martes, 17 de marzo de 2009

Darwin

Arturo Barba
Milenio/17 de marzo de 2009

Luego de que Charles Darwin obtuviera calificaciones mediocres al estudiar Medicina y Derecho, su padre tomó una medida desesperada y lo metió a un colegio de seminaristas donde, en lugar de despertar su interés por Dios y la Biblia, crecería su afición por los deportes y la naturaleza.
La influencia tanto de su abuelo, Erasmo Darwin; del libro Viaje a las regiones equinocciales, de Alejandro Humboldt, y de las ideas de Lamarck, reforzarían los intereses de Darwin por las plantas, animales y conchas que encontraba por la costa inglesa.
Tenía 22 años cuando el joven liberal de una familia inglesa acomodada se embarcaría como naturalista en el Beagle durante su recorrido por buena parte del mundo.
A lo largo de los cinco años que duró su recorrido por todo el mundo, reunió, clasificó y dibujó cuanto animal y planta tuvo a su alcance. Registró las observaciones que realizó a lo largo de las costas de América.
El primer puerto que tocó en el continente fue en Brasil, donde quedó fascinado por la exuberancia de la vegetación. Recorrió las costas argentinas hasta pasar por el estrecho de Magallanes; el barco subió por las costas chilenas hasta llegar al pie de los Andes y al llegar a la costa pacífica de América del Sur, se enfiló al Archipiélago compuesto por las Islas Galápagos, donde cada una semejaba un universo independiente.
Algunas parecían desoladas costras de lava con unas cuantas plantas prehistóricas, mientras otras lucían como selvas llenas de vida. Darwin quedó fascinado por iguanas gigantes y tortugas en cuyas conchas podría bañarse una persona adulta.
Se cree que en estas islas cristalizó su idea evolucionista. Vio pájaros similares con características diferentes: unos con el pico recto, mientras que otros, curvado. Las diferencias obedecían a su adaptación al medio ambiente distinto de las islas.
A su regreso en 1836, Darwin publicaría su diario Viaje de un naturalista alrededor del mundo, en el que no mencionó su idea de la evolución.
Más de 20 años después, en 1859, plasmó sus observaciones, análisis y estudios evolucionistas en su libro El origen de las especies, en el que propuso un ancestro común para todas las especies del planeta. Con ello, daría un golpe a la soberbia de las religiones al situar a monos y humanos con un mismo origen.
Su teoría da una visión diametralmente distinta a la teoría creacionista que se inculca en muchas religiones y que se pretende imponer en escuelas de algunos países, como si el ser humano no hubiera evolucionado lo suficiente desde la Edad Media.

abanav@gmail.com

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