Milenio/5 de mayo de 2010
Para quien viva en el siglo 21 y use internet, Google parece amenazar con convertirse en el tipo de inteligencia artificial totalitaria que películas como 2001, Odisea del espacio nos enseñaron a temer.
Desde que fue inventado en 1997 por dos estudiantes de Stanford, Larry Page y Sergey Brin, el buscador más usado del mundo ha crecido hasta convertirse en un emporio que amaga con dominar el mundo.
Pero lo más asombroso es que Google va volviéndose inteligente. Ya desde su concepción, el buscador se distinguió por su particular método de búsqueda. Todo buscador va recorriendo cada rincón de la red y acumulando información. Pero lo difícil es ordenarla y clasificarla, para que cuando un usuario la solicite el buscador presente justo lo que pide, y no miles de opciones no deseadas.
La gran idea detrás de Google es que, en vez de tratar de analizar y decidir qué información es más importante, se fija en qué páginas prefieren los propios usuarios de internet. Así, el algoritmo que desarrollaron Page y Brin clasifica a las páginas de internet de acuerdo con el número de otras páginas que se enlazan con ellas. Es decir, las evalúa de acuerdo con su éxito práctico, no a criterios teóricos (una idea muy darwiniana).
Con esto Google logra ofrecer resultados cada vez más inteligentes: lo que considera importante se parece mucho a lo que los humanos consideramos importante.
Y sus habilidades continúan refinándose: un artículo de la revista Wired (febrero 2010) comenta cómo se ha logrado que Google distinga mejor entre sinónimos, usando un concepto proveniente de la filosofía. Ludwig Wittgenstein afirmó alguna vez que “las palabras carecen de significado si no se comparten”. Tomando en cuenta esto, Google ahora considera qué palabras rodean a la palabra problemática, y logra ofrecer resultados más acertados. Va aprendiendo a “entender” el significado de las palabras por su contexto, como hacemos los humanos.
¿Llegará a convertirse algún día Google en algo parecido a la malévola computadora Hal 9000? No lo creo, pero seguramente el momento en que las “inteligencias artificiales” se conviertan en, simplemente, inteligencias sin calificativos, se acerca.
Comentarios: mbonfil@unam.mx
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