domingo, 4 de mayo de 2008

Huelga del STEUS: ¿dirigentes o líderes ?










Algunos analistas han advertido que uno de los saldos de la pasada huelga en la Unison, es el deterioro de la imagen pública de los principales protagonistas del conflicto laboral: Dorotea Razcón, Secretaria General del STEUS, y Pedro Ortega Romero, Rector de la Universidad de Sonora. En ese marco, reproducimos el siguiente texto, cuya autoría es de Gisela Arriaga Tapia, socióloga y experta en imagen pública:

Victoria Privada
Por Gisela Arriaga


Stephen Covey, uno de los autores más connotados sobre liderazgo, nos dice que para que el líder llegue a tener una victoria pública, es decir, éxito profesional, primero tiene que tener una victoria privada, es decir, una vida personal en equilibrio.

A menudo suelo decir en mis cursos que “la imagen es un proceso que va de adentro hacia fuera”, y así lo creo. Si uno no tiene un mínimo de orden interno, si por dentro es un caos, si no controlamos las emociones, difícilmente podremos tener una buena proyección personal, y si lo logramos únicamente apoyados en el marketing, en gran parte ésta será falsa, se sentirá prefabricada, y mucho ojo, no durará mucho tiempo.

Cuando la persona no ha conquistado una victoria privada, va por la vida restando puntos a su imagen personal, con un lenguaje gestual inadecuado, ceñudo y hostil, con una actitud de “yo contra el mundo”, que lo hará proyectarse de una manera poco carismática.

Algunos esconden sus miedos e inseguridades a través de un lenguaje no verbal arrogante y prepotente.

Y yo me pregunto, por ejemplo, ¿cómo puede enviar buenos estímulos una persona que todos los días sale de su casa dando un portazo, es decir, cuando su vida en pareja y familiar es una pesadilla?, ¿cuándo siente que duerme con el enemigo?

Quizá pueda sobrellevar por un tiempo una situación de este tipo, pero tarde o temprano, estas situaciones van erosionando la vida familiar hasta provocar severas crisis que alcanzan, invariablemente, la vida profesional.

¿Cómo podemos pedir a un líder que de lo mejor de sí; que tenga una comunicación asertiva y carismática; que dedique tiempo a sus relaciones públicas; que se proyecte bien en sus presentaciones ante auditorios; que sepa dirigir reuniones y trabajar en equipo, si anda en medio de un infierno personal?

No convierta a su cónyuge en un enemigo de su trabajo, ni de las personas con las que trata.

Si alguien no dedica tiempo a sus hijos, ni se interesa por ellos, pues esos hijos empezarán a pasarles la factura a sus padres con un mal comportamiento y actitudes de rebeldía. Eso, ni dudarlo. Y serán problemas como, embarazos no deseados, adicciones, bajas calificaciones, etc., una verdadera fuga de energía para el líder.

Lo cierto es que los problemas familiares se transforman en una enorme coladera o resumidero en donde van a dar, el empuje y creatividad, que deberían ser invertidos en nuevos proyectos y crecimiento profesional.

Abonar tiempo y afecto a las personas que integran nuestro círculo íntimo, debe ser considerado una inversión rentable que nos dará la estabilidad, tranquilidad y el colchón que permitirá nuestro desarrollo y, eventualmente, nos brindarán la fuerza necesaria para enfrentar los fracasos y las crisis inherentes a la vida profesional.

Si yo mantengo mi cuenta de los afectos en orden, si le invierto tiempo, comunicación, ternura, amor, alegría y entusiasmo a mis relaciones, lo más probable es que se me regrese con efecto bumerang convertido en vitalidad, estabilidad y tranquilidad, ingredientes necesarios para producir con calidad y eficiencia en cualquier trabajo.

Nuestra productividad y éxito laboral estarán ligados a nuestra imagen interna. La proyección pública será un reflejo de cómo andemos ardiendo por dentro.

