jueves, 1 de octubre de 2009

Opinión ciudadana

José Luis Calva
El Universal/1 de octubre de 2009

En la víspera de nuestras fiestas patrias, el Servicio Mundial de la BBC de Londres dio una encuesta internacional realizada por GlobeScan y el Program on International Policy Attitudes, de la Universidad de Maryland. Las cifras de México resultaron espectaculares: 88% de los mexicanos está insatisfecho con las medidas del presidente Calderón para enfrentar la crisis económica; y apenas 9% se muestra satisfecho (BBC World Service, “Global Pool Shows Support for Increased Government Spending and Regulation”). En contraste, 87% de los chinos, 68% de los australianos, 59% de los brasileños, 55% de los canadienses están satisfechos con las acciones económicas y financieras tomadas por sus gobiernos (véase también Día Siete, No. 475, 27/IX/09).
No es algo casual: la UNCTAD calcula que los estímulos fiscales para reactivar la economía en 2009 representan 6.2% del PIB en China, 5.4% del PIB en Australia, 5.6% en Brasil, 4.1% en Canadá, etcétera, mientras para México calcula un estímulo fiscal equivalente a 1.6% del PIB, sin considerar el recorte del gasto público por 85 mil millones de pesos (0.8% del PIB) que anunció hace dos meses la SHCP.
Por eso, tampoco es casual que México tenga la segunda peor caída de PIB en 2009. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, la economía mexicana se contraerá en 2009 a tasa anual de -8%, sólo superado por Irlanda entre los países de la OCDE.
En América Latina, México será el país que presentará el peor desempeño económico en 2009. La Cepal estima que el PIB mexicano se contraerá a tasa anual de -7%, muy abajo no sólo del promedio de América Latina, cuyo PIB agregado registrará una caída a tasa de -1.9%, sino también de los países que presentarán el segundo peor desempeño económico: Costa Rica y Paraguay, cuyo PIB decrecerá a tasa de -3%.
Por eso, la población mexicana no puede estar de plácemes con su gobierno. De acuerdo con la reciente encuesta del Pew Research Center, 78% de los mexicanos está insatisfecho con la dirección del país; 94% considera que el problema económico es muy grande (75%) o medianamente grande (19%); y 81% estima que la emigración por falta de empleo es un problema grande (50%) o medianamente grande (31%).
Esta “radiografía del pesimismo y la frustración entre los mexicanos”, como la llama el corresponsal de EL UNIVERSAL en Washington, Jaime Hernández, está extendiendo su factura a la clase política: 94% “considera que los políticos corruptos representan el más grave problema de la nación, mientras 68% considera que los políticos por sí mismos representan un gran inconveniente para el desarrollo del país y la recuperación económica” (EL UNIVERSAL, 24/IX/09).
El contraste entre la opinión de la ciudadanía y la soberbia de la tecnocracia gobernante configura ese sombrío panorama descrito por el rector de la UNAM, José Narro: “El distanciamiento enfermizo respecto a los problemas y las carencias de la mayoría”.
Hay que recordarlo: la democracia es no solamente un sistema de elecciones libres, equitativas y transparentes; significa también participación de la ciudadanía en la toma de decisiones públicas, entre las cuales figuran las decisiones de política económica. Por eso, la opinión de la ciudadanía debe ser considerada por el Congreso al resolver el paquete económico para 2010. Un dato puntual: de acuerdo con la encuesta levantada el 17/IX/09 por el Gabinete de Comunicación Estratégica, frente a la pregunta “¿Usted está de acuerdo o en desacuerdo con el aumento de los impuestos a lo que la gente compre, incluyendo medicinas y alimentos?”, 93.6% se manifestó en desacuerdo (en “desacuerdo” a secas, 68.6%; y “totalmente en desacuerdo”, 25%). Y frente a la pregunta “Si tuviera que elegir entre dos tipos de impuestos [sobre el ingreso o sobre el consumo], ¿cual elegiría?”, 57.6% se pronuncio por “los impuestos al ingreso”.
Para el México de hoy, cuya pobreza institucional es dramática, no sólo se trata de abrir cauce a la democracia real, en la que efectivamente se escuchen y tomen en cuenta las opiniones y las necesidades de los mexicanos. Se trata, además, de forjar una gobernabilidad para el desarrollo, porque la democracia constituye una poderosa palanca para construir una economía moderna, dinámica y competitiva, así como una sociedad más equitativa y cohesionada.
Investigador del Instituto deInvestigaciones Económicas de la UNAM

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