domingo, 22 de marzo de 2009

El concepto de justicia

Sara Sefchovich
El Universal/22 de marzo de 2009

En días pasados se hizo pública una noticia estremecedora: la excomunión, por parte del arzobispo de Olinda y Recife en Brasil, de la madre de una niña a la que se le practicó un aborto, así como del equipo médico que llevó a cabo el procedimiento.
La historia es la siguiente: en Pernambuco, el padrastro de la menor violó en varias ocasiones a la pequeña desde que tenía seis años de edad, así como a su hermana de 13. A los nueve la niña quedó embarazada de gemelos y con riesgo de vida (mide 1.36 m y pesa 36 kilos). La ley en Brasil establece que el aborto debe practicarse a las mujeres víctimas de violación o cuando la gestante corre peligro de muerte, dos situaciones que se cumplían en este caso, a pesar de lo cual, en opinión del eclesiástico, “la ley de Dios está por encima de las leyes humanas”.
En cambio, al padrastro violador no lo separó de la Iglesia porque, en su opinión, cometió un pecado grave pero que no amerita la excomunión mientras que el aborto sí. Así lo afirmó: “El estupro (violación de una mujer virgen que no pasa de cierta edad fijada legalmente) es menos grave que el aborto”. La regional nordeste de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil apoyó la decisión: “Para nosotros siempre prevalece el mandato del Señor: No matarás”.
También el Vaticano lo apoyó: el jefe del Pontificio Consejo para la Familia afirmó que la Iglesia nunca puede traicionar su posición, y el prefecto de la Congregación para los Obispos declaró que los gemelos abortados “tenían derecho a vivir” y que “la excomunión era justa”.
El asunto despertó indignación. Algunos obispos pretendieron explicar y matizar la decisión y el presidente Lula da Silva declaró: “Como cristiano y como católico lamento profundamente que un obispo de la Iglesia católica tenga un pensamiento conservador como ése”. En México la ONG Católicas por el Derecho a Decidir publicó un desplegado preguntándose: “¿Cómo puede erigirse en estandarte de moral una institución que antepone la protección de criminales, violadores y pederastas, a la vida y la dignidad de las niñas y las mujeres? ¿Dónde quedó en esta institución el ejemplo y la vida de Jesús, que predicaba la misericordia y la justicia para las personas más desprotegidas?”.
Esa misma ONG recordó otros casos de lo que llama “oscurantismo” de la jerarquía conservadora de la Iglesia, como fueron los de Paulina en México, Rosita en Nicaragua y Ana María en Argentina, en todos los cuales “puso su moral fundamentalista por encima de la vida de las niñas que sufren estos abusos y de las leyes civiles que protegen los derechos humanos de las mujeres”.
En efecto, el tema es precisamente este: ¿por qué sigue existiendo y defendiéndose una concepción de la “justicia” en la cual lo menos importante es la vida de las mujeres y de los niños? Algo pasa que eso parece importar poco. Los casos de curas pederastas son sistemáticamente silenciados, e incluso un obispo, el de Tenerife en España, declaró hace año y medio que “hay menores que desean e incluso provocan los abusos sexuales”.
Lo acabamos de ver también en Austria, en el corazón del civilizado continente europeo. Un hombre mantuvo encerrada en un sótano a su hija, desde que tenía 17 años de edad y durante casi un cuarto de siglo, violándola constantemente. Tuvo con ella siete vástagos, algunos de los cuales le quitó y se los dio a su propia esposa para cuidarlos, otro al que dejó morir y otros a los que mantuvo en el encierro, sin que jamás vieran la luz del día.
Y ahora, cuando por un error lo detienen, su abogado critica a los medios por “retratarlo como un monstruo” porque, según él, lo único que hizo este hombre fue “construir una segunda familia”. Y la justicia civil lo castiga con cadena perpetua (a los 73 años, una perpetuidad breve, por decir lo menos) la cual pasará en un hospital siquiátrico para que reciba terapia. ¡Eso sí que es un castigo amable para alguien que le desgració la vida a tantos inocentes!
Pero después de todo, sólo se trata de una mujer y unos niños.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM

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