viernes, 18 de septiembre de 2009

Presa aprendí lo que significa la injusticia: Jacinta Francisco

Emir Olivares Alonso
La Jornada/18 de septiembre de 2009

“Los tres años que estuve en prisión no representaron una pérdida. Aprendí mucho, como el significado de la injusticia”, aseveró Jacinta Francisco Marcial, indígena ña-ñú que obtuvo su libertad luego de que la Procuraduría General de la República (PGR) no encontrara “prueba plena” para culparla de un supuesto secuestro de seis integrantes de la desaparecida Agencia Federal de Investigación (AFI).
En entrevista, aseguró que tras esta experiencia “ya no permitiré más injusticias de la autoridad en mi contra. Ahora soy mucho más fuerte”. La mujer, de 46 años de edad, sostuvo que aunque retornará a sus actividades cotidianas su vida ya no será la misma. “Comprendí la importancia de valorar, escuchar y ayudar a las personas; quiero ayudar y, en la medida en que pueda, así lo haré”.
En agosto de 2006, Jacinta fue encarcelada, luego de que el Ministerio Público Federal la acusó de participar en el supuesto secuestro de los agentes de la AFI en el poblado de Santiago Mexquititlán, Querétaro. El 19 de diciembre de 2008, un juez local la sentenció a 21 años de prisión por esos hechos. Pero su defensa legal –a cargo del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez– apeló del fallo y apenas hace unas semanas la PGR decidió no presentar conclusiones acusatorias en su contra, lo que propició su excarcelación.
Ayer, tras ofrecer una conferencia de prensa luego de su liberación (la madrugada del miércoles 16 de septiembre) Jacinta fue asediada por decenas de reporteros. Todos querían conocer sus impresiones y experiencias durante los tres años de reclusión, sus sensaciones al quedar libre, si guarda algún rencor contra quienes la acusaron o contra el juez que la sentenció.
“Lo primero que hice al salir fue dar gracias a Dios porque me permitía regresar a mi hogar, y lo hice bien, sana”, relató.
Jacinta Francisco se refirió al caso de sus dos compañeras, Teresa González y Alberta Alcántara, acusadas por los mismos hechos y que aún permanecen en prisión. Pidió a las autoridades que se revisen sus casos para que también puedan obtener su libertad. “No somos culpables de nada, no hubo ningún delito”. Tras su experiencia demandó que los jueces, en especial el que llevó su caso, “hagan bien su trabajo. Esto no sólo me lo hicieron a mí, hay decenas de personas que ya están sentenciadas sin pruebas suficientes, siento que en México no hay justicia”.
Narró que en la prisión aprendió a tejer y a trabajar con papel reciclado para crear artesanías; también se hizo de amigas, pero sobre todo adquirió experiencias y conocimientos que sabe aplicará en su vida futura.
“Ahora ya sé lo que es la injusticia, eso me dejó la prisión, a mí y a mi familia. Ojalá Dios me dé fuerza y valor para enfrentarme a cualquier problema que venga. Esto (su encarcelamiento) es lo más fuerte que me ha sucedido, el estar acusada de un delito grave que no cometí”.
Consideró que su estancia en el penal femenil de San José el Alto, por más de tres años, no representó una pérdida. “Me dejó cosas que nunca imaginé podría saber. No me arrepiento, no fue pérdida porque aprendí qué es un delito grave y cuál no lo es, qué es una apelación, un amparo, un abogado de oficio o uno particular, qué es un delito común y cuál federal”.
Lo más difícil de haber estado en prisión fue alejarse de su esposo y sus seis hijos. “A veces lloraba, pero no de tristeza, sino de coraje por no entender, no saber, no había quién me explicara qué pasaba. Me sentía lejos de mi familia, de mi trabajo. Hubo días en que sentí que no valía nada”.
Finalmente, aunque confirmó que regresará a su puesto de aguas frescas en el tianguis de su pueblo, aseguró que a todo aquel que ahora le pida ayuda se la proporcionará. “Me gustaría saber leer, escribir y hablar más (el español) para ayudar a la gente; sé que muchos no saben. Con esta experiencia espero ayudar a quien así me lo pida”.

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