viernes, 8 de agosto de 2008

Salvador Allende, el político, el socialista, el Presidente.


Manuel Antonio Garretón
Julio 4, 2008
Los cumpleaños y los aniversarios de nacimiento son las únicas fechas en que a las personas se les celebra o recuerda por lo que son o por el regalo que fueron para los otros sus vidas. Eso que generalmente debiera ser el centenario del nacimiento de cualquier persona, en el caso de alguien como Salvador Allende, cede paso al recuerdo del personaje, y se deja a los más cercanos, a sus familiares principalmente, el recuerdo de los rasgos más personales. Aunque, como todos sabemos, si al hablar de la persona no vemos bien cómo sería el personaje, al hablar de éste sí estamos hablando de toda la persona.

Todo ello, porque mi recuerdo de Salvador Allende es más bien precario en el plano personal: relaciones de amistad lejana con mis padres y una breve conversación personal a comienzos de 1973 cuando me había nombrado Embajador de su gobierno en Cuba, cargo que nunca alcancé a ejercer. De modo que la significación de Salvador Allende la viví como la mayor parte del país, lo conocí y lo viví a través de la triple dimensión del personaje, el político, el lider de izquierda, el Presidente del gobierno de la Unidad Popular.

Allende fue un político y consagró su vida a la política. Como tal, era tal miembro de la clase política chilena. Tenía, por lo tanto de ella, todas las virtudes y, por supuesto, porque hablamos de seres humanos y no de santos o semidioses, muchas de sus debilidades. Siempre he sostenido que el país debe enorgullecerse de su clase política más que de cualquier otro sector, especialmente de aquélla que constituyó la generación de Allende, aunque pienso que finalmente también de las que le siguieron en los períodos democráticos. Principalmente porque eran capaces de combinar la triple lealtad a sus proyectos y visiones políticas, a los sectores sociales y político-partidarios que representaban y al marco institucional en que se desenvolvían, aun cuando lucharan por cambiarlo.

Las excepciones a ello fueron mínimas y Allende fue uno de los políticos que con más coherencia vivió esta lealtad. Entre los defectos de esa clase política estuvo, al final de los sesenta, la dificultad de ir más allá de sus propios proyectos para constituir proyectos mayoritarios que combinaran democracia y cambio social. Recordarlo en su natalicio es rendir homenaje a esas virtudes, reconocer también los defectos que esa clase política tuviera y luchar contra las desvalorizaciones de la política y los abandonos de las lealtades en que pudiera incurrir parte de nuestra clase política actual.

Allende fue un lider de la izquierda chilena, de su Partido Socialista, no siempre comprendido por éste, pero de toda la izquierda. Como tal la representó en cuatro elecciones presidenciales. Como tal, tambíen expresaba las mejores virtudes de la izquierda, entre las que estaban el compromiso con los pobres y desfavorecidos, con lo mejor de la producción cultural e intelectual del país, con los proyectos de transformación socio-económica dentro del marco democrático. Toda la vida política de Allende se identifica con el desarrollo de esas virtudes. Entre las debilidades de la izquierda estuvieron, también hacia los sesenta, una cierta ambigüedad discursiva, aunque no en la práctica donde nunca se salió de la institucionalidad, respecto del valor de la democracia a la que se consideraba formal, y la primacía dada a un proyecto que expresaba a sus partidos por sobre la posibilidad de construir una gran mayoría en torno a ella. Recordar a Allende es rendir homenaje a esa izquierda, ser capaces de hacer su crítica e intentar generar proyectos políticos que impliquen volver a la utopia democrática anticapitalista.

Allende fue Presidente de la República. El primer Presidente socialista. Como tal encarnó hasta el final la representación del Estado y de sus instituciones sin ninguna claudicación. Aunque lo traicionara la expresión usada, fue siempre Presidente de todos los chilenos. Pero al mismo tiempo quiso ser siempre leal al proyecto llamado de segundo camino al socialismo (segundo, precisamente porque era el camino democrático y no por la vía revolucionaria) o via chilena al socialismo, que quería separarse tanto de los modelos comunistas autoritarios como de los modelos social-demócratas occidentales que no lograban superar el capitalismo. Su mayor virtud es haber sido un Presidente fiel a la Presidencia y a su programa y a quienes lo apoyaban y su muerte en La Moneda es la más trágica y sublime expresión de ello.

Pero esas instituciones democráticas que respetó siempre tenían también sus debilidades, entre ellas que obligaban al Jefe de Estado a ser también el jefe de la coalición que encabezaba, lo que generaba contradicciones entre ambas instancias, o que permitían gobernar sin mayoría o que permitían generar en el seno de ellas movimientos de oposición golpistas o que dejaban a las Fuierzas Aramadas como árbitros de crisis. Y ese proyecto socialista al que fue también incodicionalmente leal tenía entre sus debilidades el que no había hecho aún la crítica radical a los llamados “socialismos reales” y el que no había conciliado su afirmación democrática con una estrategia que ampliara su base de apoyo social y política.

Recordar a Allende es rendir un homenaje a lo que fue nuestra democracia y el intento socialista democrático, reconocer las limitaciones de ambos y luchar por una verdadera verdadera institucionalidad democrática y por un proyecto de transformación profunda de la sociedad heredada del golpe y la dictadura, que cuente con un respaldo político mayoritario.

Tomado de: http://manuelantoniogarreton.cl/

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