jueves, 17 de septiembre de 2009

La libertad académica amenazada

Philip. G. Altbach*

Todo mundo parece estar en favor de la libertad académica. Es claro que si los líderes universitarios o ministros de educación fueran cuestionados, asegurarían que este privilegio se practicara universalmente. Sin embargo, existen problemas relacionados con la libertad académica prácticamente en todas partes —creados por las cambiantes realidades académicas, presiones políticas, la creciente comercialización y marketización de la educación superior o presiones legales—.
Un poco de historia
La libertad académica tiene una larga historia en la educación superior, pero siempre ha sido disputada por fuerzas externas a la universidad. Desde los tiempos de Sócrates y, luego, Martín Lutero, profesores han sido perseguidos por sus perspectivas —por autoridades estatales o religiosas o por grupos de interés poderosos que no gustan de posturas que disientan o de verdades incómodas—.
La primera codificación de la libertad académica moderna fue quizá hecha por Wilhelm von Humboldt cuando desarrolló la universidad de investigación en Berlín en 1818. La idea alemana de libertad académica estaba limitada en alcance. Incluía lehfreiheit —la libertad de los profesores de enseñar en sus salones e investigar sus áreas de conocimiento específicas—. El ideal humboldtiano no incluía la libertad de expresar opiniones afuera de dicha área y la Alemania del siglo XIX a menudo disciplinaba a los académicos que expresaban disensión en sus opiniones sobre las políticas, y excluían a los socialistas u otros disidentes de puestos académicos. La Asociación Americana de Profesores Universitarios (AAUP, por sus siglas en inglés) se enfocó por primera vez en la libertad académica en 1915 y su declaración enfatizaba tres principios principales: “promover el cuestionamiento y avanzar en la suma de conocimiento humano, proveer enseñanza general a los estudiantes y desarrollar expertos para varias ramas del servicio público”.
Con el acuerdo entre los presidentes universitarios, la AAUP expandió la definición de la libertad académica en 1940 para incluir las opiniones del profesorado en temas externos al área de conocimiento del profesor. En otras palabras, los profesores tenían mayor libertad de expresión, aunque la declaración enfatiza la responsabilidad del profesorado y reconoce algunas restricciones.
Tanto en el caso americano como en el alemán, la libertad académica incluía la protección de designaciones académicas por medio de un sistema de longevidad (tenure en inglés): los profesores no podían ser despedidos por su investigación o posturas en una variedad de temas. Los profesores entonces estaban protegidos como miembros de la comunidad académica. No podían ser disciplinados porque podían oponerse a los líderes universitarios en problemas de gobernabilidad académica.
Esta definición más amplia, proveniente de tradiciones alemanas y estadunidenses, parece estar ampliamente aceptada en países que tienen un compromiso tradicional con la libertad académica, aunque es posible señalar muchas violaciones de las normas aceptadas.
Confusión contemporánea
Al mismo tiempo, las definiciones sobre la libertad académica se han expandido y contraído más allá de las normas generalmente aceptadas. Algunos definen ahora la libertad académica como prácticamente todo lo que permita la investigación y enseñanza efectivas —participación de la facultad en el gobierno, presupuestos adecuados para las instituciones académicas, condiciones adecuadas para la enseñanza y el aprendizaje, como salones apropiados y acceso a la tecnología—. Esto aumenta la libertad académica con el fin de incluir todo lo necesario para una universidad exitosa. En el otro extremo del espectro, algunos países reclaman ingerencia en la libertad académica donde haya políticas que restrinjan lo que se pueda enseñar en el salón de clases o sobre temas de investigación y publicación.
Las libertades contemporáneas han creado también complejidades. La internet, la educación a distancia e innovaciones relacionadas con la tecnología, así como el aumento de los conglomerados mediáticos que controlan cada vez más la distribución del conocimiento, han levantado dudas sobre su propiedad. Problemas sobre la libertad académica se incluyen en estos debates tecnológicos.
¿Es la libertad académica una condición necesaria para las universidades contemporáneas de clase mundial? La evidencia señala que sí. Los diversos rankings internacionales sobre universidades le dan a aquellas instituciones con un alto grado de libertad académica los mejores resultados. Muy pocas de esas universidades violan la libertad académica. Un alto nivel de libertad académica es particularmente importante para las ciencias sociales y las humanidades, pero todos los campos se benefician de dicha libertad de cuestionamiento y un sentido de que las universidades están comprometidas con la expresión de ideas.
