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En México, la mayor parte de la producción científica recae en las universidades públicas. El Estudio Comparativo de las Universidades Mexicanas (ECUM), que se realiza en la UNAM, muestra que en tales instituciones se lleva a cabo 70 por ciento de los artículos institucionales que están registrados en el ISI Web of knowledge. La UNAM, el IPN y la UAM producen casi la mitad (48.2 por ciento) de lo que se hace en el país. En las entidades federativas, tomadas como total, diez universidades públicas de los estados producen dos de cada tres artículos registrados en esta fuente. Quiere decir que en 25 instituciones, algunas muy buenas, de 21 entidades federativas, se producen pequeñas porciones de conocimiento científico.
Así, es indispensable fortalecer la investigación en más universidades públicas. La situación social de México les está demandando respuestas a muchos de los problemas sociales. ¿Cuál es el propósito de producir conocimiento? Que la universidad colabore a establecer nuevas pautas de desarrollo. Para eso lo queremos, para que la sociedad adquiera la capacidad de aprender, una capacidad cognitiva relacionada con la producción de modelos culturales e innovación institucional (Delanty).
En este sentido, recojo la relación de la universidad con el desarrollo local, que ha sido tratada por varios autores (Coraggio, Suárez, Hernández, Rofman), porque veo en ella una salida para la universidad pública mexicana en el futuro. Se trata de que la universidad participe en proyectos comunes de desarrollo, que se abra y se vincule con su entorno local, para que los actores del mismo puedan apropiarse del conocimiento que produce con el fin de elaborar y poner en marcha estrategias tendentes al mejoramiento del nivel y la calidad de vida de la población.
Lo anterior supone que los actores y agentes que se manifiestan en el entorno tengan conciencia de la necesidad de llevar a cabo proyectos comunes de desarrollo social y crecimiento económico; también voluntad para coaligarse y ejecutarlos, aprovechando y potenciando los recursos de todo tipo existentes en la localidad o ámbito territorial en el cual se muevan.
A la universidad le toca volverse un actor del desarrollo local, asumir que en dicho proceso juega un papel protagónico, “instalar el desarrollo local en la universidad como una de sus responsabilidades públicas” (Suárez) y contribuir eficazmente a elevar la competitividad del entorno social que la rodea.
La universidad tiene la capacidad de convocar a los actores locales (incluidos los poderes locales, gobierno, empresarios, iglesia, etcétera) e involucrarlos para que participen y ejecuten estrategias de desarrollo propuestas por éstos o por la universidad. Ésta promueve sinergias hacia las estrategias, consensos de acción colectiva en la esfera pública. Establece redes de relaciones entre los actores, se transforma en la institución que interconecta conocimientos y actores para propósitos específicos de desarrollo, le da organicidad al conjunto de esfuerzos tendentes al mejoramiento del nivel de vida, forma en sus aulas a quienes pueden ser agentes del desarrollo.
Un papel más activo de la universidad con su entorno la va a rodear de grupos, actores, públicos, sectores sociales, organizaciones de la sociedad civil cuyas demandas de educación y conocimiento van a multiplicarse. La universidad tendrá que coordinarlas y ordenarlas para que entren al proyecto común de desarrollo, para darles prioridad.
La universidad que esperamos que venga es una institución activa que responda y dé respuesta a nuevos patrones de demanda social de cara a su entorno. Una universidad que piense y proponga programas de desarrollo, que convoque a hacerlos, que construya alianzas con objetivos compartidos por el conjunto de la ciudad, el municipio, el barrio, el estado, la región, cualquiera que sea el territorio de referencia. Una universidad con una nueva institucionalidad que favorezca la institucionalidad del entorno.
La universidad no puede dar solución a todos los problemas, pero sí dedicarse a poner conocimiento, a investigar lo que sea necesario para promover el desarrollo y, además, crear condiciones y capacidades para que la información se utilice libremente para nutrir los proyectos de desarrollo. Es así como va a construir su futuro, ligada a un entorno histórico social definido, en un medio educativo descentralizado, respondiendo a nuevas necesidades de la economía, la competitividad, la eficiencia, la rentabilidad social y la democracia. Y, además, con el encargo de convencer a la sociedad del valor que tiene el conocimiento científico.
Aparte: un grupo de colegas en Argentina consiguió que Luis Francisco Miret fuera destituido de la Universidad de Mendoza. Esta persona, en su carácter de juez, durante la dictadura militar, legalizó todas las detenciones ilegales de personas que fueron arrestadas antes del golpe. Avaló el terrorismo de Estado y omitió salvaguardar la integridad física de los presos que estuvieron a su disposición. Como se podrá dar cuenta el lector, Miret no tiene ética para ser profesor de ética en ninguna universidad del mundo. Conozco a un distinguido académico en la UNAM a quien le hizo daño y lo menos que puedo hacer es solidarizarme con él.
* UNAM. Seminario de Educación Superior, IIS. Profesor de la FCPS.
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