jueves, 17 de septiembre de 2009

Colef: 25 años

Carlos Ornelas
Excélsior/16 de septiembre de 2009

México es un país de contrastes, aquí conviven realidades de miseria intelectual y de excelencia académica. Uno no puede explicarse cómo es posible que con las pésimas enseñanzas que reciben los mexicanos en la educación básica, tanto en la pública como en la privada, puedan existir instituciones de alta calidad y prestigio internacional en la educación superior. Hace años denominé a ciertas de esas instituciones “cunas de futuras ciudades del intelecto”. Escuelas pequeñas, protegidas, dedicadas a la investigación y el posgrado (aunque algunas tienen programas selectos de licenciatura). A la cabeza de ellas en las ciencias sociales se encuentra El Colegio de México, que ha incubado a otros colegios, como el de Michoacán y el de la Frontera Norte, el Colef.
La incubación de esas instituciones se debió al liderazgo de académicos distinguidos, como Luis González y González, uno de nuestros mayores historiadores, que fundó El Colegio de Michoacán, y de Jorge Bustamante, que encabezó la creación del Colef. Ambos contaron con el apoyo intelectual y político (en el buen sentido de la palabra) de las autoridades del Colmex, en especial de Víctor Urquidi. Cada Colegio concentra su fortaleza en un campo, pero no abandona las otras disciplinas que cultiva, el de Michoacán se empeña en la historia, mientras que los estudios de demografía y migración apuntalan al Colef.
Éste acaba de cumplir 25 años. La semana pasada los festejó en grande: ceremonia oficial, con la presencia de personalidades del mundo político y el académico, así como con actividades a cargo de sus investigadores, estudiantes y egresados, junto con invitados de otras instituciones. También hubo espacio para convivir y fomentar el compañerismo (y algo de chovinismo institucional, que fortalece lazos de identidad) en comidas y una cena de clausura con baile incluido.
Tuve la fortuna de que me invitaran a participar con una conferencia. Presenté el primer borrador de una revista de la Alianza por la Calidad de la Educación y acompañé a Marcos Reyes Santos, profesor del Colef, en la presentación de su libro, La descentralización educativa en Baja California: cambios institucionales y conflictos políticos en el sistema educativo estatal, 1993-2003. Éste fue producto de su tesis de doctorado en educación, en el Departamento de Investigaciones Educativas del Cinvestav. Aproveché mi estancia en Tijuana para conversar con amigos y colegas, en especial con quienes comparto afanes, aunque concentré mis preguntas en el Colef, asunto que agradecieron dos de mis interlocutores, cansados de que los fuereños siempre pregunten por la violencia y las guerras del narco.
En esas charlas me di cuenta de que los profesores, los estudiantes y los egresados tienen razones para estar orgullosos, que ese chovinismo institucional no surge de artificios, sino de un trabajo intenso, constante, serio y de calidad. Los atributos de lo que algunos autores denominan excelencia académica. Las reglas de comportamiento de sus actores y las rutinas establecidas en cinco lustros son congruentes con las normas institucionales y la procuración de investigaciones y de la docencia de calidad.
No todo es dulzura, los investigadores sufren porque los fondos no alcanzan para llevar a puerto todos sus proyectos, pero no hay muchas fallas en la docencia. Sus programas de maestría y su doctorado en ciencias sociales con especialidad en desarrollo regional tienen el reconocimiento oficial y, más importante, el de sus pares de dentro y fuera de México. Su línea de publicaciones crece, la presencia de sus académicos en todo tipo de foros se multiplica y sus egresados destacan en su respectiva profesión; todo ello aumenta su prestigio.
La infraestructura del campus, al sur de Rosarito, embellece a la montaña y brinda a los miembros del Colef una hermosa vista al Pacífico. Las oficinas de los profesores, las aulas, los espacios comunes y de servicio están bien diseñados, utilizan el paisaje abrupto y ofrecen confort para el trabajo productivo.
La calidad cuesta, mas también paga. El Colef, como todo el circuito de las pequeñas ciudades del intelecto, son muestras de que en México hay bastante potencial para hacer las cosas bien.
Hoy esos logros están en riesgo porque el gobierno propone recortes a la educación. Si en vez de proponer reducir subsidios a ciencia y tecnología, utilizara el poder del Estado para evitar el desperdicio por los más de 116 mil comisionados sindicales en la educación básica, bien se podría financiar a otras instituciones que, como el Colef, construyen conocimientos útiles para el desarrollo nacional.
Retazos
Un abrazo solidario para Jorge Bustamante quien, a pesar de los incidentes de la vida, continúa con su trabajo productivo y derrama optimismo.
Mi amigo, Víctor Alejandro Espinoza Valle, me obsequió su libro de crónicas y archivo personal que fabricó con afectos, El Ático. Su lectura hizo que no sintiera el viaje de regreso.
Carlos.Ornelas10@gmail.com

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