martes, 7 de julio de 2009

¿Dónde quedó la izquierda?

Roberto Blancarte
Milenio/7 de julio de 2009

En el entendido de que el día de hoy, “izquierda” y “derecha” nos son ya parámetros para identificar a las fuerzas políticas mexicanas o mundiales, me parece que el resultado más alarmante de estas elecciones no es la anunciada derrota del PAN o la esperada victoria del PRI, sino la posible desaparición de la izquierda mexicana. Y no hablo únicamente de números, sino de un desdibujamiento de las opciones que antes se consideraban “de izquierda”. Si uno ve los resultados generales, la autodenominada izquierda no llega a 20 por ciento del total de votos. Pero si uno hace un análisis ideológico y elimina a los partidos que, independientemente de así autodefinirse, en realidad no presentan posiciones socialmente avanzadas y democráticas, la izquierda prácticamente desaparece. El Partido Verde alcanzó 7 por ciento de los votos con propuestas que suele hacer la derecha, mientras que las izquierdas sensatas desaparecieron frente al estridentismo populista, que en la práctica se acerca a la ultraderecha. En otras palabras, con la eventual salida del PSD del panorama electoral, la dudosa participación de Convergencia y la muy artificial recuperación del PT en las urnas, lo que tenemos es una serie de partidos ideológicamente difusos, políticamente pragmáticos y sólo electoralmente útiles. Exactamente lo que en estas elecciones una buena parte del electorado castigó con su voto en blanco. Pero la izquierda propositiva, moderna y democrática, aquella que realmente podría plantearse como una alternativa real al PRI y al PAN, está desapareciendo. Y no se ve, en el corto plazo, cómo pueda reconstituirse.
Los analistas tienden a darle una importancia mayor a cómo operaron los partidos durante esta campaña. Y ciertamente es algo crucial, pero no es todo. Los electores no son siempre peones que se pueden manejar a voluntad de los partidos en el tablero político. Muchos ciudadanos piensan y razonan bien su voto y hay que encontrar la lógica de esta decisión electoral. Ésta se encuentra ciertamente en lo que se puede definir como un “voto de castigo”. La pregunta que nos podemos hacer entonces es: ¿por qué ese voto de castigo no se dirigió a la izquierda en lugar de al PRI o al Verde? ¿Por qué los ciudadanos no llenaron las urnas a favor de PT, PSD, Convergencia o PRD? Tengo dos posibles respuestas: porque la izquierda no supo o no pudo ser una opción y porque el electorado estaba buscando el centro. Y el PRI, con todos sus titubeos, con todo su pasado, con toda su ambigüedad ideológica, supo representarlo.
Está muy claro por ejemplo, que en Sonora hubo un voto de castigo al PRI. Pero allí el PRD (y muchos menos los otros partidos) no ha sabido ser una opción distinta o una alternativa viable de gobierno. Así que difícilmente la izquierda habría podido aprovechar ese voto de castigo. En muchos estados de la república, la izquierda, como es bien sabido, ni aparece ni existe más que nominalmente. No veo por qué los sonorenses o los neoleoneses se inclinarían en el corto plazo a votar por un partido de izquierda, cualquiera que éste fuese. Si tienen que castigar al gobierno en turno se van a inclinar por el otro partido grande que signifique una alternativa real de gobierno, no un incierto gobierno con volátil e incierto desempeño.
Quien se ha encargado de desprestigiar a la “izquierda posible” ha sido el propio Andrés Manuel López Obrador. Con magros resultados propios, además, pues que el PT haya obtenido menos de 4 por ciento y Convergencia poco más de 2 significa que AMLO vale más o menos unos 4 o 5 puntos porcentuales del electorado; no más. A cambio de eso se encargó de hundir a la izquierda democrática, espantando a todos aquellos que quizás en otras circunstancias se habrían acercado a votar por el PRD. Francamente se requería mucho valor y convicción ideológica para hacerlo en estas elecciones; uno se preguntaba si con su voto, sobre todo en el DF, terminaría favoreciendo a las huestes lopezobradoristas. En otras palabras, puede ser que López Obrador se haya llevado unos tres o cuatro puntos al PT, pero sobre todo alejó a muchos otros que en circunstancias distintas se habrían inclinado por un voto de castigo que favoreciera a la izquierda. Dicho de otra manera, para el PRD López Obrador se convirtió en un lastre, cada vez más pesado. Y mientras se le siga permitiendo el hacer el doble juego de estar adentro del PRD, pero promoviendo en realidad otros partidos, sin una clara definición, la izquierda sensata y democrática que está en el PRD seguirá sufriendo. El espectáculo que ahora sigue, que es el de Juanito renunciando, el jefe de Gobierno proponiendo a Clara Brugada y la Asamblea de Representantes aprobando el cambio, no hará más que ahondar el desprestigio de la izquierda en general.
Está muy claro que la dirigencia del PRD quiso evitar mayores daños antes de las elecciones. Pero, dado el comportamiento de AMLO y sus seguidores, me pregunto si un deslinde previo no le hubiera servido más al PRD en las elecciones del pasado domingo. Difícil saberlo. Sin embargo, por lo menos está claro que cada día que pase sin ese deslinde, le estará costando más a la izquierda democrática y al PRD que a López Obrador.

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