miércoles, 8 de julio de 2009

Y después del 5 de julio...

María Elena Morera de Galindo
El Universal/8 de julio de 2009

Durante estos meses hemos visto una encarnizada lucha entre los partidos y los actores políticos en busca del poder. Los intereses, las acciones y las expresiones están dirigidas al 5 de julio como si ese día fuera el crucial para el país y con él culminara el proceso electoral.
Nada más falso, porque para los ciudadanos a partir de ese día inician otros muchos días más cruciales para la nación.
A los ciudadanos no nos importan las calificaciones o descalificaciones que se hacen los políticos entre sí; nos interesa que velen por la construcción de un mejor sistema social, más justo y equitativo, respetuoso de las libertades públicas y protector de los derechos humanos.
Este proceso electoral nos ha dejado una enseñanza: la política no va a cambiar si los ciudadanos no nos involucramos en ésta, en la forma en que nuestros representantes cumplen sus funciones y modifican las condiciones de seguridad, sociales, económicas y políticas de la nación.
No obstante que la Constitución Política dicta que los partidos son organizaciones de ciudadanos que deben velar por el acceso de éstos al poder y por la participación del pueblo en la vida democrática, vemos cómo los partidos han construido un sistema electoral que edifica una partidocracia y no una verdadera democracia, por la ausencia de democracia interna precisamente en los partidos.
Cuando las cúpulas, los grupos o las personas que conforman los partidos políticos deciden quiénes deben ser los candidatos, sin procedimientos claros y sin apertura hacia la participación de cualquier ciudadano, de origen los partidos impiden el nacimiento democrático en el país.
No importa que organicemos elecciones limpias, si sólo pueden participar las personas que los partidos quieren y se trunca el derecho de los ciudadanos a postularse directamente y se impide la democracia interna en los partidos. Sin duda, las candidaturas independientes deben ser vigiladas para evitar que monopolios, grupos de interés lícitos o ilícitos decidan, mediante el derroche de recursos económicos en publicidad, quién nos va a gobernar, pero no debemos cerrar toda posibilidad a explorar esta nueva forma de participación social.
Sin embargo, lo más urgente es democratizar a los partidos políticos para que las reglas construidas a lo largo de la evolución del sistema electoral de verdad garanticen la participación ciudadana. México no es una democracia principalmente porque se viola constantemente un derecho humano fundamental, de orden civil y político, que es el derecho a ser votado. Y se viola porque ese derecho sólo se puede ejercer a través de los partidos políticos y éstos no tienen procesos democráticos que garanticen la participación ciudadana.
La bandera de la democracia es políticamente rentable, pero la apertura de los partidos es poco rentable para los grupos políticos que tradicionalmente se los han apropiado, y eso es algo que debemos cambiar y cambiar ya.
México vive tres grandes crisis: la de inseguridad, la económica y la de credibilidad hacia los gobiernos, los partidos y cualquier otro actor público o político.
Las dos primeras crisis no podrán enfrentarse sin superar la tercera; necesitamos los ciudadanos dejar a un lado la apatía —principal aliado del manejo discrecional del poder— y ser más activos en las decisiones nacionales. Participar en la construcción de políticas públicas y de reformas estructurales que hagan que los años perdidos en crecimiento económico y en fortalecimiento de las instituciones de seguridad pública, de seguridad social, de educación y de salud puedan superarse, porque México cada vez más amplía su brecha con los países desarrollados y los polos económicos; hoy, los mexicanos son, por una pésima educación, cada vez menos competitivos hacia el mundo y eso nos conduce, de no remediarlo, al rezago en cualquier otro aspecto social y económico.
Pero este triste escenario seguirá si no democratizamos a los partidos, porque de lo contrario son los políticos quienes crean sus leyes ineficientes para permanecer impávidos ante los reclamos ciudadanos y las necesidades del país, con tal de mantener sus prebendas y sus beneficios de grupo y personales.
me.morera@gmail.com
Activista social, miembro honorario de México Unido Contra la Delincuencia, AC

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