miércoles, 9 de septiembre de 2009

UNAM: ¿por qué no reducir su presupuesto?

Julio Serrano
Milenio/9 de septiembre de 2009

Como parte de las medidas para enfrentar el déficit fiscal, el gobierno propuso recortar en un 1% el presupuesto de las universidades públicas del país incluyendo al de la UNAM. La oposición ha sido avasalladora. Al parecer, la simple mención de recortes educativos, y en especial a la educación superior, es tratada como un sacrilegio. Esto es un error.
Hay que partir de la base de que el gobierno necesita encontrar recursos para tapar su boquete fiscal. Para reducir el gasto, el no recortar en un lugar implica recortar en otro. Así de fácil —y de difícil. Cualquier recorte va a doler. ¿Por qué no incluir en los posibles afectados a la educación?
Los primeros y más vocales opositores a la medida han sido —sorpresa— los rectores de las universidades públicas. José Narro Robles, rector de la UNAM, afirmó que los recortes propuestos eran una señal de que la educación superior no era una prioridad para el gobierno. El rector de la Universidad Autónoma de Zacatecas fue aún más radical al manifestar que los recortes ponían en riesgo no sólo a las universidades públicas nacionales, sino también al país, y advirtió sobre un posible estallido social a causa de ellos.
Lo que proponen los rectores es que el gobierno reduzca su gasto en otros lados que no sean la educación superior —otra sorpresa. Mencionan que hay lugares dentro del gobierno donde se pueden encontrar ahorros eliminando burocracia y ejerciendo medidas de austeridad.
Debo decir que en términos políticos entiendo la actitud de los rectores. Gritar y patalear ayuda a ejercer presión sobre el gobierno. Pero en términos objetivos, se equivocan en rechazar de manera automática cualquier recorte educativo.
Existe un mito de que mayor presupuesto se traduce siempre en mejor educación, y México es prueba clara de que éste no es necesariamente el caso. El gasto público que destina nuestro país a la educación con respecto al PIB es elevado, superior al de países como Chile, Alemania y Estados Unidos. Y sin embargo, en evaluaciones internacionales de nivel educativo, como la de PISA, salimos en los últimos lugares.
Al igual que hay gordura que cortar en el sector público, también la hay en la educación. Burocracia hay en todos lados. Estoy seguro que las universidades públicas podrían cortar varios gastos innecesarios sin afectar la calidad de la educación que ofrecen.
Además, no es que el gobierno esté proponiendo una reducción radical. La idea es recortar sólo un 1%. La UNAM, por ejemplo, tiene un presupuesto de más de 20 mil millones de pesos al año. Esto equivale a un gasto anual por alumno superior a los 60 mil pesos, una cantidad nada despreciable que bien podría absorber un mínimo ajuste.
En lugar de rechazar de manera dogmática cualquier propuesta de recorte educativo, haríamos bien en abrirnos a analizarlas de manera objetiva.

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