Alberto Aziz Nassif
El Universal/4 de mayo de 2010
Acaba de terminar el segundo periodo ordinario de sesiones de la LXI Legislatura y el balance resulta decepcionante. Otra vez el Congreso dejó para un futuro incierto una serie de reformas que el país necesita; otra vez sólo se logró sacar adelante una agenda mínima, incompleta, insuficiente. ¿Cuál son las razones que dejaron fuera o mandaron a la congeladora el tema de los medios y las telecomunicaciones, la reforma política, la reforma fiscal, la reforma laboral y otras? Para entender qué pasó se pueden plantear varias hipótesis, que pueden ser complementarias.
Una primera es que hay intereses poderosos que marcan la agenda y logran vetar cualquier reforma que pueda afectar de forma mínima sus intereses. Así parece que sucedió con la reforma de radiodifusión y telecomunicaciones. Actores como Televisa y Telmex tienen el poder de detener una reforma orientada a regular en serio esas actividades. En estos casos estamos ante la premisa de que el Estado mexicano ha sido capturado por los poderes fácticos en diversos niveles y que las funciones de regulación, equilibrio, promoción y garantía de lo público, se han debilitado a tal grado que cualquier reforma en esa dirección está prácticamente vetada. Algo similar sucede con el tema de lo fiscal y con la regulación de los monopolios. La vinculación entre actores que capturan a los reguladores y a segmentos de la clase política, se hace mediante alianzas oscuras, de las que los ciudadanos sólo vemos los resultados. Por ejemplo, el PAN que propuso una iniciativa de medios y luego retiró su apoyo. El PRI nunca ha querido la reforma de medios.
Una segunda hipótesis tiene una doble vertiente, por una parte se trata del diseño institucional en el cual funciona la relación entre los poderes Ejecutivo y Legislativo y, por la otra, hay una dinámica electoral que da como resultado un gobierno dividido y minoritario. Con la alternancia en el poder pasamos de una Presidencia con mayoría y un partido disciplinado, a una presidencia minoritaria y sin instrumentos para construir mayorías. A diferencia de otros países como Brasil, en donde el presidente funciona mediante coaliciones de mayoría que garantizan alianzas legislativas, además de contar con instrumentos como el decreto y la iniciativa preferente, aquí la Presidencia está en manos de la oposición. Por eso la agenda del Ejecutivo ha quedado, en buena medida, guardada en la congeladora. Con este diseño institucional y esta dinámica política, se puede explicar el bajo nivel de nuevas leyes y los escasos consensos.
Una tercera hipótesis es la fragmentación del poder y las rivalidades dentro de los partidos y de los grupos parlamentarios. En las Cámaras la correlación de fuerzas varía: la del Senado obedece a los resultados del 2006, en cambio en la Cámara de Diputados es resultado de las elecciones intermedias del 2009 y ahora es el reino de los gobernadores que mandan directamente. El PAN tiene mayoría en la primera y el PRI en la segunda. Esta composición puede explicar porqué hay rivalidad entre las dos cámaras y dentro de los grupos parlamentarios de un mismo partido. Esta fragmentación llevó ahora a que varias de las reformas se quedaran a la mitad, porque sólo se aprobaron en una de las dos cámaras: la reforma de derechos humanos; la de seguridad nacional; la ley antisecuestro; la de transparencia y protección de datos personales y la ley contra monopolios.
Se puede añadir una cuarta hipótesis que se refiere a las capacidades y calidades de los legisladores. Estamos ante un problema de clase política, en donde la baja calidad, la falta de preparación, el poco profesionalismo y las alianzas con poderes fácticos, dan como resultado a legisladores que son voceros de poderosos intereses, o simplemente son improvisados, pero casi todos desconectados de la ciudadanía y sus votantes. Llegamos así a los viejos problemas de un sistema electoral que premia sin pedir cuentas; un sistema que otorga mucho dinero público y acceso a medios de comunicación masiva —donde las maquinarias burocráticas de los partidos y sus direcciones toman las decisiones—, sin que los ciudadanos y la debilidad del voto puedan construir un contrapeso importante.
Lo que sucedió en el Congreso a últimas semanas fue que los legisladores votaron y decidieron en función de sus intereses y los de la élite de su partido. En suma, el resultado de este periodo ordinario se debió a la captura de los poderes fácticos, a un mal diseño institucional, a un poder fragmentado y a una clase política deteriorada. Bienvenidos a la democracia ‘realmente existente’.
Investigador del CIESAS
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