lunes, 10 de mayo de 2010

¿Pesimistas?

Jean Meyer
El Universal/9 de mayo de 2010

¿Pesimistas, nosotros los mexicanos? ¡De ninguna manera! Hemos sobrevivido a pruebas más duras y también a las mayores mentiras. Sabemos que la historia es un tejido de contradicciones, de crímenes cometidos con toda lucidez. Hoy los vemos que se matan los ojos grandes abiertos y se continúa actuando así porque el mal está ahí y provoca placer. Perdón por el tono metafísico, pero en estas condiciones uno puede pensar que el pecado original —presente en todas las religiones, en todas las mitologías, en todas las culturas— es una hipótesis plenamente fundada. Una caída del hombre, repetida a lo largo de la historia, que nos afecta a todos, hoy día, en nuestro México lindo y querido. Decía José de Maistre, reflexionando sobre su época: “No puedo impedirme constatar que se ha producido, en un estado prerracional y prelógico, una desgracia de la humanidad”. ¿Será consuelo saber que los sicarios, yakuza y compañía, andan activos en el mundo entero?

¿Y el pueblo soberano, en nombre de quién hablan nuestros políticos?

El historiador o el pensador que emplea esa palabra, pueblo, sin ironía, se descalifica, nos decía el pesimista Emilio Ciorán. Al contar los sufrimientos del pueblo mexicano en los capítulos negros de la Revolución / “robolución”, recordaba cómo Luis González, nuestro don Luis, distinguía entre los revolucionarios y los “revolucionados” que no gozaban para nada de la “fiesta de las balas”. El pueblo parece estar destinado a sufrir los acontecimientos y los caprichos de los gobernantes, aguantando políticas que le agobian. Aguantar los fenómenos de la naturaleza, mal tiempo, sequía, erupciones volcánicas, temblores y tsunami, es algo “normal”, con todo y sufrimientos, pero tener que aguantar los desastres provocados por la maldad, la estupidez, la codicia de los hombres, nos remite a la teoría del pecado original y dan ganas de creer en la existencia de un infierno, a lo menos de un purgatorio, para castigar en el más allá a los malvados que no lo fueron en este mundo. El mismo Ciorán, en su Historia y Utopía, concluye: “Toda experiencia política cuando progresa, es a expensas del pueblo, se dirige en contra suya; el pueblo lleva el estigma de la esclavitud por decreto divino o diabólico. Es inútil compadecerlo. Su causa no tiene remedio”.

Tuve la suerte de conocer a Emilio Ciorán y era el hombre más bondadoso del mundo, pero su experiencia histórica le había enseñado un negro y alegre pesimismo, con gran sentido del humor… negro. Un día, al despedirme, en una banqueta parisina, me saludó con estas palabras: “Quizás un día en México, en nuestro próximo exilio”.

Pero es cierto que el pueblo tiene una experiencia negativa de sus gobiernos, en los tres niveles, municipal, estatal, federal: ineficacia o ausencia en el mejor de los casos, corrupción, injusticia, violencia, de manera bastante generalizada. Y la experiencia recientemente renovada de la inseguridad: inseguridad por los bienes, las familias, el honor y la vida. Experiencia de la impunidad para los deshonestos, irresponsables, rateros y asesinos. ¿No tiene esto algo que ver con el camino del exilio que toman tantos compatriotas, ricos y pobres, universitarios y analfabetas?

Se van muchas veces los mejores, los que no se resignan, que no creen que haya un destino que los condene a aguantar todo aquello. Si no hay remedio aquí, nos iremos a buscar, si no la fortuna, por lo menos la paz en otra parte.

Resulta que la válvula de escape puede cerrarse, se está cerrando en el estado de Arizona, con esta ley criminal firmada por la señora gobernadora, ley racista como pocas; resulta que, si hemos de creer los primeros sondeos, 70% de la población sondeada en Arizona aprueba la medida y que 60% de la gente sondeada en toda la Unión contesta de la misma manera. Así que debemos aceptar con Ciorán que hay pueblo y pueblo, un pueblo noble, y un pueblo vulgar, que hay por un lado el pueblo, por el otro el vulgo y que nunca hay que sobreestimar la inteligencia de la mayoría, nunca subestimar las profundidades de la estupidez del vulgo que es cobarde, egoísta y miedoso. No vayan a pensar que me estoy ensañando contra el vecino en un acceso de gringofobia, lo dicho por Ciorán se aplica a todos nosotros, a todos los pueblos, a todos los hombres (y mujeres, jamás olvidar las mujeres). Son millones los que no saben que son los derechos del hombre (y de la mujer, y de los niños), que nunca oyeron hablar de Hitler o del apartheid, que no saben dónde está Nicaragua, que nunca han leído un libro. Para colmo, entre los que saben todo esto y han leído libros, hay muchos malvados, y entre los que no saben si África es un país o un continente, que no han leído un libro en su vida, hay sabios y santos. Amén.
jean.meyer@cide.edu

Profesor investigador del CIDE

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