miércoles, 30 de septiembre de 2009

El escarnio vende más

Raúl Trejo Delarbre

La observación de los medios de comunicación se ha convertido en necesidad de la democracia. En la medida en que se les puede analizar y discutir a partir de los contenidos que hacen públicos, los medios tienen una fuente de contrapesos y evaluaciones que resultan de la mayor utilidad política, académica y desde luego ciudadana.
Como espectadores de ellos, todos justipreciamos cotidianamente a los medios de comunicación. Gracias al contexto, a la experiencia, al afán complaciente o crítico con que consumimos sus mensajes, cada uno de nosotros decodifica de manera diferente, de acuerdo con la circunstancia de cada quien, los contenidos de los medios a los que estamos constantemente expuestos. Pero una cosa es evaluar de manera personal los medios cuyos mensajes miramos, leemos y escuchamos y otra, contar con datos específicos de ese comportamiento. Allí radica el mérito del examen sistemático de esos contenidos. Las observaciones profesionales de medios cuantifican, comparan, discuten y hacen públicos esos resultados.
En América Latina, los observatorios de medios cada vez se consolidan mejor y ganan mayor autoridad ética y cívica en sus respectivos países. En México, aunque todavía no disponemos de observatorios de medios que hagan un seguimiento constante y amplio de los contenidos de la televisión y la radio, desde hace dos décadas hay evaluaciones académicas y ciudadanas acerca de la cobertura que recibieron las campañas electorales. En esa tarea, los equipos a los que desde hace 15 años han encabezado Miguel Acosta y Sergio Aguayo han tenido un desempeño frecuente y valioso. Con metodologías y objetivos específicos que han ido evolucionando, esos estudiosos han mantenido la atención puesta en el comportamiento de los medios delante de diversos procesos electorales.
Anoche fue presentado el estudio que Aguayo y Acosta, ahora en la organización Propuesta Cívica, A.C., junto con un grupo de acuciosos observadores, realizaron acerca de las campañas federales que culminaron en la elección del 5 de julio pasado. A partir de la preocupación por la calidad de las campañas, examinaron 2043 spots y videos que localizaron tanto en la televisión abierta como en YouTube. La gran mayoría de esos materiales, 2008, circuló en ese sitio en Internet.
Muchos de esos videos tenían una producción que puede considerarse profesional. Sin duda ello solo fue posible gracias a la decisión de los partidos para, además de en los medios convencionales, desplegar sus campañas en Internet. La sola contabilidad de los videos de acuerdo con las simpatías partidarias que quienes los hicieron, resulta significativa. La tercera parte de ellos (666 documentos) apoyaba a candidatos del PRI o a la campaña nacional de ese partido. Otros 393, eran proclives al PAN. En respaldo al PRD o a sus candidatos, hubo 240.
La coalición formada por Convergencia y el Partido del Trabajo tuvo 180 videos. El Partido Social Demócrata, 143. Nueva Alianza, 66 videos y el Partido Verde, que posiblemente no se interesó demasiado en esa opción para hacer propaganda porque contó con el ostensible y en ocasiones ilegal respaldo de las televisoras, tuvo 44 videos. Hubo, además, 275 mensajes colocados por ciudadanos sin identificación específica.
En ese universo, conformado por videos anónimos y/o sin preferencia específica por algún partido, estuvieron los mensajes más agresivos en el inventario que reunió Propuesta Cívica. 209 de los 2008 videos fueron considerados como “negativos” por esos analistas. 201 de ellos, fueron materiales no atribuibles a partidos políticos.
Lo que a los partidos les interesaba, mal que bien, por lo menos en los contenidos claramente inducidos por sus dirigentes o simpatizantes, era exponer puntos de vista. De los 1731 materiales identificados con partidos, 1108 son considerados como de “posicionamiento” y 573 como de “propuesta”.
Sin embargo los videos más exitosos fueron, como es de suponerse, los más agresivos. Sus índices de audiencia, registrados a partir de los datos de descargas que ofrece YouTube, confirman que la descalificación, el escarnio y la confrontación resultan mucho más atractivos que la exposición de programas o trayectorias.
Nada hay de sorpresivo en esa conclusión, pero el estudio de Acosta, Aguayo y compañía, tiene el valor de las verdades que son demostradas de manera irrefutable. Quizá no lo son tanto algunas de las conclusiones de esos autores cuando dicen, preocupados por la orientación de los contenidos más exitosos:
“Los mensajes negativos, sin importar su origen o autoría, encuentran en el electorado mexicano un público más interesado en los insultos y ataques que en las propuestas o programas de acción. Aunque no puede definirse qué tanto esa conducta se debe a la pobreza de las propuestas mismas o a la falta de creatividad en su transmisión, sí es posible concluir, a la luz de los resultados arrojados por el monitoreo, que los spots negativos tuvieron mucha más audiencia, lo que significó que fueron más efectivos que los anuncios apegados a los lineamientos legales”.
¿Es posible suponer que la conducta de los ciudadanos puede ser evaluada por el comportamiento de quienes miran los videos más políticamente escandalosos en la Red? Y más aún, ¿el hecho de mirar esos videos, es indicio de que el ciudadano que se solaza o se preocupa con ellos tiene bajos índices de cultura política? ¿Qué es y cómo puede establecerse la eficacia de un mensaje electoral? Esas son algunas preguntas suscitadas por el nuevo trabajo de Acosta y Aguayo del que aquí solamente hemos mencionado algunos datos y hallazgos.
Tomado de: http://sociedad.wordpress.com/

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