sábado, 5 de septiembre de 2009

¿Dar a Calderón el beneficio de la duda?

José Cabrera Parra
Excélsior/5 de septiembre de 2009

Después de tres años de calderonismo evasivo y de seis de foxismo “chascarrillero”, no resulta fácil otorgarle a Felipe Calderón el beneficio de la duda, a pesar de la vehemencia de su convocatoria al cambio, que por momentos nos convenció de que estaba hablando en serio.
Y no es fácil tomar una decisión cuando, en la parafernalia de un informe presidencial falsificado, varios de los angustiantes problemas nacionales fueron soslayados y no merecieron algunas líneas especiales, reales, profundas, como el fallido combate al narcotráfico, que ha bañado en sangre al país y nos ha dado en el mundo un rostro de criminales, secuestradores, ladrones y corruptos.
¿Cómo otorgarle el beneficio de la duda cuando en su discurso desliza, como un logro, el dato de que la droga, golpeada por la acción oficial, ha dejado de ser un “producto de paso”, para inundar el territorio nacional? Si esto que oímos es cierto, muy grave sería haber sacrificado tantas vidas y gastado enormes sumas de dinero para librar al imperio de las miles de toneladas de drogas que consume, mientras nuestros jóvenes se ahogan en la farmacodependencia.
La convocatoria presidencial no es cambiar el país, sino “reinventarlo”. ¡Qué bueno sería! Pero uno se pregunta si esa titánica labor podría llevarse a cabo con un gabinete de amigos tan incompetente como el de don Felipe, cuyos miembros, casi desconocidos, no aciertan en nada. ¿Quién es el secretario de la Reforma Agraria? ¿Quién dirige tan magistralmente la economía que el pueblo hoy apenas logra medio comer y la caída de nuestro producto interno supera ya la escalofriante cifra de 10%? ¿Quién está a cargo de la salud pública y quién es responsable de que los hospitales públicos tengan al menos analgésicos para aliviar el dolor de los pacientes? ¿Quién es la titular de Relaciones Exteriores, que ha logrado con gran eficiencia borrar a México del mapa mundial?
Aún así, habría que otorgar a don Felipe el beneficio de la duda y mantener la esperanza de que pudiera convertirse en el guía del resurgimiento nacional. Seguir el consejo de quien sugiere sustituirlo ahora no deja de ser un buen chiste. Primero, porque constitucionalmente no está prevista la destitución de un presidente, y segundo porque no hay a la vista una persona o grupo que llene los requerimientos para la titánica tarea de salvar a México. ¿Tal vez el “Niño Verde”? El color nos previene del desacierto. ¿Andrés Manuel? ¡Que Dios nos agarre confesados! ¿Josefina Vázquez Mota? ¿Y si diosito le hace el milagro y la deja viuda? ¿Tal vez Enrique Peña Nieto, quien de inmediato se convertiría en la nueva estrella de la pantalla chica y monopolizaría las páginas de las gacetillas de espectáculos?
Dejando de lado el sarcasmo, diremos que sí, que es necesario otorgarle a don Felipe el beneficio de la duda, porque es el único que tiene la posibilidad real de echar a andar, desde el poder, la maquinaria del cambio. Sólo requeriría —como él mismo advirtió— altura de miras y firmeza. Nosotros señalaríamos también el patriotismo, la renuncia a ambiciones personales y apetitos de poder, con lo cual entablaría un diálogo directo, incluyente, con cada sector, grupo o sociedad, haciendo gala de voluntad y amor por México.
Sin duda, otro paso muy importante sería regresar el país al orden constitucional, remitiendo al Ejército a sus cuarteles para darle fin a la peligrosa militarización que se vive —y en muchos casos se sufre— en muchos lugares. Tal es el caso de Tamaulipas y otros estados, donde el poder civil ha sido desplazado y la gobernabilidad se ha puesto en manos castrenses. Esta decisión sería una prueba de la sinceridad de la convocatoria presidencial, y le garantizaría a don Felipe el respaldo popular. Sobre el combate a la delincuencia, el apoyo sería total para que éste, cueste lo que cueste, recaiga en las policías a las que corresponde enfrentarlo. De no ser así, el temor a lo que puede ocultar la militarización calderonista, seguiría siendo un obstáculo para el cambio.
La renovación de diputados federales ha dado como resultado un Congreso de la Unión, integrado por personajes con larga experiencia y conocimiento de la problemática nacional. Sin duda, esto podría ser un apoyo a lo que emprenda — esperamos que muy pronto— don Felipe. A los diez puntos planteados por él, agregaríamos una gran auditoría que nos ubicara en una realidad más concreta, de menos palabrería. No todo es malo: un ejemplo podría ser el exitoso plan del sector salud contra la pandemia de influenza, reconocido mundialmente.
En verdad ha llegado el momento de hacer a un lado egoísmos y ambiciones, obligados por la gravísima situación que vivimos. Hoy los placebos o analgésicos sólo nos hundirían más: se requiere una cirugía de fondo y medicamentos potentes y certeros que vayan al corazón de los males que nos aquejan. Pero, ya en los hechos, el primer paso lo debe tomar don Felipe. Cuando esto ocurra, estarán dadas las condiciones para otorgarle el beneficio de la duda y el beneficio de la esperanza.
josecabreraparra@hotmail.com

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