Axel Didriksson
Proceso/12 de mayo de 2010
La Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) envió el pasado 31 de marzo a la Cámara de Diputados los criterios a partir de los cuales negociará el presupuesto para 2011 y, como ha ocurrido en lo que va del sexenio, la educación, la investigación, y particularmente la enseñanza universitaria, siguen sin ser valorados como esenciales, ni mucho menos como importantes.
De acuerdo con el documento que da cumplimiento a la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, durante 2010 el Producto Interno Bruto (PIB) alcanzará un crecimiento de 4.1%, y se proyecta una inflación de 6.0%. En el análisis no se considera, sin embargo, el aporte al desarrollo que significan la educación o la producción y transferencia de conocimientos y tecnologías, ni el comportamiento del sector social y cultural, aun cuando se afirma que el objetivo de la presente administración federal es el “desarrollo humano sustentable”. Por el contrario, las únicas variables a las que se hace referencia son las macroeconómicas, los índices del precio del petróleo y las alteraciones en los mercados financieros, sobre todo de Estados Unidos.
Entonces, desde las perspectivas tecnocráticas con las que se presentan los criterios de asignación presupuestal para el 2011, se pronostica un escenario según el cual el país continuaría con una tasa “positiva” de crecimiento. No se propone, por ello, ninguna variación significativa al actual régimen fiscal y, para espantar a todos, se exhiben las asignaciones que tendrían, en este escenario inercial, los “programas prioritarios”. Para el caso del sector “educación pública” (ramo 11), la composición del subsidio federal a la educación superior para el próximo año prevé un crecimiento nominal de 4%. Sin embargo, cuando a esta cifra se le considera desde la tasa de inflación prevista, entonces el incremento real para las más importantes universidades públicas del país, así como para otros sectores de la educación, es de 0%.
En lo que respecta a la UNAM, la UAM y el IPN, y en lo que toca a la educación media superior y al conjunto de la educación superior, el presupuesto que se propone para 2011 es de “0%”, aunque suene a chiste. Los incrementos se concentran en la educación tecnológica, con un alza de 267% respecto de 2010, y de 15% en promedio para programas como los siguientes: “habilidades digitales para todos”, “escuelas de tiempo completo”, “prevención de adicciones”...
Sin embargo para cuestiones tan importantes como el mejoramiento de la infraestructura educativa se proyecta apenas un aumento de 7.7%, y para el programa nacional de becas, de 9.5%. Curiosamente, tres programas hacia los que se orientan subsidios que maneja directamente la empresa privada tienen incrementos de 8.0%, como los denominados “innovación para negocios de alto valor agregado”, “desarrollo e innovación en tecnologías precursoras” e “innovación para la competitividad de las empresas”. En contraste, no se muestra ningún crecimiento para el “sistema de becas de recursos humanos de alto nivel” ni para el Sistema Nacional de Investigadores, en donde se concentra el mayor potencial de investigación y producción de conocimientos del país.
Con este primer mensaje, ya sabemos por dónde irá el debate y los jaloneos en la Cámara de Diputados, pero también tenemos una muestra más de que para el sistema educativo y para las universidades públicas no hay más que cortedad de miras, imprudencia y una visión irresponsable.
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