martes, 22 de septiembre de 2009

¿Hacia un futuro seco?

Jean Meyer
El Universal/20 de septiembre de 2009

Hace la friolera de 183 años que se publica el Calendario del más antiguo Galván y lo consulto año tras año. En los últimos años pocas veces había fallado, pero la temporada de aguas de 2009 no obedeció a sus predicciones, por lo menos hasta ahora. Veamos: para julio anunciaba 16.3 días de lluvia en la capital, 20 en Guadalajara y Morelia, 23 en Orizaba; “en cuanto a las precipitaciones, éstas se incrementan sobre todo en la zona central de la República Mexicana”. No fue así.
Ahora, agosto: “Esta temporada resulta propicia para la aparición de tormentas tropicales. El tiempo de lluvias se encuentra en su máximo apogeo (…) la lluvia acompañará prácticamente dos terceras partes del mes. La posibilidad de enfrentar ciclones será muy alta”. Por desgracia, no se presentaron los ciclones que la Secretaría de Agricultura espera con ansia para septiembre.
El Galván piensa que “en septiembre las lluvias serán las máximas en el centro y sur del país, por lo que es importante extremar esfuerzos para prevenir inundaciones. Los ciclones tendrán participación sobre todo en las regiones costeras, y es posible que zonas como Oaxaca y Chiapas sufran algunos de los estragos”. Jimena golpeó al noroeste. ¡Qué difícil es el arte de la profecía! Pero más difícil todavía la ciencia de hacer llover. Varios agricultores me preguntan por qué el gobierno no compra la tecnología que supuestamente provoca las precipitaciones y me citan el ejemplo de las estaciones de esquí de Estados Unidos y de Europa con sus cañones de nieve…
Bueno, les paso la información siguiente que no tomo bajo mi responsabilidad. En un artículo publicado por Javier Cruz, en el periódico El Norte, el viernes 21 de junio de 1966, se menciona a un profesor soviético, el doctor Lev Alexandrovich Pokhmelnykh (se pronuncia Pojmelnij), físico que habría desarrollado una tecnología para aumentar las precipitaciones pluviales. En aquel entonces, dice el periódico, el científico había obtenido buenos resultados en el estado de Sonora, flagelado por la sequía, concretamente en el municipio de Pitiquito, “donde por 17 años no cayó una gota del cielo”.
Supuestamente, “así como en Sonora se han obtenido muy buenos resultados prácticamente en todo el país, en la región lagunera los beneficios fueron grandes, en Chihuahua no se diga, hasta se completó para pagar la deuda de agua que se tenía con el vecino del norte”.
Un corresponsal de La Laguna me escribe que el año pasado colocó el doctor sus antenas ionizadotas en Yucatán y que se formó un comité científico para estudiar el fundamento de su tecnología: “Y de esto puede dar fe el notario público licenciado Javier Palazuelos, encargado de la notaría número 61 del Distrito Federal” (acta 51,659 del libro tres, con fecha 21 de agosto de 2008).
Hasta no verte, Jesús. La esperanza muere al final, pero ¿por qué no? Mientras se encuentre el arte de hacer llover, ciencia que el pueblo atribuye a ciertos santos varones, como Santo Macario de Egina, en Grecia, o el Padre Cicero, de Juazeiro, en Brasil, tenemos la responsabilidad de inventar una nueva economía del agua. La tenemos y es una tarea urgente porque nos enfrentamos a un futuro lleno de polvo y de arena si seguimos acabando y contaminando los mantos freáticos, los ríos, lagunas, ojos de agua; talando sin racionalidad los bosques hasta acabarlos: ahí están todos los cerros que rodean la ciudad de México y que conocí cubiertos de espesa foresta.
Nuestro hermoso Ajusco pelón es testigo de nuestra irresponsable barbarie, y todas las ciudades del país tienen sus desplumados Ajuscos para que nuestros hijos tengan vergüenza de sus padres.
Futuro de polvo, arena y cenizas, porque si la presente sequía es la más severa en muchos años, no deja de ser un fenómeno recurrente, continental y en aumento. En el presente año, la sequía asola toda América del Norte desde las llanuras del Canadá occidental (Alberta y Saskachewan) hasta nuestro sureste, pasando por el centro oeste de EU y Tejas. A lo largo de este inmenso corredor el invierno y la primavera han sido los más secos en 50 y 70 años según las regiones.
Las lluvias no alcanzaron el 40% de la normal anual. Los historiadores del clima canadiense dicen que el siglo XX ha sido “anormalmente” húmedo, en comparación con los siglos anteriores, y que el siglo XXI bien podría ser “normalmente” seco. Nuestra sociedad urbana, que gasta 10, 100 veces más agua que la sociedad rural anterior, debe abrir los ojos. Ahora.
jean.meyer@cide.edu
Profesor investigador del CIDE

No hay comentarios: