domingo, 5 de julio de 2009

Llegó el día

Sara Sefchovich
El Universal/5 de julio de 2009

Llegó el día. Tres meses después de iniciadas oficialmente las campañas, aunque parezcan mil años, por estar viviendo siempre en la campaña de alguien, participando sin haberlo decidido en su plan para ganar la siguiente elección. Porque en nuestro país nada se hace o se deja de hacer, se dice o se calla sin que sea con motivaciones electorales.
Los caminos que se presentan hoy son tres: votar, anular el voto, abstenerse. Todos tienen sus defensores, sus argumentos, sus detractores. Vivimos en un país en el que no hay un ciudadano que respete o confíe en este sistema ni en sus personajes y grupos políticos, pero en el que algunos ilustrados, militantes y ciudadanos hacen heroicos esfuerzos para proponer formas de no sucumbir en la desesperación y la impotencia y de salvar nuestra democracia, por frágil e incompleta que ella sea, o por conservar aquellos espacios en los que las cosas son mejores que en otros.
Porque hasta ahora, nuestra democracia es solamente una “regla procedural de elección de legisladores y gobernantes”, como la define Luis Aguilar en una de sus acepciones, y no “un gran proyecto de sociedad igualitaria”, como sería la otra; mucho menos, como dice Alain Touraine, “una manera de funcionar de la sociedad y un espíritu que la penetra en todos los aspectos de la vida organizada”.
El problema central es que en la democracia así concebida los ciudadanos no existimos. Se nos pide depositar una papeleta y participar en una farsa que se repite, como escribe Carlos Martínez Assad, “teniendo que emitir en un periodo de seis años votos para elegir a cuando menos 10 personas que lo gobiernan o lo representan. Millones de mexicanos participan en cerca de 5 mil elecciones nacionales y locales cada sexenio, pues hay poco más de tres por día en el país”. Y concluye: “Si el criterio electoral fuese el indicativo de la vigencia de la democracia, México sería uno de los países más democráticos del orbe”.
Pero no lo es. No solamente porque la definición amplia no le va, sino porque ni siquiera en la definición restringida la tenemos completa: no contamos con los otros elementos que validarían al voto, como son transparencia, rendición de cuentas, respeto a las reglas establecidas o, si se quiere cambiarlas, hacerlo por la vía institucional, negociación, aceptar cuando se pierde, gobernar y legislar cuando se gana.
Nuestros elegidos no cumplen con lo que prometieron, hacen mal su trabajo o de plano no lo hacen, pero se sirven con la cuchara grande en lo que se refiere a sueldos y prebendas. Y los ciudadanos no tenemos mecanismos para exigirles, castigarlos o revocar sus mandatos. Y encima tenemos que soportar su reelección disfrazada, porque son eternamente los mismos (o sus clones) que circulan de un cargo a otro, de un partido a otro.
¿Cuál es el camino?
En estas mismas páginas Ricardo Raphael ha dado argumentos para votar por un partido en específico. En otro lugar, José Antonio Crespo ha mostrado que lo importante de votar en blanco es que serviría para deshacerse de los partidos pequeños y parásitos, para que no alcancen el registro. Otros hemos argumentado por la abstención pensando si, como se preguntó recientemente Sami Naïr, “¿debemos cerrar los ojos ante las aberraciones que se producen regularmente en las democracias consensuales?”.
Todos tenemos claro que no podemos aceptar en lo que se ha convertido nuestra democracia y que esto que tenemos no sirve. Lo que no tenemos claro es la vía.
¿Qué podemos hacer los ciudadanos?
Naïr habla del “debilitamiento de las condiciones de expresión de la voluntad general”. Quizá eso valga para Italia o Francia, pero para nosotros no, pues jamás hemos contado con esas condiciones y jamás hemos podido expresarnos.
En todo caso, cualquiera que sea la vía que se escoja hoy, lo que nos toca en adelante hacer es entender cómo hemos podido llegar hasta acá. No se trata de un análisis político ni electoral, sino cultural, que apunte a comprender nuestra forma de ser como sociedad, ésa que nos lleva una y otra vez a permitir que surjan cacicazgos, formas antidemocráticas, discursos vacíos, mentiras, clientelismos y corrupción, y que se destruyan los avances cuando ya se consiguen.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM

No hay comentarios: