante sin freno.

“Gil encontró de todo menos información, sólo periodismo presunto y algo de redes sociales presuntas en las cuales el panista Manuel Espino dio por muerto a Fernández de Cevallos y más tarde, después de hacer el ridículo, pidió perdón”. (La Razón, 17 de mayo 2010)

acamin@milenio.com

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