martes, 8 de septiembre de 2009

¿Y después del discurso?

Alberto Aziz Nassif
El Universal/8 de septiembre de 2009

Cuando a los políticos se les termina el oxígeno, quedan a la mano los materiales de emergencia. Una vez que se ha tocado fondo, porque el país ha entrado en una severa crisis económica no sólo porque llegó de fuera, sino por el modelo que se ha seguido en las últimas dos décadas; cuando el crimen organizado se ha desparramado en poderosas redes que han deteriorado la seguridad de los ciudadanos como nunca antes; cuando los recursos energéticos, de los que ha vivido el gasto público, declinan de manera radical; cuando se pierden las elecciones intermedias por la mediocridad de una administración que se ha acomodado con los intereses fácticos, sindicales y mediáticos; cuando el campo sufre la peor sequía en décadas y el sistema de salud está amenazado por el rebrote de una epidemia de magnitudes enormes, entonces y, sólo entonces, se puede dejar de lado el triunfalismo y reconocer, al menos en el discurso, el país real y la agenda de cambios necesarios y siempre postergados. Felipe Calderón recurrió al material de emergencia el pasado 2 de septiembre en el mensaje de su tercer Informe de Gobierno.
La agenda de 10 puntos que plantea Calderón toca cambios necesarios, pero también puede ser puro aire. Cada propuesta deja abiertas diversas posibilidades, porque el “cambio” puede ir hacia delante en sentido progresista o se puede fortalecer la reversa y entrar a una mayor concentración de poder. Por eso es necesario acotar los términos de referencia y ver qué implica esa agenda de cambios.
La revisión necesita revisar la convocatoria, los instrumentos, los aliados, los adversarios y las posibilidades de hacer los cambios planteados. Calderón habló de grandes alianzas, posiblemente de un pacto nacional en el que la clase política y la sociedad organizada establezcan un paréntesis para dejar de lado las “inercias”, que no son sino la administración de los grandes intereses que obstaculizan las reformas.
¿Existe alguna posibilidad de hacer un pacto hoy en día? Resulta complicado imaginar que a la mitad del sexenio, con el panorama más cuesta arriba posible y la minoría más contundente, esta presidencia panista haga una convocatoria que debería haberse hecho mucho antes y que no se hizo ni en 2000 ni en 2003 y tampoco en 2006. La transición democrática se atoró, entre otras cosas, por la complicidad de los gobernantes de la alternancia (Fox y Calderón) para conducir al país en alianza con los intereses de los poderes fácticos, viejos y nuevos, y no con el objetivo de consolidar una democracia y poner por delante la garantía de los derechos sociales, políticos y civiles de la ciudadanía.
Un proyecto de cambios necesita aliados importantes y aquí empiezan los problemas de viabilidad. Veamos sólo tres partes del decálogo: pobreza, educación y telecomunicaciones.
1) Para combatir la pobreza en serio se necesita modificar la grave desigualdad que existe, iniciar la ruta de una redistribución del ingreso, lo cual implica subir los salarios y, para ello, garantizar la existencia de organizaciones sindicales que tengan realmente representación y sean contrapeso de las empresas. Se necesita una reforma laboral que construya equilibrios entre la flexibilización del trabajo y la seguridad laboral, y deje atrás la mezcla en la que nos encontramos de flexibilidad con una gran precariedad. Combatir la pobreza en serio no se puede sólo con más programas sociales, que son un paliativo limitado y vulnerable, como lo hemos visto en las últimas crisis.
2) La educación de calidad pasa por un ajuste severo al control que el sindicato de maestros tiene sobre el aparato educativo, desde la Subsecretaría de Educación Básica hasta la dirección de las escuelas y las políticas de reclutamiento, evaluación y transparencia de la gestión escolar. No es posible hacer este cambio con las alianzas que hoy existen entre el gobierno y la eterna líder magisterial. En esta misma vía hay que preguntar: ¿hasta dónde pueden llegar el ajuste al sector público, la austeridad y la racionalización del gasto? Lo empezaremos a ver hoy. Terminar con opacidad, corrupción y privilegios en las empresas públicas implica romper los pactos con los sindicatos existentes y rehacer la gestión en esas empresas. No se ha hecho, ¿por qué se podría hacer ahora?
3) Telecomunicaciones. Problema complejo que desafía la capacidad regulatoria del Estado. ¿Realmente se piensa recuperar la autonomía pública para someter la voracidad de los poderes fácticos —radio y televisión— al imperio de la ley? Porque no todo es un problema de acceso y mercado, sino de garantía de pluralidad, terminar con la discrecionalidad en el reparto de las concesiones y completar la tarea legislativa para que la reforma electoral de 2007 y el modelo de medios se consoliden. Estos cambios necesitan reglas claras para los medios y los partidos, con una penalización que incentive a los actores (medios y políticos) a no romper la legalidad y dejar atrás la simulación, como la que vivimos durante todo el pasado proceso electoral.
En suma, se necesita una nueva coalición gobernante; por ello nos preguntamos: ¿qué sigue después del discurso?
Investigador del CIESAS

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