jueves, 10 de septiembre de 2009

¿Nueva legislatura?

Alejandro Canales*

Si la segunda mitad del periodo del Ejecutivo federal es poco promisorio, el panorama con los nuevos diputados podría ser todavía más desolador.
Mal empieza la semana para quien ahorcan en lunes. Sí. Apenas se estaba estrenando este 1 de septiembre la LXI Legislatura y un par de días después una decena de diputadas (ocho mujeres y dos hombres) pide licencia para separarse del cargo y dejar que el suplente (usualmente un familiar o aliado político) sea quien asuma la responsabilidad.
El procedimiento no es nuevo, ha sido práctica común para intercambiar favores o cumplir arreglos personales y partidarios. Sin embargo, desde que se estableció en el código electoral (Cofipe) que del total de candidaturas a diputados y senadores al menos 40 por ciento debía integrarse por candidatos propietarios de un mismo género (artículo 219), los casos son más numerosos y el blanco han sido principalmente las mujeres.
La solicitud de licencia está prevista en la normatividad del Congreso para que, en los casos de “indisposición u otro grave motivo”, el legislador pueda obtener la licencia necesaria (artículo 47 del reglamento interior del Congreso). Una enfermedad grave o terminal es la causa más común. No obstante, en estricto sentido, no se sabe cuáles fueron los motivos de las diputadas que ahora cedieron sus posiciones.
En la sesión del pasado 3 de septiembre, la secretaria dio lectura, uno a uno, a los diez oficios de solicitud, redactados casi con idénticas palabras, todos invocando el artículo 47 del reglamento para pedir licencia por tiempo indefinido, pero sin aclarar cuáles eran las razones para separarse del cargo que recientemente habían asumido.
Lo sorprendente es que eran las mismas personas que cinco días antes habían rendido protesta en la sesión constitutiva. Son una proporción relativamente pequeña del total de los 500 diputados. Pero todas ellas, formales, estoicas, graves, pronunciaron un sonoro “sí protesto” ante la presidenta de la mesa de decanos cuando les leyó: “¿protestan guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de diputado a la LXI Legislatura del Congreso de la Unión que el pueblo les ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la unión?”. Y no, en unas cuántas horas quedó claro que no fue así.
Entonces, tendría que aplicarse lo que también leyó la presidenta: “si no lo hacen así, que la nación se los demande”. Pero ¿solamente es una frase retórica perfecta para los rituales? Si no ¿cómo y quién le puede demandar a un soberano legislador? ¿Algún juicio político genuino ha prosperado?
Hemos tenido noticia de múltiples irregularidades de los legisladores o de los representantes de las fuerzas políticas, pero no de las sanciones. No ahondemos en el trabajo propiamente legislativo ni vayamos muy lejos. Si esta legislatura comenzó mal, la anterior terminó de la misma forma.
El lector probablemente recuerda el escándalo del senador del Partido Verde Ecologista que apareció, en el aeropuerto de Chiapas en la víspera de las pasadas elecciones, asociado con un maletín Louis Vuitton con un millón de pesos en efectivo. Nada se aclaró. Por cierto, seis solicitudes de licencia actuales son de este partido político (cuatro diputadas y dos diputados).
También, seguramente, están presentes en la opinión pública los gravosos e insultantes privilegios que tienen los diputados en materia de viáticos y transporte, los cuales quedaron al descubierto en el recuento (¿de daños?) de la pasada legislatura. ¿Quién puede confiar en estos representantes populares?
No es de extrañar que, como lo constatan las periódicas mediciones de los niveles de confianza en las instituciones, los legisladores ocupen la última posición.
La solicitud de licencia es un procedimiento perfectamente legal, pero los propios diputados saben que en la mayoría de casos faltan a la verdad y todos pagarán los costos. Tal vez por esa razón, a propuesta del diputado priista Jorge Carlos Ramírez Marín, el pleno acordó posponer para una siguiente sesión la autorización de las licencias.
Al final, seguramente las fracciones parlamentarias negociarán entre sí y terminarán aprobando la mayoría de licencias. Ése no es el problema. Lo pavoroso es que una buena parte de los legisladores incumplen su deber como representantes populares y la toma de protesta parece más bien una farsa.
En este mismo espacio, después de las elecciones, señalamos que esta legislatura tenía la enorme responsabilidad del diseño del presupuesto en un contexto de recursos escasos y debían anticiparse al reto. Hoy ya tienen en sus manos el paquete económico para 2010, la propuesta del Ejecutivo federal, pero su preocupación actual es la negociación de la presidencia de las comisiones y, claro, la búsqueda de las mejores posiciones con la vista puesta en las elecciones federales de 2012. Lo demás puede esperar.
* UNAM-IISUE/SES.

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