José Antonio Crespo
Excélsior/24 de mayo de 2010
En memoria del buen amigo Jorge Eugenio Ortiz Gallegos.
El jueves pasado, Felipe Calderón habló ante el Congreso de Estados Unidos sobre el tráfico de armas, entre otros temas. Las armas siguen una lógica similar a la de las drogas: una gran demanda que, ante la prohibición legal, genera un mercado negro altamente rentable que, por tanto, resulta imposible erradicar. Les dijo a los legisladores estadunidenses que, “si observan detenidamente, se podrán dar cuenta de que la violencia en México empezó a crecer un par de años antes de que yo tomara posesión, en 2006. Esto coincide, por lo menos, con la derogación del Assault Weapons Ban en 2004”. ¿Qué dicen las cifras oficiales mexicanas? De 2002 a 2004 la violencia creció sólo 6%. Y de 2004 a 2006 el incremento fue de 60%; un crecimiento espectacular, sin duda. Eso implicaría mantener las demás variables como constantes. Pero sabemos que los cárteles no sólo tienen acceso a las armas de Estados Unidos sino también a las que se venden en el mercado global. A los capos no les falta dinero para adquirir rusas, francesas o israelíes, incluso a un costo más elevado.
Otras variables explican el incremento de la violencia en esos años, según tesis oficiales. Si la violencia entre cárteles tiene que ver con el pleito por las plazas, como se ha repetido, el incremento de consumo interno sería otra variable clave. Y el consumo ha venido creciendo en los últimos años. También se ha manejado, como otra explicación de la creciente violencia, la pérdida del control institucional que había en los tiempos del PRI, al llegar la alternancia del año 2000. Y también, que la violencia intracárteles tiene que ver con la captura de sus líderes. En el gobierno de Fox hubo algunas capturas y extradiciones de capos (y también una fuga célebre), lo que pudo haber fomentado el crecimiento de la violencia entre y dentro de los cárteles. El tráfico de armas no es, entonces, la única variable para explicar el incremento de la narcoviolencia.
Calderón lanzó una advertencia a nuestros vecinos: “Si ustedes no regulan adecuadamente la venta de estas armas, nada garantiza que los criminales aquí en Estados Unidos, con acceso a estas mismas armas poderosas, no decidirán a su vez apuntarlas a las autoridades y a los ciudadanos estadunidenses”. De hecho, eso ocurre desde hace mucho, pero no por motivos de narcotráfico (o, al menos, ni de lejos en la misma magnitud que en México). Y es que allá se prefiere mantener y propiciar acuerdos entre los cárteles de la droga (del tamaño que sean), a veces auspiciados por las autoridades locales. Al menos eso afirman numerosos expertos (de ambos países) y algunos ex funcionarios. En todo caso, ya dijo el gobierno estadunidense que no tiene contemplado proponer la rehabilitación de la Assault Weapons Ban, así que vayámonos despidiendo de esa posibilidad. Los aplausos y las ovaciones fueron un premio de consolación debido a los magros resultados.
Por otro lado, Calderón dijo a la Televisión Española: “Hay quienes equivocadamente dicen que la acción del gobierno es la que ha provocado la violencia. No es así. La violencia entre los cárteles es lo que, entre otras cosas, motiva la acción del Gobierno” (19/V/10). Para poder evaluar eso, deben revisarse también los datos oficiales. Si la violencia se debiera sólo al pleito entre cárteles y no a la acción del gobierno, la tendencia no debió cambiar significativamente en el sexenio de Calderón respecto al de Fox. El número de narcomuertes en todo el periodo foxista fue de nueve mil. La tendencia marcaba a que las muertes registradas sólo para 2009 sumarían dos mil 500 y, sin embargo, llegaron a nueve mil 600. Es decir, hubo más bajas en el tercer año del gobierno de Calderón que en todo el sexenio de Fox. El incremento porcentual entre 2006 y 2007 fue de 35%; al siguiente año, de 140 por ciento. Parece evidente que algo tuvo que ver la nueva estrategia, aplicada por Calderón en el incremento de la narcoviolencia, y no solamente la guerra entre cárteles que ya se venía dando con Fox. En todo caso, el argumento esgrimido por Calderón en España contradice aquel otro según el cual la creciente violencia es preludio de la derrota de los cárteles, porque el Estado los está acorralando. O las muertes se deben exclusivamente a la lucha entre cárteles o en parte son consecuencia del acoso gubernamental.
Son dos tesis incompatibles que, sin embargo, el gobierno maneja indistintamente, reflejo seguramente de la confusión que tiene ante una estrategia que se le va cada vez más de las manos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario