viernes, 9 de octubre de 2009

Sabe Dios qué angustia te acompañó...


Clara Scherer
Excélsior/9 de octubre de 2009

Este verso de Alfonsina Storni está bordado en mi memoria, con el recuerdo de Mercedes Sosa. Esa mujer fuerte me ha acompañado con su voz en muchos momentos difíciles de mi vida y, aparte de la tristeza por su muerte, que me hace pensar en flores, su estar en el mundo me hizo reflexionar en las diputadas que lograron la candidatura por la cuota de género y, ahora, han renunciado para dejar en su lugar a hombres.
Me hice la pregunta que se hace sor Juana, ¿quién es más de culpar, la que peca por la paga o el que paga por pecar? Y entre la fortaleza de Mercedes, las angustias que imagino en las diputadas de triste memoria y los partidos traidores a su palabra, éstos son los que quedan más mal parados. ¿Para qué legislar cuotas, si van a darles la vuelta? Lo peor, ¿cómo presumir de Estado de derecho, si ellos son quienes ponen las reglas para no cumplirlas?
Qué dolores viejos calló tu voz, y en voz de Mercedes, esa frase tiene sentido. Ella sabía de la tristeza de una mesa sin pan; de las agobiantes madrugadas en las que no hay tiempo para ver salir el sol, porque hay que arar los campos; de las camas de polvo donde duermen incómodos los años mozos. ¿Las diputadas renunciantes? No, yo no sé si en ellas hay algún dolor viejo o nuevo. Lo que no se ve es capacidad para alzar la voz.
Y una voz antigua de viento y de sal puede que les susurre, a esos partidos, a esas mujeres, a esos hombres que en la vida de los seres humanos, la dignidad se muestra al sostener la palabra empeñada, al ser capaces de cumplir los compromisos, al saber valorar la justicia que implica equilibrar la presencia femenina en la vida pública de los países.
Te requiebra el alma y la está llevando a ese pasaje de la soledad de la conciencia y de la conciencia de la soledad. ¿Cómo decir “soy diputado porque tu tía renunció a su lugar”? O “mira, niña, la vida de las mujeres es puro sacrificio y no podemos hacer nada, porque otras, como yo, dejamos pasar la oportunidad” o “vota por mi partido, aunque nunca cumple, como has visto que hace con las mujeres”.
Y te vas hacia allá como en sueños, cada día más fuerte, cada vez más valiente, cada instante más luminosa, porque sostuviste tu palabra, porque cantaste a la vida, porque fuiste capaz de mirar por la justicia, a pesar de que tus discos fueran prohibidos, y que en 1978, en un concierto en La Plata, fuiste detenida en el escenario. Fuiste cantora porque debías. Cantabas siempre, con fundamento: “A quien doy las cuerdas de mi guitarra, para que no suenen tristes a la hora de mi adiós”.
Por caminos de algas y de coral no la llevaron cinco sirenitas, sino más de 35 amigas y amigos, que entonaron, junto con ella, canciones a la vida, al amor, a los pájaros, a Violeta, hasta al Ángel de la bicicleta. Pero nadie como ella para entonar aquello de: Sólo le pido a Dios/ que el engaño no me sea indiferente/ si un traidor puede más que unos cuantos,/ que esos cuantos no lo olviden fácilmente.
claschca@prodigy.net.mx

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