martes, 5 de agosto de 2008

Otra ocurrencia

Axel Didriksson
Excélsior/05-Ago-2008
Ahora la ha hecho el presidente de la FIMPES, con su propuesta de establecer un ranking y la vieja idea de ofrecer becas al estudiante para pagar sus estudios en escuelas privadas. Menos dinero a las universidades públicas y más a las patito.

Cuando los rectores de las universidades públicas del país resienten la presión de la demanda social y el gobierno federal anuncia nuevos recortes financieros y otro año de contracción presupuestal; cuando miles de jóvenes ven, otra vez, conculcado su derecho a recibir una educación de calidad, vuelve a salir el tema del subsidio del Estado a las instituciones de educación superior privadas. La peor propuesta, en el contexto más inadecuado.
El sistema educativo nacional no puede sobrevivir sólo de ocurrencias. Ahora la ha tenido el presidente en turno de la Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior (FIMPES), con su propuesta de establecer un ranking y la vieja idea de ofrecer becas al estudiante para pagar sus estudios en escuelas privadas. Menos dinero a las universidades públicas, la investigación científica y los posgrados y más recursos destinados a las patito. Tremenda idea.
Hace unos cuantos meses se propuso lo mismo de parte de la SEP y tuve la oportunidad de presentar los resultados de un estudio del Banco Mundial, en el que se dudaba de forma contundente respecto a la eficacia de este mecanismo para mejorar la calidad de las escuelas privadas y ampliar la cobertura educativa. Otros estudios han demostrado lo mismo.
Estados Unidos, donde se ha experimentado con este sistema de subsidio a las privadas, es buen ejemplo para evitar una imitación mecánica al respecto. Durante los años setenta, en ese país se obtuvo la tasa más alta de personas con grados de educación superior a nivel mundial. Hoy en día se ubica en el lugar décimo de entre treinta países. Asimismo, mientras que dos terceras partes de los egresados del ciclo anterior (high school) pueden ingresar a la educación superior, sólo la mitad de ellos puede egresar de ésta, tal como ocurre en México. Sin embargo, los principales resultados del sistema de subsidios a las escuelas privadas en Estados Unidos han sido contraproducentes, porque han propiciado el incremento en las colegiaturas, como nunca había sucedido: de los años ochenta a la fecha se han elevado 375%, mientras que el ingreso medio de las familias ha crecido 127 por ciento.
Generalizar otro tipo de subsidio (el indirecto) a las privadas (porque ya cuentan con otros recursos del gobierno de manera directa), como el que se propone, no permite avanzar mucho, porque con ello no se regularía el mercado segmentado que existe (es decir, instituciones que se corresponden a los distintos estratos socioeconómicos de la población), porque no contamos aún con una información organizada para conocer a fondo los niveles de calidad y desempeño de las escuelas privadas; porque no se podría controlar la elevación de las colegiaturas a costa del erario ni tampoco podríamos garantizar la existencia de profesores preparados y los lugares necesarios para un aprendizaje de calidad y pertinencia; porque tampoco las escuelas privadas cuentan con una oferta de carreras que pueda impactar de manera favorable el desarrollo nacional ni las fronteras de la ciencia y la tecnología.
La apuesta debe estar en el incremento de la oferta pública de calidad de nuestras universidades, la regulación del crecimiento y el desempeño de las privadas, un financiamiento sostenido y garantizado de acuerdo con una planeación de prioridades a mediano y largo plazos, así como la garantía del derecho a la educación gratuita y laica para todos.
didrik@servidor.unam.mx

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