La necesidad de un nuevo consenso
La libertad académica es, sin duda alguna, el núcleo de la educación superior. En la economía del conocimiento del siglo XXI la libertad académica necesita ser repensada, con todas las presiones provocadas por la masificación, comercialización y responsabilidad. Lo que se necesita es un retorno a los conceptos básicos de la libertad académica desarrollados por von Humboldt y que se expandieron en la declaración de la AAUP de 1940. Es, después de todo, el derecho de los profesores de enseñar sin obstáculos en su campo, investigar y publicas, así como expresarse en espacios públicos (periódicos, internet). La libertad académica protege el empleo de los profesores y provee todas las libertades posibles —por medio de una longevidad formal o sistema de servicio civil u otros arreglos—.
Una declaración dada a conocer por profesores de la Universidad de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, y citada en una infame decisión por parte de la Suprema Corte de Estados Unidos dice:
Es asunto de la universidad proveer una atmósfera que promueva la especulación, la experimentación y la creación. Es una atmósfera en la que deben prevalecer “las cuatro libertades básicas” de una universidad: determinar por sí misma quién puede enseñar, qué debe enseñarse, cómo debe enseñarse y quién puede ser admitido.
Estos ideales resumen precisamente muchas de las ideas esenciales de la libertad académica.
La libertad académica no concierne esencialmente cómo las universidades se manejan, si están correctamente financiadas o siquiera cómo se compensa al profesorado. Esto no se relaciona con la responsabilidad económica. Las universidades pueden demandar correctamente una productividad apropiada a los profesores. Su trabajo puede ser evaluado y un desempeño inapropiado puede llevar a sanciones o incluso, en casos extremos, al despido, pero sólo después de procedimientos cuidadosos que no violen la libertad académica. Ésta protege la enseñanza, la investigación y la expresión libres del profesorado. Y nada más.
Problemas actuales
La libertad académica actualmente se ve amenazada en muchos lugares, creando una necesidad de mayor atención a los desafíos contemporáneos. Estas crisis varían desde profesores mujeres a sanciones severas por su enseñanza, investigación o expresión —incluyendo despidos, cárcel o incluso violencia—. Grupos como Profesores en Riesgo proveen asistencia a tales académicos y divulgan sus problemas. En algunos países existen restricciones sobre qué puede investigarse, enseñarse y publicarse. En algunos casos las restricciones son explícitas, pero en algunos las líneas rojas que no pueden cruzarse no están claramente señaladas. Sin embargo, los académicos pueden ser sancionados por violar estos términos.
La lista de tales países y ramas es, desafortunadamente, bastante larga. En Estados Unidos, país con protección generalmente efectiva sobre la libertad académica, están surgiendo problemas. Las cortes han señalado recientemente que los académicos que hablen en contra de las políticas de sus propias universidades deben ser penalizados. El creciente número de profesores de medio tiempo en muchos países no tiene protección efectiva sobre su libertad académica, pues comúnmente sólo están contratados para enseñar un curso por periodos cortos o indeterminados. La posesión de conocimiento por corporaciones multinacionales, o incluso por universidades, se ha vuelto un problema de contención en muchos países.
¿Es una violación de la libertad académica que una organización externa controle lo que se publica mediante los derechos de propiedad? ¿Se viola la libertad académica si los gobiernos imponen requerimientos curriculares de varios tipos, como en el caso de un número significativo de países?
Para resumir, en la actualidad la libertad académica se encuentra bajo un considerable bombardeo y expandir la definición de este concepto clave para incluir básicamente todo provoca que la protección de lo esencial de la libertad académica se vuelva cada vez más difícil. Las complejidades del siglo XXI requieren atención cuidadosa a los núcleos principales del concepto para que puedan protegerse en un ambiente crecientemente hostil.
* Profesor y director del Centro Internacional de Educación Superior del Colegio de Boston.

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