domingo, 4 de octubre de 2009

Desarrollo autonómico y universidades interculturales


Miguel Concha
La Jornada/3 de octubre de 2009

El 12 de octubre dará inicio en Taxco el Foro Latinoamericano de Universidades Interculturales de los Pueblos y Nacionalidades Originarias y Afrodescendientes, promovido por la Universidad Intercultural de los Pueblos del Sur (Unisur) de Guerrero. Participarán autoridades de educación superior de México y varios países con población indígena y afrodescendiente del subcontinente. Continuará el 13 de octubre en la UAM Xochimilco, al día siguiente en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y concluirá el día 15 en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
Dado el racismo, la marginación y la exclusión que todavía padecen los jóvenes afrodescendientes y los provenientes de las regiones indígenas, es de suma importancia que se reúnan autoridades e investigadores comprometidos con su educación superior. Hace tiempo que se insiste en que su historia, cultura, conocimientos, prácticas de justicia y normas de solución de conflictos, así como sus valores comunitarios, contienen un acervo inmenso de opciones distintas para construir una vida digna para la población en general, y una opción de desarrollo propia para la nación. Ésta es precisamente la misión que han asumido las universidades interculturales que nacieron por la demanda de los propios procesos sociales. Revalorizar ese patrimonio y ponerlo a dialogar con la experiencia y conocimientos de otros pueblos, para superar las posturas cerradas del conocimiento y construir nuevos criterios de cientificidad, es la tarea que los pueblos originarios le han dado a sus instituciones de educación superior, para contrarrestar los desequilibrios de poder que desde esa esfera se construyen, sobre todo cuando el conocimiento hegemónico se niega a reconocer, colonizándolo, el criterio de verdad del pensamiento subalterno.
Uno de los temas de mayor relevancia es el que se refiere al derecho al desarrollo de los pueblos indígenas y los afrodescendientes. En años recientes hemos asistido a una titánica lucha por parte de los miembros de las comunidades indígenas y los intelectuales de los pueblos originarios por posicionar la agenda propia dentro del debate sobre las vías del desarrollo de la nación. No como forma de singularizarse, sino más bien como un aporte para lograr satisfacer las necesidades de desarrollo desde sus propias capacidades, y darle un rostro propio a ese proceso que desde hace décadas se aleja de nuestras realidades locales.
Lo mínimo que se pide, desde los pueblos indígenas, es que se les incluya como sujetos de su propio destino mediante la consulta previa y bien informada, aceptándolos como sujetos colectivos de derecho y no como objetos de asistencia, lo que actualmente sucede.
A pesar de que como mexicanos tenemos constitucionalmente el derecho a la educación, y que nuestras instituciones de educación superior han hecho un gran esfuerzo por formar intelectuales capaces de diseñar el logro del desarrollo nacional –aunque desgraciadamente después no se les tome en cuenta–, los miembros de los pueblos indígenas han quedado muchas veces excluidos. Algunas autoridades, intelectuales y dirigencias indígenas vislumbraron esta situación desde hace décadas, y por ello se dieron a la tarea de construir nuevas instituciones para subsanar esa carencia. Se trata de formar profesionistas que argumenten los fundamentos de nuestra diversidad cultural, que es, como dice nuestra Constitución, una de nuestras fortalezas como nación.
La tarea más importante de esos profesionales será entonces la de dirigir la construcción del desarrollo local que tanta falta hace. A lo largo de los años 90 los miembros de los pueblos originarios de Guerrero se dieron a la tarea de constituirse como sujetos de su propio desarrollo; para ello se dotaron de nuevas formas de organización y de representación, pero fundamentalmente se dieron cuenta que era necesario formar a sus propios profesionales y se aplicaron en la tarea de buscar alianzas con otros sectores, como el magisterio indígena. Fue así, como después de más de 10 años de discusión surgió la Unisur. Para darle sentido y contenido a la nueva universidad, mixtecos, nahuas, tlapanecos, amuzgos y afromexicanos aportaron durante todo ese tiempo sus opiniones y experiencias. Se realizaron más 250 asambleas regionales, comunitarias y municipales, y se tuvieron que tomar acuerdos en tres congresos estatales sobre educación intercultural. También se tuvo contacto con el gobierno del estado, pero éste al final optó por instalar en la región un proyecto distinto.
Aunque con muchas carencias, por no contar con presupuesto y reconocimiento oficial, la Unisur está trabajando normalmente desde hace dos años y acaba de recibir a la tercera generación de estudiantes. Cuenta con más de 200 alumnos que asisten a clases en las cuatro unidades que la integran, ubicadas en las regiones indígenas del estado: la Unidad Académica de Cuajinicuilapa, para la región afromexicana; la Unidad Académica de Xochistlahuaca, para los estudiantes amuzgos; la Unidad Académica de Santa Cruz El Rincón, para los estudiantes tlapanecos y mixtecos, y la Unidad Académica para los estudiantes nahuas. En lo que se refiere al servicio, la Unisur se ubica como la institución que aporta asesoría a las comunidades en sus necesidades de desarrollo.

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