miércoles, 30 de septiembre de 2009

Me lleva, me carga

Ricardo Raphael
El Universal/28 de septiembre de 2009

A mediados del siglo XIX se volvió muy famoso en la ciudad de México un maleante, una suerte de mago invisible que podía hacerse de lo ajeno prácticamente sin ser notado. Las autoridades jamás pudieron dar con El Pifas.
Hacía su agosto en la vía pública. Tal era su destreza profesional que siempre era tarde cuando el transeúnte descubría el extravío de sus posesiones.
Cuenta la leyenda que la ciudad andaba tan irritada por las tropelías de este maleante, que un 10 de mayo habría aparecido como encabezado en la primera plana de un periódico de nota roja la siguiente declaración: ¡Pifas, por tu madre, entrégate!
La sensación de desagrado provocada por este peculiar personaje creció a tal grado que él es el responsable de esa expresión utilizada en nuestros días: ¡Me lleva Pifas! La cual presupone que algo o alguien nos trae de muy mal humor.
Y este bandolero también dejó en herencia para la posteridad otra expresión cuyo significado es muy distinto: “Ya me cargó Pifas.”
La primera frase infiere que hay una amenaza inasible pero real que nos trae inquietos y de malas. La segunda significa que esa amenaza ya se materializó y acabó por despojarnos de algo que nos pertenecía.
Pifas es intuición que nos avisa cuando el ambiente se ha enrarecido, y es también constatación cuando la fatalidad se nos vino encima.
Por estos días, cada vez que pienso en la política de mi país, estas dos frases se enredan en mi cerebro bajo la forma de pregunta: ¿estamos los mexicanos que nos lleva El Pifas? ¿O de plano ya nos cargó ese mismo señor?
Es prerrogativa de cada quien responderse como pueda. Políticamente yo todavía me siento más llevado que cargado por El Pifas.
Traigo un malestar creciente por la manera como se están conduciendo los asuntos públicos en México, pero todavía no me doy por perdido frente a su fatalidad.
Me lleva Pifas porque veo los embates que están lesionando un patrimonio democrático que con muchísimo esfuerzo nos hubiéramos procurado los mexicanos apenas muy recientemente.
Me lleva porque los partidos renunciaron a ser vínculos que estrecharan lazos entre la sociedad y el Estado; y también porque estas instituciones han sido secuestradas por unos cuantos líderes profesionales.
Me lleva Pifas porque la sociedad organizada, que no hace tanto jugara un papel muy activo en la construcción democrática, está hoy desdibujada y desarticulada.
Me lleva también porque en el gobierno sigue importando más la lealtad y la pertenencia a una camarilla, que los méritos profesionales y la capacidad crítica.
Estoy que me lleva Pifas porque se ha dañado la autonomía y la credibilidad de los órganos del Estado.
Me lleva porque las autoridades locales han extraviado toda preocupación democrática. En su territorio la cooptación o la aniquilación de los adversarios han triunfado sobre el respeto a la pluralidad de voces e identidades.
Estoy que me lleva porque la tolerancia ha dejado de ser código para la conversación y en su lugar la desconfianza y el desprecio volvieron a ser la moneda de cambio que se utiliza en los recintos de poder.
Me lleva Pifas porque el desánimo campea entre los más jóvenes y el pesimismo se ha apoderado de una inmensa mayoría de mexicanos.
Estoy que me lleva porque en lugar de el acto de escuchar, por estos días decir discursos pareciera ser lo único relevante.
Me lleva porque los asuntos que requieren de mayor seriedad están siendo resueltos de manera muy mediocre. También porque los nuevos gobernantes están resultando tanto o más corruptos en comparación con los anteriores.
Este es un país que se merece una historia muy distinta a la que está teniendo. Resbalamos sí, por la rampa enjabonada que nos conduce hacia atrás y muy probablemente hacia una versión empeorada de lo que éramos; pero todavía estamos a tiempo de ponerle un alto al desbarrancadero.
Como aquel diario de nota roja del siglo XIX, hoy me doy el lujo de exigirle a El Pifas que se entregue. Que no siga haciendo sus inmoralidades, que tenga la bondad de dejarnos en paz.
En México todavía no nos ha cargado Pifas. Falta poco pero aún no ha ocurrido. Buena parte del patrimonio está magullado, maltrecho, en riesgo, pero aún en pié.
Es responsabilidad de los muchos que en adelante no nos cargue, aunque nos lleve.
Analista político

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