jueves, 17 de septiembre de 2009

Jacinta y los escándalos


Editorial EL UNIVERSAL
17 de septiembre de 2009


Luego de que su caso fuera objeto de escándalo por las flagrantes violaciones a los derechos humanos y al debido proceso, ayer fue liberada la mujer otomí Jacinta Francisco Marcial, acusada de haber secuestrado a un grupo de agentes de la AFI. Hay que celebrarlo, pero esto nos confirma que en México es más efectivo litigar en los medios de comunicación que en los tribunales.
No puede entenderse de otra manera la decisión de la PGR. Así como tampoco podrían haberse corregido los casos de Acteal, de la acción penal contra Andrés Manuel López Obrador, entre otros, sin la presión de la opinión pública.
La liberación de Jacinta está apegada a derecho, pero recordemos que Alberta Alcántara y Teresa González, otras imputadas por el mismo delito que Jacinta, siguen en la cárcel. Coincide esta distinción con que ellas no resonaron tanto en la radio y la televisión, ni fueron mencionadas con la misma insistencia por reporteros y articulistas.
Los medios y quienes participamos en ellos hemos de estar conscientes de este poder y de la necesidad de seguir exponiendo los emblemáticos ejemplos de abuso de autoridad. La atención en el espacio mediático de una víctima como Jacinta o la condena anticipada contra presuntos culpables pueden hacer ser la diferencia entre la consecución de la justicia o la opacidad de quienes deben procurarla.
A través del los medios de comunicación se puede presionar a la autoridad para que haga las cosas bien, pero no basta con eso. Las instituciones deberían servir por sí solas, sin necesidad de escándalos. De esa manera los ciudadanos encontrarían justicia de manera sistemática sin importar si sus problemas son ventilados o no en el espacio público.

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