jueves, 26 de marzo de 2009

Fuga de cerebros mexicanos ¿Realidad preocupante o mito genial? Segunda parte

Roberto Rodríguez Gómez

Iniciamos esta serie sobre fuga de cerebros con la integración de datos que consignan el volumen y la intensidad de emigrantes mexicanos hacia Estados Unidos. Hicimos notar simplemente la magnitud e intensidad que ha cobrado el proceso en los últimos años y perfilamos la hipótesis de que en el enorme contingente de mexicanos radicados en Estados Unidos la proporción de personas con alta escolaridad, así sea escasa en el conjunto, probablemente representa un fenómeno asimilable al del éxodo de talento. En esta segunda entrega nos internaremos en otra dimensión, la del perfil sociodemográfico de los migrantes mexicanos en EUA, buscando determinar cuáles son las condiciones de tipo demográfico, social y económico de este contingente y, dentro de éstas, las que corresponden a la formación educativa y, por lo tanto, las que permitirían establecer con mayor precisión la intensidad, en su caso, de la fuga de cerebros en la corriente migratoria
2. Perfil sociodemográficos de los migrantes mexicanos a Estados Unidos
La población de mexicanos residentes en Estados Unidos exhibe características que la diferencian notablemente tanto del conjunto de personas nacidas en ese país, como también del resto de los inmigrantes provenientes de otros países y regiones. Del perfil sociodemográfico de los mexicanos en EUA destacaremos algunos componentes básicos: condición migratoria, distribución por sexo y edad, escolaridad, ocupación y tasa de pobreza. Antes de presentar los datos conviene una aclaración metodológica, que se refiere al origen de los datos y al procedimiento de cálculo de los indicadores.
De las distintas fuentes estadísticas disponibles en México y en Estados Unidos optamos por la encuesta continua del Buró del Censo estadounidense, la American Community Survey. Una de las últimas versiones del instrumento consigna información válida para el perido 2005 a 2007, ya que los datos reportan el promedio de los tres años, lo que expande significativamente el tamaño de la muestra y, con ello, la precisión de los indicadores. La muestra así construida supera los ocho millones de registros, lo que representa en torno al 2.7% de la población. Con ese tamaño muestral el error estándar de los indicadores muestrales con respecto a los parámetros de población resulta insignificante en la medición de prácticamente todas las variables y segmentos de población considerados.
A través de la consulta a la base de datos de la encuesta es factible discriminar distintos conjuntos demográficos, entre otros la población por origen étnico y racial, según la clasificación del Censo, la población por lugar de nacimiento (incluidos países extranjeros) o la población por condición de ciudadanía. Para determinar con mayor precisión el perfil sociodemográfico comparativo de los mexicanos residentes en EUA con respecto a los nacidos en esa nación y en contraste con los inmigrantes de otros países, decidimos construir tres subconjuntos: a) el de los nacidos en EUA, que resulta de la resta entre la población total residente en Estados Unidos en el periodo de la encuesta menos la población de inmigrantes, es decir los nacidos en cualquier otro país independientemente de su condición migratoria; b) el de los migrantes mexicanos, que consigna exclusivamente a los nacidos en México, residentes en EUA independientemente de su condición migratoria; c) el resto de los inmigrantes, esto es la resta de los nacidos en el extranjero residentes en Estados Unidos menos los inmigrantes mexicanos. Esta acotación se traduce en que los subconjuntos de población son exclusivos unos de otros, a diferencia de la estadística convencional, que los suele absorber en forma concéntrica, por ejemplo la “población estadunidense”, con todos los inmigrantes incluidos, o la “población de inmigrantes”, con el segmento de mexicanos dentro de ella. El efecto de esta operación es la acentuación de los rasgos del perfil en cada una de las subpoblaciones.
La estadística reporta, en primer lugar, que en el periodo de referencia la población total estadounidense ascendió a 298,757,310 individuos, de los cuales 37,234,785, es decir el 12.5% nacieron en el exterior. Del total de inmigrantes 11,424,600 nacieron en México, lo que quiere decir que los oriundos mexicanos representan el 3.8% de la población total en Estados Unidos, y el 30.7% de la inmigración total a ese país. Estos datos coinciden, con algunas diferencias cuantitativas, con los registrados en otras fuentes, por ejemplo con las proyecciones censales, tómese en cuenta, sin embargo, que consignan el dato promedio anual del periodo 2005-2007, y no una estimación específica sobre el volumen migratorio de uno de esos años en particular.
