jueves, 1 de octubre de 2009

México: la patria en vías de disolución

Humberto Musacchio
Excélsior/1 de octubre de 2009

En este México del sufrimiento y la desesperanza, mal, muy mal deben andar las cosas para que el Banco Mundial, cuyas políticas siempre han despreciado a los seres de carne y hueso, proponga crear “una protección social contra la crisis” y llame a “evitar la pérdida de capital humano”.
El señor Marcelo M. Giugale, director de Política Económica y Programas de Reducción de la Pobreza (je, je), del Banco Mundial, dice que en México, uno de los países latinoamericanos en que ha crecido más el número de pobres, se deben evitar problemas como la desnutrición, la deserción escolar de los adolescentes y las “interrupciones del sistema de salud básico y preventivo” (La Jornada, 30/IX/09).
Contrariando el dogma del equilibrio en los indicadores macroeconómicos, el mismo funcionario señaló que “el diálogo eficientista, de los equilibrios, que es muy importante, está muy bien, pero ahora hay que ayudar a toda esa gente que cayó o va a caer en la pobreza”, entre otras cosas porque las remesas de los paisanos que están en Estados Unidos disminuirán 10%, sobre todo por el desempleo en la construcción.
Pues sí, hay que evitar la pérdida de esa extraña criatura que economistas deshumanizados llaman “capital humano”, como si las personas pudieran nombrarse y tasarse igual que los bienes materiales. En buen romance, el funcionario del Banco Mundial llama a cuidar la fuerza de trabajo, dándole el mínimo de elementos nutricionales, fomentando la capacitación —la deserción escolar actúa contra una conveniente sustitución generacional de la mano de obra— y evitando, dice él, las “interrupciones” de los servicios de salud, pues aunque éstos nunca son precisamente óptimos, deben estar dentro de cierto rango, pues fueron creados con el fin de mantener la fuerza de trabajo más o menos apta para el desempeño laboral.
Desde que se aplican en México las políticas neoliberales, los gobiernos no han mostrado interés por el “capital humano”. No se capacita mano de obra porque tenemos un sistema educativo en quiebra, no hay empleos y por lo mismo no puede garantizarse una mediana alimentación, los servicios de salud pública empeoran de año en año y en el caso del Instituto Mexicano del Seguro Social el desastre, corruptelas aparte, es en cierta medida atribuible a que no crece la nómina de afiliados, pues si no hay creación de empleos formales tampoco hay prestaciones para los trabajadores.
Tan lamentable realidad ha intensificado la migración hacia otros países, especialmente a Estados Unidos, donde de los 12 millones de extranjeros que ahí residen, 11 y medio millones nacieron en México y de éstos siete millones son indocumentados, gente que lo arriesga todo por ir en busca de un empleo que en el peor de los casos será mejor pagado que de este lado. En 2000, según datos del Consejo Nacional de Población, entre los emigrados había 660 mil que tenían estudios de licenciatura o superiores. Ese “capital humano” ya debe andar por el millón de personas, y contando.
Ya no son sólo pizcadores los que emigran. La gente se va porque no existen planes para arraigarla aquí. Tan no existen, que cuatro de cada cinco mexicanos sueña con irse a Estados Unidos y, de quedarse, uno de cada tres estaría de acuerdo en que tropas del país vecino se internaran en territorio nacional, a ver si ellas son capaces de poner orden. Es lamentable, pero México no ofrece a sus hijos presente ni futuro, y eso explica la pérdida de patriotismo, la falta de orgullo por la pertenencia a un país.
hum_mus@hotmail.com

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