Pero, si soy avaro en mis afectos, me convierto en un tirano iracundo, arrogante, egoísta y envidioso con mi prójimo, sencillamente me iré quedando solo y, un líder en solitario, no sirve de mucho a una organización, sencillamente, porque pierde su poder de influencia con los demás, en una palabra, nadie lo sigue.

“Se cosecha lo que se siembra”, dice un dicho. Ninguna persona puede esperar algo sin dar nada a cambio. La Ley de la cosecha, es una ley universal. Y como diría “El Principito”: “Cada quien es responsable de su flor”.

No se trata de dar regalos o bienes materiales. Lo más importante que uno puede dar es su tiempo, el afecto, la admiración y la comprensión, todos los días, hasta que se nos convierta en un hábito.

La casa es el espacio donde el líder tiene que llegar a nutrirse de afecto, no de quejas, recriminaciones, denigraciones, mucho menos de malos tratos o insultos. El hogar debe de ser el lugar en donde el líder llegue a recargar las pilas, a obtener alegría, admiración y respeto, todos alimentos esenciales para el espíritu.

Es en el hogar donde se nos tiene que nutrir la autoestima. Donde nos contagiamos con emociones positivas como el amor, el entusiasmo, comprensión, ternura, o emociones negativas como odio, ira, venganza, resentimiento, envidia, traducida en celos profesionales.

Pero lo cierto es que, muchas veces, en lugar de darnos ánimos, es precisamente en el hogar, donde más nos dañan y denigran. En lugar de alentarnos, nos debilitan.

Así no puede haber victoria privada. En esa circunstancia, el líder pierde la batalla y lo que viene como consecuencia, es que, lastimosamente, se aleja cada vez más, la victoria pública.

Pero el equilibrio en la vida privada, no es un asunto que se de por generación espontánea. Es algo que se tiene que cultivar, ganar a pulso, es una conquista diaria, que implica una gran dosis de amor, dedicación, disciplina, entrega y aprecio mutuo. Es un verdadero arte, diría Erick Fromm.

Imagine que el líder sólo es un profesional más en el mercado laboral, con fortalezas y debilidades. Pero en pareja, el líder y su cónyuge se convierten en un equipo y, en ocasiones, hasta en una empresa.

En la vida de pareja funciona la Ley de la Cosecha a la perfección, porque uno cosecha lo que siembra. El lenguaje y el humor con el que recibamos a nuestro esposo o esposa, influirá notablemente en el suyo. Lo alentará o lo contaminará. Funcionará como una especie de espejo. Si usted es descuidado, grosero, agresivo, no espere lo contrario. “Quien siembra vientos, cosecha tempestades”, dice un texto bíblico.

Así como el líder planea sus metas, sus proyectos a largo plazo, así se recomienda que lo haga en su vida privada. No entiendo cómo hay líderes que manejan exitosamente grandes empresas y su familia, que debería ser el negocio más importante, se convierte en un caos y a la larga, revientan.

Cuando un líder descuida su banco de los afectos, tarde que temprano, la vida le pasará la cuenta, y en ocasiones es tan dura, que no lo resiste. Entonces, muchas imágenes públicas, aparentemente exitosas, se desmoronan ante crisis de orden personal (ataques cardiacos, úlceras gástricas, colitis, pancreatitis, etc.)

Entonces, ¿qué quiere decir tener una victoria privada? Significa: “Primero lo primero”, como diría el propio Covey, conquistar nuestra propia victoria interna, el control y expresión de las emociones, una buena salud física, un ambiente familiar estable y tener amigos, muchos amigos.

Todo esto le proporciona al líder ese colchón de energía positiva en donde se alimenta, crece y renace todos los días. Solamente alcanzando una victoria privada, podemos alcanzar la victoria pública.

Para lograrlo hay que trabajar mucho en los lastres como bloqueos internos, autoestima baja, autosabotajes y, sobre todo, la postergación, que no es otra cosa que el miedo al éxito o al fracaso.

De no declararle la guerra a todos estos lastres, será imposible establecer una relación con los demás de “ganar-ganar”, y a la postre, esto se convertirá en la tumba de cualquier carrera profesional.

Tomado de: War Room Consultores

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