Del total de inmigrantes no mexicanos en EUA, más de la mitad, esto es el 51.0%, figura bajo el status de “población inmigrante naturalizada”, es decir que ya han adquirido la ciudadanía estadounidense aunque se sigan consignando en la estadística como foreign-born people. De los inmigrantes mexicanos sólo el 21.6% presentan la condición de “naturalizados”. La variable “periodo de ingreso al país” muestra que la inmigración mexicana no difiere, en forma notoria, con respecto al resto de los migrantes: El 28.3% de los mexicanos, contra el 25.4% del resto de los inmigrantes, llegaron a EUA en el año 2000 o posteriormente. El 33.5% de los mexicanos y el 30.3% de los extranjeros de otros países lo hicieron en el lapso de 1990 a 1999, finalmente el 38.2% de los nacidos en México contra el 44.3% de los nacidos en otros países ingresaron a EUA antes de 1990.
La combinación de estos datos representa una dinámica compleja, porque quiere decir, en resumen, que el flujo migratorio de mexicanos hacia Estados Unidos se integra no por una sino por múltiples corrientes migratorias. Algunas presentan el perfil digamos típico de la inmigración a ese país: ingreso, colocación laboral, naturalización. Pero otras exhiben más bien los rasgos de las migraciones de tipo circular y continuo, lo que explicaría la relativamente escasa proporción de individuos que consiguen el status de naturalización. Por supuesto esta inferencia hace abstracción de las intenciones, expectativas y estrategias de los migrantes. Según varias encuestas, prácticamente dos terceras partes de los emigrantes mexicanos al vecino país llegan con la intención de quedarse, sea para siempre o en tanto sea posible. Otra cosa es que lo logren.
La distribución por sexo y edad de los migrantes muestra variaciones interesantes. Entre la población nativa estadounidense, como cabría esperar, la distribución por sexos es equilibrada (49.2% de hombres y 50.8% de mujeres, con el mínimo sesgo explicado por la mayor esperanza de edad de las mujeres). El subconjunto de inmigrantes del extranjero excepto mexicanos presenta valores cercanos al equilibrio: 50.3% de hombres contra 49.7% de mujeres, con un ligero sesgo a favor de los varones. En cambio, en la población inmigrante mexicana el sesgo masculino es significativamente mayor: 56.0% hombres y 44.0% mujeres, rasgo que tiende a confirmar la significativa presencia de la corriente migratoria de trabajo estacional.
Del perfil de edad de los subconjuntos examinados hay varios datos a resaltar. La población de nativos estadounidenses es la típica de países en la fase descrita como de “transición demográfica avanzada”, en la cual la pirámide de edad presenta una forma romboide dado que los segmentos de población proporcionalmente mayoritarios son los que corresponden a la población de jóvenes y adultos jóvenes, mientras que los niños y adultos mayores son minorías demográficas. Entre los nativos estadounidenses el promedio de edad es de 36.4 años.
El promedio de edad de los migrantes mexicanos es de 34.6 años y el del resto de los inmigrantes 39.8 años. Aparentemente son datos compatibles entre sí. No lo son, sin embargo, si los contratamos con otros referentes. Por ejemplo, con el promedio de edad de los mexicanos que viven en México que, según datos del conteo 2005 equivale a 26 años, esto es una diferencia de casi diez años con respecto a la edad promedio de los emigrantes. Las estructuras de población entre los migrantes mexicanos y el resto de los extranjeros en EUA se asemeja en la escasa proporción de niños menores de cinco años: en ambos casos menos del uno por ciento cuando, en la población nativa, el porcentaje de este segmento de edad se aproxima al siete por ciente. En cambio la proporción de mayores de 45 años es notablemente superior entre el resto de los migrantes (38.8%) que entre los mexicanos emigrados (25.0%), lo que es explicable por la mucho mayor proporción de extranjeros no mexicanos que obtienen ciudadanía en ese país pero, sobre todo, por el hecho de que el flujo migratorio México-Estados Unidos ha alcanzado su mayor intensidad a partir de los años noventa, situación inversa a la ocurrida con las migraciones europeas al mismo país.
Los datos que aluden a la condición socioeconómica de los migrantes mexicanos difieren de manera importante con los indicadores respectivos de la población nativa y del conjunto migratorio proveniente de otros países. En sus rasgos más generales, la migración mexicana es mayoritariamente pobre, con baja escolaridad, y ocupada en áreas de actividad de trabajo intensivo y escasa remuneración.
