jueves, 26 de marzo de 2009

Monerías peligrosas


Horacio Salazar
Milenio/26 de marzo de 2009

El ambiente hervía ayer en las oficinas que tiene en Dallas la Junta Estatal de Educación de Texas. En un momento, una señora se volvió a la multitud y gritó: “¡Mi abuelo no era un chango!”. Por supuesto. Su abuelo no era un chango. Pero si así es como la señora en cuestión comprende la teoría de la evolución, no es raro que le dé por pegar de gritos en los pasillos. ¡Ugh!
Texas vuelve a estar en un punto delicado, y yo vuelvo a tocar un tema que algunos lectores me han dicho ya les aburre: la machacona insistencia de grupos conservadores por meter insidiosamente en las aulas de Estados Unidos una duda que sólo es hija de su ignorancia.
¿Qué está pasando en Texas? La mencionada Junta Estatal de Educación votará hoy sobre un tema delicado que se puede centrar en esto: ¿se debe o no se debe eliminar una regla que tiene 20 años de edad y conforme a la cual es obligatorio enseñar las “fortalezas y debilidades” de todas las teorías científicas?
Hablando en plata, de lo que se trata es de si la junta permitirá o no que se usen las aulas para pegarle con la Biblia a la teoría más importante de la biología moderna. Si aprueban que la regla se quede, los editores de libros de texto, pensando en sus utilidades, pasarán por agua los textos para que la evolución se diluya, como ocurría hace décadas. Si aprueban que la regla se quite, habrá un respiro y se enseñará evolución normalmente.
El presidente de la junta, un dentista llamado Don McLeroy, es partidario de que la regla se quede. Los libros de texto, dijo, “tienen que decir que hay un problema con la evolución, porque lo hay. Tenemos que ser honestos con los chicos”.
¿Hay un problema con la evolución? No. Hay muchos, pero ninguno de ellos, ni siquiera todos los problemas juntos, son suficientes para minar su papel central como la teoría biológica por excelencia.
Y que no vengan con que “sólo” es una teoría. La evolución es un hecho corroborado cada día por el registro fósil y miles de pruebas más. La teoría sobre esta evolución es un cuerpo vivo que se discute y se afina, como ocurre con toda ciencia sana.
Ojalá que la Junta Estatal de Educación de Texas atienda a la voz de la razón y deje la religión en las iglesias y la ciencia en las aulas. Sería lamentable que justo cuando parece que las nociones medievales de la era Bush empiezan a disiparse, Texas se convirtiera en un estado que marcha gloriosamente hacia el pasado.
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horacio.salazar@milenio.com

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