jueves, 19 de marzo de 2009

Reflexiones sobre el trabajo académico

Humberto Muñoz García*

La universidad es una institución que está en tránsito, que cambia permanentemente. En la historia reciente de México, pasó por una etapa en la cual tuvo relaciones de mutua conveniencia con el gobierno. Fue en el tiempo de la sustitución de importaciones, de la movilidad social, del crecimiento de las clases medias y de los licenciados.
Llegó después a una etapa en la cual el gobierno supervisó su trabajo, instalando organismos y mecanismos de planeación y, después, de evaluación. En los recientes lustros se ajustó a lógicas de mercado, de competencia por recursos.
En los tiempos que corren, la transición podría basarse en un planteamiento propio que la reorganice para hacer frente a los retos de la educación superior y a las demandas crecientes que la sociedad le dirige. Volverse una universidad que reflexione sobre sí misma en su relación con la sociedad; una institución abierta, con fuerza y responsabilidad para orientar el desarrollo social.
En una institución cambiante, el trabajo que realizan los académicos no puede permanecer haciéndose de la misma forma. El trabajo académico es resultado de las transformaciones universitarias y un apoyo para la transformación de la universidad. Por lo pronto, el sistema de pago al desempeño, tal y como se entiende hasta ahora, basado en la productividad, en puntos, debe modificarse. Hay que darle un nuevo orden al trabajo académico, porque se va a requerir que los procesos de producción, transmisión y difusión del conocimiento tengan más impacto en la sociedad; que favorezcan el enriquecimiento material y cultural de los mexicanos con una ciencia mejor hecha.
El trabajo académico, los proyectos y sus resultados, se orientan por los objetivos de la universidad y sus vínculos con la sociedad. Los académicos merecen que se les fortalezca como grupo para que su trabajo influya directamente en los planes y programas de la institución, para ganar pertinencia.
La producción y el desarrollo de la ciencia y la tecnología en la universidad dependen de cómo se realiza el trabajo académico. Las cosas funcionan mejor cuando está sustentado en la confianza, en una ética institucional de la academia que no pone al costo-beneficio como el único criterio para dirigirlo. El trabajo académico rinde más como esfuerzo colectivo. La construcción de equipos y enfoques multi e interdisciplinarios es fundamental para resolver cuestiones complejas de la sociedad. Como a la ciencia, al trabajo académico hay que dotarlo de fluidez para que pueda alcanzar los efectos buscados.
El trabajo académico se realiza bien sí desaparece la incertidumbre de la remuneración. A los académicos hay que pagarles salarios dignos para que puedan cumplir del todo con su trabajo. Supone que la evaluación no sea un medio para remunerar, sino que tenga como fin reconocer los méritos de un académico, sus logros. Para dotarle de prestigio, lo que todos perseguimos. La evaluación sirve si se utiliza para consolidar a las comunidades que dan sentido a las instituciones. Si se utiliza para aprender a superarse y no para castigar.
El académico y su trabajo van a enfrentar serios desafíos en el corto plazo, que provienen del aumento de las expectativas de educación superior, del cambio en la composición del alumnado debido a las demandas de reciclaje de la fuerza de trabajo en activo, de una enseñanza y una investigación apoyadas en los sistemas de información y comunicación ya existentes, de asegurar la calidad para que los estudiantes tengan más oportunidades de vida, de los estímulos a la cultura y la formación ciudadana. Todos estos elementos hacen indispensable dar inicio a una reflexión de fondo sobre el trabajo académico, ante una sociedad que ha tenido un crecimiento económico minúsculo, con necesidades sociales urgentes.
El trabajo académico a futuro requiere ubicarse en un medio en el cual se favorezca la cohesión, la estabilidad institucional y la autonomía en las relaciones comunitarias en el interior de la universidad, en instituciones con capacidad de estimular que sus académicos tengan identidad y sentido de pertenencia con la institución en la cual trabajan, con su área de conocimiento y con el hecho de ser académico. Afirmar la identidad brinda coherencia y continuidad a las prácticas académicas.
Son muchas las cosas que es menester llevar a cabo para que el trabajo académico responda mejor a la universidad y a la sociedad. Ciertamente, se requieren análisis en cada institución para revisar las condiciones laborales y académicas de profesores e investigadores; redefinir los sistemas de evaluación del trabajo, haciéndolos más simples y menos superficiales; promover la actualización de los académicos, que es una actividad que obstaculiza el sistema de puntos; incentivar la movilidad interinstitucional. Que cada institución cuente con una mejor organización del trabajo académico para dividir el tiempo y las tareas, a fin de que la diversificación del trabajo, según las funciones sustantivas de las universidades, cuente positivamente.
El cambio de propósitos de las universidades para adecuarse a las condiciones actuales de su entorno es el contexto en el que ocurrirán las transformaciones que maximicen el impacto social del trabajo académico. Por ello, es imperativo adoptar una postura reflexiva sobre la conducción política de la universidad.
* Seminario de Educación Superior, IIS. Profesor de la FCPS. UNAM.

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