Mientras que en la población nativa estadounidense la tasa de pobreza, definida según los criterios del Buró del Censo (para 2007 la línea de pobreza fue fijada en $25,364 dólares al año por hogar y en torno a diez mil dólares al año por persona), la tasa de pobreza asciende a 9.8% de los hogares y 13.3% de las personas, entre los migrantes mexicanos los valores son de 24.3% (hogares) y 23.9% (personas). En contraste, el resto de los migrantes pobres representan el 14.9% (hogares) y el 16.2% (personas). Esto no quiere decir, necesariamente, que los migrantes mexicanos son el segmento de población más pobre en Estados Unidos -migrantes de algunos países centroamericanos y algunos africanos presentan un perfil de pobreza más agudo-, pero sí que, como conjunto, el perfil de los connacionales en EUA se ubica en las franjas inferiores de ingreso.
Este último dato se reafirma con los indicadores correspondientes a las estructuras de ocupación y escolaridad. Con respecto a la ocupación destaca, en primer lugar, la proporción de mexicanos empleados en el sector primario. Aunque el porcentaje relativo puede ser apreciado como minoritario en el conjunto de la población emigrante mexicana ocupada (5.6% del total), es muy superior a la propoción de nativos en estas ocupaciones (0.7%) y también con respecto a la proporción respectiva entre el resto de los inmigrantes (2.0%).
La mayoría de los mexicanos residentes en EUA se ocupan en el sector de manufacturas, en la construcción y en el transporte. Sumados estos renglones representan casi la mitad (48.1%) de la población ocupada cuando, entre los nativos el porcentaje respectivo implica menos de una cuarta parte (22.7%) y entre el resto de los migrantes no alcanza una tercera parte (30.1%). En cambio la proporción de mexicanos en las ocupaciones de mayor remuneración (gerencia, profesiones y afines) es relativamente marginal (7.2%) al contrastarla con los porcentajes de nativos en las esas ocupaciones (34.1%) y aún con la proporción del resto de los migrantes en las mismas (27.0%).
De hecho, el perfil de escolaridad de cada subconjunto anticipa el resultado comentado: en la población nativa el 84.0% cuenta con la educación media (high school o equivalente) concluida, es decir una escolaridad de al menos 12 grados sin contar preescolar. Menos del cuarenta por ciento (39.3% ) de los emigrantes mexicanos ha alcanzado ese umbral, dato que contrasta notablemente con el resto de la población de inmigrantes, de los cuales el 67.7% tiene al menos esa escolaridad.
Paradójicamente el perfil escolaridad de los emigrantes connacionales es notablemente superior al de los mexicanos en México. Hacia 2005 2007 (periodo al que corresponde la encuesta estadounidense) apenas el por ciento de los mexicanos mayores de 25 años contaba con estudios de 12 grados o más.
Por último, lo que nos conducirá a la problemática de la fuga de cerebros, los datos correspondientes a la escolaridad superior. De los nativos estadounidenses el 27.0% (44,537,171 personas) contaba con al menos grado de bachiller (bachelord degree, generalmente es el primer grado universitario obtenido en programas de tres o más años de duración). Del conjunto de imigrantes excepto mexicanos la proporción respectiva ascendía a 26.6% (5,822,416 personas) y entre los mexicanos a 5.0%, es decir sólo 440,256 personas de un total de 11,424,600 emigrantes.
Un dato adicional: Según la encuesta el 54.0% de los nativos estadounidenses mayores de 25 años cuenta con estudios superiores a la educación media, lo que comienza con al menos un año en estudios superiores y termina con el posgrado. En esa categoría se ubica sólo el 15.1% de los migrantes mexicanos y el 44.1% del resto de inmigrantes. Curiosamente, ese quince por ciento es prácticamente la misma proporción de los mexicanos que viven en México, tienen más de 25 años y cuentan con esa escolaridad.
Por último, consignemos el dato de la mayor escolaridad, la que corresponde a los grados de “profesional” -que en México equivaldría, más o menos, a “especialidad”-, y posgrado (maestrías y doctorados). De los nativos estadounidenses el 9.9% ha alcanzado ese nivel. De los migrantes extranjeros menos los mexicanos el 10.8% tiene el perfil, y de los mexicanos sólo el 1.4% (123,272 individuos) califican en la categoría.
Dejemos por ahora las cosas en este punto, nos resta por explorar en qué se ocupa la población de emigrantes mexicanos con más alta escolaridad. Lo vemos la próxima semana.

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