martes, 31 de marzo de 2009

Echeverría en el país de los inocentes

Julián Andrade
Milenio/31 de marzo de 2009

Una de las consecuencias de las malas acusaciones del Ministerio Público es que generan desconcierto e impunidad. Luis Echeverría, el ex presidente mexicano, es inocente respecto a la matanza ocurrida en Tlaltelolco el 2 de octubre de 1968. Increíble pero cierto.
Jurídicamente ya no hay nada que hacer y lo ocurrido aquella tarde quedará como un monumento de impunidad. Es difícil pensar en otro proceso o en una investigación bien realizada.
Fueron muchos los errores que condujeron a semejante situación. El primero, el más grave, fue la acusación de genocidio. Si bien el juez de la causa y posteriormente el tribunal aceptaron que existió ese delito, lo cierto es que fue ilógico siquiera proponerlo.
Ni en 1968 ni después existió voluntad alguna para “exterminar al estudiantado nacional”. Nadie que se ocupe de analizar la historia de aquellos años encontrará sustento para semejante monstruosidad.
Por eso Echeverría es inocente, como lo serían los demás involucrados. Por eso, hay que decirlo, el tribunal no encontró “prueba alguna para sentenciarlo” por genocida.
El problema es que ocurrió una matanza, murieron tres decenas de personas, se encubrió a los culpables y muchos estudiantes, y en particular los líderes del movimiento, fueron detenidos para pasar algunos años recluidos en Lecumberri.
Es verdad que la autoridad se enfrentaba al problema de la prescripción de los delitos, pero nada les impedía proceder contra quienes no actuaron en su momento, o posteriormente. La impunidad se combate castigando a los culpables de un hecho delictivo, pero también a quienes lo solapan y ayudan.
Revivir el pasado siempre es un tema peligroso. Las transiciones se pactan mirando al futuro.
Felipe González, el ex presidente de España, recordó en el libro que escribió con Juan Luis Cebrián, El futuro no es lo que era, lo siguiente:
“Un día estaba yo en el despacho de Moncloa, siendo presidente Adolfo Suárez, con Manuel Gutiérrez Mellado. Era inmediatamente después de la Operación Galaxia (conspiración para dar un golpe de estado planeada por el teniente coronel Tejero en 1978) y el general me dijo: ‘¿Le puedo pedir un favor personal? Usted va a ser responsable del gobierno en algún momento, ¿por qué no espera a que la gente de mi generación haya muerto para abrir un debate sobre lo que supuso la guerra civil y sus consecuencias? Debajo del rescoldo sigue habiendo fuego, le ruego que tenga paciencia’.”
En España optaron por no abrir el debate, en México se abrió sin que fuera parte de la agenda y se logró lo inaudito: exculpar a Echeverría. Un desastre, en toda la extensión de la palabra.
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