martes, 27 de mayo de 2008

Por qué hay corrupción

La Universidad refleja la sociedad que la sostiene y a la que sirve; en ella se ven magnificados sus defectos y carencias.Hay corrupción en la Universidad, pero éste no es un rasgo intrínseco o exclusivo de esta institución, sino que es sólo una consecuencia de la incuria cuando no desdén con la que se contempla la Universidad desde las atalayas gubernamentales, casi con independencia de su signo político, de cómo se ve desde los medios de comunicación y, en definitiva, desde la sociedad misma.

Se exige que la Universidad esté al día, que investigue, que instruya y que forme profesionales, que sea, en suma, motor de futuro, pero se le limita el combustible y se impide cumpla con su lema de difundir luz y libertad. En el fondo se teme que cumpla con su papel de motor social, de influyente faro de difusión del pensamiento libre en paralelo a su función de extender los conocimientos.

Esta es, probablemente, una de las más añejas raíces de la problemática de la Universidad, que tertulianos y analistas de fin de semana pontifican que deben achacarse al libertinaje, la pereza, la endogamia y el corporativismo (que existen pero ni con mucho con la incidencia que pontifican).

De hecho, esas lacras son la coartada perfecta para no atajar a fondo los problemas que sí afectan a la universidad: pobreza monacal, burocratización furibunda, funcionarismo de la peor especie, intervencionismo gubernamental a todos los niveles y férreo control externo de su limitada función.

Todos estamos de acuerdo en que la investigación científica da prestigio a un país moderno y abre nuevos caminos a la producción industrial y al desarrollo económico. También hay pleno acuerdo en que dentro del escuálido sistema de investigación español, la Universidad es el principal agente de generación de conocimientos.

Pero la investigación es cara y nuestra sociedad no parece dispuesta a invertir en su futuro mediante la promoción real de la investigación y formación de profesionales de calidad.

Se opta por promocionar un cierto tipo de investigación en la Universidad a expensas de la docencia, pero siempre en un entorno de pobreza extrema, de burocracia esterilizante y del amiguismo rampante, que es la madre de todas las endogamias.

En el fondo, lo que pasa es que a nadie fuera de la propia Universidad le importa qué se hace en los centros de enseñanza e investigación, ni cómo se hace; sólo importa lo anómalo, lo especial, lo anecdótico, lo salaz (es decir, lo que es noticia fugaz). El trabajo de base, concienzudo, respetable deja paso en cuanto a promoción, subvenciones y trato de favor a todos los niveles, al descubrimiento superficial, ampliamente difundido, a la promoción de una indigna mesocracia que pervive gracias al compadreo. Se exalta hasta el paroxismo cualquier leve reconocimiento externo de las virtudes excepcionales del investigador solitario y se olvida cautamente que los genios sólo pueden surgir de una legión de buenos investigadores.

Con estos antecedentes, ¿hay alguien que pueda dudar que haya corrupción en la Universidad?, la hay y mucha, pero, a pesar de todo, la Universidad sigue cumpliendo su función porque aún tiene miembros con conciencia social, con sentido del deber, con capacidad docente y con fuste, pero están solos, aguantando todo el edificio sobre sus espaldas, a pesar de las mafias de advenedizos, a pesar de los desprecios del poder, del silencio cómplice de la sociedad y de la propia evolución de la ciencia y el pensamiento.

Pero esto no puede durar eternamente. Cada día que pasa hay algún universitario que claudica frente a la opresiva presencia de los gestores de su particular endogamia, y todo el edificio se resiente, amenaza ya ruina.

Por eso es fundamental que se expongan al escrutinio público esas minorías de aprovechados incapaces, generadores de clones y subordinados para ocupar plazas de profesor sin más mérito real que la adhesión inquebrantable al cacique.

Es fundamental que se modifique el modo cómo se trata la Universidad desde el poder y la sociedad a la que sirve.

Demos a la Universidad instrumentos de depuración, permitamos su evolución y no temamos que sea de nuevo avanzada del pensamiento de nuestra sociedad, a la par que máxima depositaria del conocimiento.

Eliminemos la corrupción que la pudre quitando a los corruptos su alimento esencial: la oscuridad, la burocracia, la opacidad de la financiación, la pobreza cutre, la miseria de las becas, la torticera habilidad de las comisiones que eligen sus iguales sin recurso real frente a la injusticia flagrante, quitemos el poder a las mafias locales y estatales, acabemos con el poder omnímodo de los grupos de presión que mangonean los escasos fondos de investigación, y, sobre todo, promocionemos una docencia y una investigación de calidad.

Así tendremos una Universidad más actual, más eficaz, más limpia y más acorde con las necesidades de la sociedad.

Fuente: MARIA ALEMANY LAMANA. Diario "El Mundo", lunes 19 de noviembre de 2001.

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