martes, 30 de septiembre de 2008

EL SILENCIO SE ACABÓ


Por Martha Estela Pérez García
Docente por la carrera de sociología-UACJ

La constante aparición de mujeres asesinadas en Ciudad Juárez debe indudablemente de lastimar nuestras conciencias, sin embargo, estos sucesos tan lamentables sólo son una consecuencia de la cultura de desprecio por las mujeres en esta ciudad; la cual se ve fortalecida día con día por la sociedad patriarcal en que vivimos, que desarrolla relaciones que nos subordina, nos reprime, nos exhibe y nos invisibiliza.
Sin embargo, hay mujeres que emergen con sus voces como luchadoras y que echan abajo el imaginario social que nos ubica en el seno del hogar, débiles, calladas y sumisas a una figura masculina que ejerce su poder sobre nosotras. Estas juarenses han logrado traspasar de su espacio doméstico al que supuestamente pertenecen, hacia el espacio de lo público, donde destruyen estas falsas tesis, ejercen acción colectiva y se integran al ámbito político para defender sus intereses y necesidades como género femenino.
Con mucha frecuencia las mujeres de esta ciudad participamos integradas a una infinidad de organizaciones, partidos políticos, o desde nuestras colonias en centros comunitarios, y trabajamos por los intereses de nuestros hijos, hijas o esposos, con nuestra identidad como madres o esposas; peleamos por un terreno para construir una casa, por servicios públicos o una escuela, anteponiendo siempre los intereses y necesidades de los otros(as) a los nuestros. Recordemos por ejemplo, la lucha de las mujeres cedepistas lidereadas principalmente por varones, que se destacaban por acudir en gran número siempre a marchas y protestas, actividades de apoyo que se instituyeron en parte de su vida cotidiana, manteniéndolas siempre al frente, fortaleciendo las bases y construyendo las redes de solidaridad para engrandecer a este movimiento.
Sin embargo fue en 1994 que Ciudad Juárez vio con el nacimiento de la Coordinadora en Pro de los Derechos de la Mujer, cuerpos femeninos que se unieron para constituirse en una voz e interactuar en la búsqueda de justicia y de la erradicación de la violencia, debido al considerable aumento de los asesinatos de mujeres. La importancia de esta lucha radica en que las mujeres se preocuparon por las mujeres, y por primera vez se dirigieron a defender sus derechos estratégicos de género, como su derecho a la vida y a no ser lastimada ni física, ni moralmente. Exhibiendo ante la sociedad juarense, la cultura misógina del gobierno de Francisco Barrio hacia las mujeres muertas, a quienes se les descalificó y se les culpabilizó de su destino cuando se les adjudicó una doble vida y una doble moral; y a las vivas se nos trató de educar con campaña burdas que daban como uno de sus consejos, el de vomitar al atacante para causarle asco; sin duda esfuerzos inservibles para justificar su incapacidad.
No obstante y a pesar del tiempo transcurrido hemos visto como esta lucha que la Coordinadora inició ha trascendido, más que haberse opacado; y ha evocado además a otras mujeres de la comunidad a conformar nuevas organizaciones para seguir protestando contra los crímenes que continuan, y así tratar de revertir la exclusión social de que somos víctimas, para que se nos perciba como ciudadanas de primera y no de segunda categoría, poseedoras de derechos y no solo de obligaciones. Sin embargo éstos esfuerzos no son apreciados en beneficio de la comunidad, al contrario, se nos considera como enemigas naturales de la política y de los políticos, se nos concibe incapaces de ejercer acciones serias y de construir movilizaciones autónomas. Pero yo me pregunto si no somos importantes para la política, por qué siempre se quiere minimizar y opacar nuestras luchas.
Incluso se ha atacado y se ha tratado con mucha frecuencia de desconocer y apagar las voces y figuras femeninas, insistiendo en que el trabajo que realizan para la prevención de la violencia, no es prioridad. Pero, si evitar una muerte más no es importante ¿qué es lo importante?
Sin duda la movilización de las juarenses ha sido trascendente, aún cuando no ha sido constante o muy nutrida, hemos tomado los espacios antes negados, demostrando que la participación social y política también es seria y formal cuando la construyen las mujeres, nuestras voces ya están presentes, de hoy en adelante, el silencio se acabó.

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