El Universal/9 de mayo de 2010
La semana pasada hablé en este espacio de lo que divide a los seres humanos: la propiedad de los medios de producción, la posibilidad del ocio y el consumo, la religión, la cultura, el género, la edad.
Aunque todo eso es sin duda importante, me parece que la división significativa hoy es la ideológica, como lo ha sido desde el siglo XIX y durante el XX. Y esa la podríamos resumir, a pesar de sus muchas diferencias, en conservadora y liberal.
En Estados Unidos, por ejemplo, unos y otros han obtenido triunfos y fracasos en distintos momentos. La derrota de los nazis se considera un triunfo de los liberales, mientras que la lucha contra el comunismo se ve como uno de los conservadores. Un día es Roosevelt y otro Reagan, un día Clinton y otro Bush.
A raíz de los ataques terroristas en Nueva York y del triunfo de Barack Obama, muchos norteamericanos conservadores han decidido que “es hora de recuperar a América y a sus valores”, idea que va claramente en contra de la que planteó Obama durante su campaña, y que hablaba de “construir una nueva América”.
No deja de ser interesante que ese país haya elegido a un liberal al mismo tiempo que aumentan los grupos, predicadores y medios de comunicación conservadores, pero sobre todo, que su actitud es cada vez más vociferante e incluso beligerante. Son los que se oponen a la inmigración, a la que consideran un peligro y afirman que así defienden a la libertad, a la que consideran el valor más alto. Curiosamente sin embargo, también los liberales dicen defender la libertad, como se puede ver en los discursos que han pronunciado desde Kennedy hasta Obama.
Algo similar está sucediendo en los países de Europa Occidental. En Francia, el presidente Sarkozy ha pedido a los prefectos que indaguen qué es lo que la sociedad considera que es ser francés. Aparentemente, lo que pretende es quitarle a la ultraderecha el uso exclusivo del concepto de identidad nacional, aunque algunos aseguran que sólo busca argumentos que le permitan legitimar la cada vez mayor limitación de los derechos para los inmigrantes.
En Italia el gobierno de Berlusconi ha declarado la guerra a quienes “no son católicos ni hablan italiano ni se visten igual que nosotros ni tienen nuestras costumbres”, lo cual ha dado el permiso para que se maltrate a los inmigrantes y se cometan actos violentos como el asalto con palos y latas de gasolina a las míseras viviendas de una colonia de rumanos. Enchina la piel que cuando días después, en el colegio del barrio los profesores pidieron a los niños que describieran lo que había sucedido, la mayoría relató con júbilo lo hecho por sus padres.
En España un líder local del PP está queriendo ganar elecciones con un discurso xenófobo, según el cual los extranjeros —en particular los gitanos— son una plaga y una lacra. Algo similar ocurre en Alemania y Austria. Y todos justifican los abusos diciendo que “el extremismo en defensa de la libertad no es condenable”. De nuevo la libertad como pretexto.
En nuestro país también el conservadurismo ha resurgido con fuerza. Y de nuevo también, no ceja en sus objetivos, con todo y que han sido fuente de fuertes conflictos, incluso de guerras civiles.
Aquí los temas principales son la religión y la educación: se trata de impedir que las personas puedan tener otras religiosidades y se trata de revertir la educación laica. A eso le llaman libertad, tal como le llamaban los liberales del siglo XIX a lo contrario. Y en aras de esa supuesta libertad, sistemáticamente se niegan a aceptar leyes que ponen al día a nuestra sociedad de acuerdo con las realidades del mundo actual, como la del aborto o los derechos civiles para los homosexuales.
Sin duda esto explica por qué los tan cacareados festejos del bicentenario y centenario nada más no cuajan. Pero es que para los conservadores, la historia se lee diferente que para los liberales y no comparten lo que estos consideran grandes momentos y personajes o triunfos de las causas justas y correctas. Aunque pretendan que sí y gasten dinerales en espectáculos multimedia y en pirotecnia.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM
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