jueves, 1 de octubre de 2009

Educación superior: el espejo internacional

Alejandro Canales*

Este mes se publicó la edición anual del Panorama de la Educación de la OCDE (Education at a Glance 2009, disponible en la página web de la organización). La mayoría de los medios destacó el llamado del secretario general de la OCDE, José Ángel Gurría, para que los Estados realicen una mayor inversión en la educación superior y también para que los estudiantes compartan con el gobierno los costos del servicio. Sin embargo, con independencia de la opinión que merezcan estas apreciaciones, poco se ha reparado en el contenido y función de la publicación en sí misma.
Uno de los aspectos que vale la pena resaltar es que el reporte de la OCDE se ha convertido en el punto de referencia para la comparación internacional. En relativamente poco tiempo, alrededor de una década, los indicadores educativos elaborados por esa organización se han convertido en el estándar parcial con el cual se mide la mayoría de los países.
Debe reconocerse que el trabajo técnico y metodológico de la OCDE en materia de indicadores ha sido sistemático y ejemplar desde mediados de los años ochenta. La organización, como se sabe, agrupa a las naciones más industrializadas, pero desde fines de la década pasada incluye en sus reportes a una docena de países no miembros. México, pese a sus dificultades económicas, es integrante de la OCDE desde hace 15 años y poco a poco ha proporcionado la información concerniente a las diferentes mediciones.
La UNESCO, que sistemáticamente se ha preocupado por la información comparativa en el ámbito internacional, creó su propio instituto de estadística (UIS, por sus siglas en inglés) en 1999. Pero, inicialmente, trabajó en conjunto con la OCDE en el programa de indicadores educativos mundiales (programa WEI, en el cual participaron 11 países), para aprovechar los avances conceptuales y metodológicos con los que ya contaba la organización económica.
Una de las primeras publicaciones de la OCDE que ofreció indicadores más actualizados y comparables en el ámbito internacional en el terreno educativo, fue precisamente el Panorama de la Educación de 1998. En esa edición se incluyeron, por primera vez, países no miembros de la organización, correspondientes a los que participaron en el programa de indicadores educativos mundiales, y también información sobre la operación de los sistemas educativos, particularmente de nivel superior, referente a su eficiencia.
El punto que conviene advertir es que, contrario a los años setenta e incluso a los ochenta del siglo pasado, la escala de comparación internacional se ha ido ensanchando en las recientes dos décadas. Si antes los países solamente se veían a sí mismos, o bien, únicamente volteaban a ver a los vecinos con los que compartían fronteras, o cuando más a los de la misma región, ahora es prácticamente imposible ignorar al conjunto de naciones y el contexto internacional. También que los puntos de comparación son cada vez más unipolares y homogéneos.
Las estadísticas y los indicadores en el ámbito internacional nos muestran dimensiones y posiciones. El problema es que al asomarnos al espejo de la comparación casi siempre nos devuelve una imagen de país que no nos gusta. En los indicadores que debiéramos estar en las primeras posiciones (cobertura educativa, nivel de escolaridad, número de científicos por habitantes, por ejemplo), aparecemos al final y en donde más valdría no figurar, encabezamos la lista. Lo peor es que en el relativamente breve periodo en el cual se realizan las mediciones internacionales, avanzamos poco o incluso retrocedemos. En este último caso, por ejemplo, está el tema de la competitividad y la innovación.
La edición de este año del Panorama de la Educación todavía no registra los efectos de la crisis económica, porque los datos comparables para el conjunto de países se refieren a 2007, pero de todas formas muestra las diferencias por países.
Cada año, la edición incorpora nuevos indicadores o realiza cálculos distintos. En el reporte actual, como lo analizaremos con detalle en una entrega posterior, incluye los beneficios económicos individuales y sociales que se derivan de un mayor nivel de escolaridad. Igualmente, destaca la inclusión de los resultados de una medida de la prueba PISA, concentrada en jóvenes de 15 años con un alto nivel de competencia científica, en la cual se muestra que aproximadamente una cuarta parte proviene de un nivel socioeconómico menor al promedio de su país, entre otras cifras interesantes.
Un dato del reporte que conviene tener presente es que los sistemas educativos continúan su expansión, particularmente en los niveles medio superior y superior, pero mientras en la mayoría de países de la OCDE se alcanzó la cobertura universal en educación media superior desde mediados de la década pasada y otros están por lograrla, en México y Turquía, pese a que también crecieron, la cobertura en el nivel medio es de alrededor de la mitad del grupo de edad. Ésa también es una imagen frente al espejo.

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