sábado, 2 de agosto de 2008

Facebook, aparato de la CIA














Por: Andrés Pascoe Rippey
La Crónica de Hoy/Sábado 2 de Agosto de 2008


"Compartir” es una palabra poderosa. La usamos para unir. Compartir es dar, generosamente, algo de lo que se tiene para un bien amplio. Compartir es entregar sin condiciones. Compartir es, de alguna forma, rendirse.
Compartir es palabra clave de la izquierda. Cuando se tiene más de lo que necesita, lo comparte en la lógica de que todos tengan un poco y nadie tenga nada. Compartiendo todos tendremos más, y de ahí viene la riqueza de la sociedad. Si no compartimos se acumula la riqueza, surge la desigualdad, la explotación y se gesta la injusticia.
Compartir es también la palabra más frecuente en Facebook, el popular sistema de relaciones sociales en internet que cada semana suma cerca de dos millones de personas. Nacido de la noción universitaria de integrar estudiantes, el nombre Facebook es evocativo de los anuarios escolares, aquellos libros donde está la foto de cada miembro, con su nombre y su grado, así como su apodo y su hobbie.
Hoy en día, no tener un perfil en Facebook es como ser marginal, hasta antisistémico. Todo mundo tiene un perfil ahí, “comparte” fotos, datos, intereses, gustos, inclinaciones, ideas y preceptos ideológicos. Entre las definiciones más importantes de un perfil en Facebook están el nombre, la edad, el sexo, la posición ideológica (conservador, moderado, liberal, etcétera) y la religión. Aparenta ser una utopía democrática: cada quien puede decir lo que quiera, “compartir” lo que quiera, aparentar ser quien sea, subir fotos, tests y lo que se le venga en gana.
Pero si bien se ha cuestionado a Google por entrometerse en la privacía de las personas (en Gmail, una computadora lee los mensajes y escoge anuncios que se acerquen a los temas discutidos), Facebook es la rendición de la privacía: porque para Facebook “compartir” es sinónimo de “publicar” o de “dar a conocer”.
Y, según Tom Hodgkinson, editorialista del diario británico The Guardian, es además un aparato infiltrado por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, la temible CIA, para extender su dominio global.
Tssssss.
Es importante recordar, antes de seguir adelante, que hay muchas distintas “herramientas sociales” en la red. Desde MySpace, Hi5, Sonico hasta los blogs, Internet se ha convertido en un espacio abierto donde todo aquel que tenga una conexión puede decir lo que piensa, alegar, insultar, proponer, pensar, y –lo clave– existir más allá de su mundo inmediato.
Eso es algo bueno, creo. A pesar de que la generación inmediatamente arriba de la mía tiende a tener una fuerte reserva sobre los blogs y la preeminencia de la libertad en la red –porque piensan que si todos hablan nadie escucha, porque piensan que es un complot capitalista, porque piensan que vulgariza la cultura, porque piensan que no todos merecen ser escritores–, yo pienso que entre más herramientas, mejor. La sociedad discrimina lo aburrido y lo predecible, acercándose a lo novedoso e intrigante. Blogs que narran una lucha contra el cáncer, que dan reflexiones inteligentes o que ofrecen algo que fascine al público (así sea algo idiota) destacarán sobre los demás. Es lo que se llama selección natural.
Pero con Facebook, nos dice Hodgkinson, hay una agenda secreta: Peter Thiel, el inversionista de riesgo de Silicon Valley que creó Pay Pal, es además un rabioso conservador que ha metido millones de dólares en este sistema. Según el editorialista de The Guardian, ha sido seguido por un tal Howard Cox, un miembro de la empresa In-Q-Tel, que funciona como inversionista de la CIA en temas de tecnología.
De ser cierto, sería entendible que la CIA tenga interés en cualquier sistema social: la cantidad de información que la gente “comparte” puede ser de muchísima utilidad, así como los grupos que crean y –sobre todo– los tests que responden. Cada test puede estar enviando información muy específica sobre cada usuario a alguna base de datos secreta y maligna de la CIA, y no lo sabríamos.
Sin embargo, no soy muy de la teoría de la conspiración. No dudo que la CIA se meta a Facebook a espiar a la gente, pero sí dudo que una persona “peligrosa” ponga su información ahí. Lo que sí creo es que Facebook es un experimento hipercapitalista, en el sentido de que hace que todos sus usuarios sean rehenes de publicidad y puedan ser “seleccionados” para recibir presión comercial de distintos tipos.
Pero más que nada, creo que si bien no está mal usar y abusar de todo lo que la tecnología nos ofrece, debemos siempre ser cautelosos de enamorarnos de la máquina. El mundo real –aquel que es peligroso, pero también seductor– siempre nos ofrecerá más y nos hará más libres que el de las relaciones sociales cibernéticas.
La libertad que gozamos, al final, no está en manos de unos programadores sino en las nuestras. Nuestros blogs, nuestros espacios en la red, nuestras vidas, nos deben pertenecer violentamente. No dejarnos influir por publicidad engañosa, no ser sirvientes del mercado, resistir la frivolidad mediática es nuestra decisión.
El mercado y todas sus herramientas sí buscan manipularnos: usémoslas a nuestro favor también, exigiendo calidad, despreciando la basura, rechazando las mentiras y dándole un significado profundo a la poderosa palabra “compartir”. Al final, “compartir”, en un mundo capitalista, es una forma de rebeldía.

apascoe@cronica.com.mx

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